David Raya: “En la quinta división inglesa me llevé muchas hostias, pero me encantó”
El meta reflexiona sobre su carrera antes del partido de este sábado de España ante Dinamarca
Aunque su etapa en el Cornellà duró hasta que tuvo 16 años, la última vez que David Raya (Barcelona, 29 años) estuvo de paso por la capital catalana aprovechó para celebrar su cumpleaños. Invitó a César López, su entrenador de porteros en el fútbol base del Cornellà. “Acababa al colegio a las cinco de la tarde, me iba al club y me quedaba entrenando hasta la 9.30 de la noche. Estaba toda la tarde con César. Me gustaba entrenar y me sigue gustando. Le pedía que me pusiera con...
Aunque su etapa en el Cornellà duró hasta que tuvo 16 años, la última vez que David Raya (Barcelona, 29 años) estuvo de paso por la capital catalana aprovechó para celebrar su cumpleaños. Invitó a César López, su entrenador de porteros en el fútbol base del Cornellà. “Acababa al colegio a las cinco de la tarde, me iba al club y me quedaba entrenando hasta la 9.30 de la noche. Estaba toda la tarde con César. Me gustaba entrenar y me sigue gustando. Le pedía que me pusiera con categorías superiores a la mía”, recuerda el actual portero del Arsenal. Titular de España hoy ante Dinamarca en Murcia (20.45, La1), en la Liga de las Naciones, Raya no olvida al Cornellà, tampoco su paso por la quinta división inglesa (Southport), siempre bajo un mismo lema: “Lo que se puede soñar se puede conseguir”.
Pregunta. ¿Es la Ley de la atracción?
Respuesta. Es así. Cuando jugaba en el equipo de mi pueblo tenía el mismo sueño que en el Cornellà: llegar al máximo nivel. Luego será muy difícil, sí. Se verá que está muy lejos llegar a Primera, también. Pero nadie te puede impedir soñar lo que quieras soñar.
P. ¿Ese fundamentalismo puede generar frustración cuando los sueños no se concretan?
R. Entiendo lo que me quiere decir. Pero no lo comparto. Cada uno es consciente de sus capacidades. Le pongo un ejemplo. Cuando estaba en el Cornellà, en el cadete había hecho una muy buena temporada y me hicieron saltar al juvenil A. Pero hice una pretemporada horrorosa y me bajaron al juvenil C. Me relajé y no llegué. Yo me di cuenta de que no había hecho las cosas bien. En ese momento, tuve la suerte de que, como ya había pasado la prueba en el Blackburn, a los pocos meses me fui para allí, pude cambiar de chip completamente. Pero cada uno es consciente de lo que es y, cuando das el máximo de lo que tienes, debes estar contento.
P. ¿Pero es fácil darse cuenta cuando desde los entornos de los futbolistas solo les repiten lo buenos que son y que la culpa siempre es de otro?
R. Eso depende de la personalidad de cada jugador y de los valores con los que ha crecido. Cuando haces algo mal, lo sabes. Después puedes creértelo o no, pero lo sabes.
P. ¿Sabía entonces que cuando llegó al Blackburn se dudaba de usted por su altura?
R. Ahora mido 1,86 y me siguen catalogando como bajito. En ese momento, no me daba cuenta. Tenía 16 años. Pero sí que, cuando ya era un poco mayor, me llegaba que decían que era bajo. Si careces de algo lo tendrás que remediar por otro sitio. ¿Soy bajo para ser portero? Si la gente quiere creer que sí, que lo crea. Los números dicen otra cosa.
P. ¿Qué dicen?
R. Soy bajo, pero creo que soy de los mejores porteros que va por arriba.
P. ¿Cómo lo hace?
R. Es el timing, la mentalidad que tengas. A mí me gusta salir. Si un portero sale y coge el balón se acaba el ataque del equipo rival.
P. Es una cuestión de actitud.
R. Claro, hay porteros de dos metros que no salen a centros.
P. ¿Se animaba a salir también cuando jugaba en la quinta inglesa?
R. Claro. Y se lo puedo mostrar. Tengo fotos mías con el balón en las manos en un salto y con dos tíos de 30 años con el codo en mi cara. Fue muy duro. Hablando mal, me llevé muchas hostias: ojos morados, labios rotos. Y me encantó. Esos tres meses en el Southport me encantaron. Me adapté rápido, aunque los dos o tres primeros partidos fueron complicados.
P. ¿Qué le pasó en esos primeros partidos?
R. Llegué, me dieron la ropa y me pusieron a jugar. No sabía ni el nombre de los compañeros: no había entrenado, no sabía cómo jugaban, ni cómo era la liga.
P. ¿Cómo llega al Southport?
R. Tenía 18 años, casi 19. Para portero, era joven. En la vida, en cambio, el hecho de haberme ido de casa joven me había hecho madurar. En esa época yo llevaba dos años entrenando con el primer equipo todos los días, pero jugando con el segundo equipo. Veía que la sub-21 se me quedaba un poco pequeña a nivel de competición. No había aliciente. Era un fútbol más de academia. Sin presión. No había urgencia de ganar. Y yo necesitaba competir.
P. ¿Y pasó a una competencia hasta para comer?
R. Teníamos un pequeño bonus por ganar. Ese bonus les ayudaba a muchos compañeros a llegar fin de mes. Cuando jugábamos en Londres y regresábamos en autobús a las cuatro de la mañana, había jugadores que a las seis se tenían que levantar para ir a trabajar. Yo estaba acostumbrado a tener el desayuno, a que me lavaran la ropa, y allí me tenía que poner lavadoras en casa después de los partidos. Fue un golpe de realidad.
P. ¿Cuando ahora ve a jóvenes como Lamine Yamal, que está en su prime (su mejor momento), le dan ganas de explicarle todo esto?
R. No está en su prime, pero entiendo lo que me quiere decir. Son situaciones diferentes, pero creo que a los jóvenes hay que llevarlos por el buen camino para que entiendan que lo más importante es la persona y no el futbolista.
P. ¿Lo hizo con Lamine?
R. Bueno, tienes conversaciones. Y con tus historias le vas contado tus experiencias.
P. ¿En todo ese tiempo en el Southport, cogía experiencia como persona y futbolista, pero de la Rojita no tenía ni novedades, no?
R. No, aparece cuando llego a la Premier con el Brentford. Empecé muy bien la pretemporada, pero enseguida me lesioné. Y me habían dicho que podía estar en la órbita de Luis Enrique. Estuve 11 semanas de baja y en el siguiente parón me llamaron. En ese momento pensé: “Llegué, pero ahora me queda lo más complicado: mantenerme”.
P. ¿Usted qué tiene de loco?
R. Meto la cabeza donde la gente mete el pie. Tengo la nariz rota. Ahí tiene la respuesta. El portero está hecho de otra pasta. Recibimos pelotazos, patadas, codazos. Y, encima, no nos podemos quejar. Para ser portero tienes que ser diferente.
P. El elogio que acostumbra a recibir de que es bueno con los pies, ¿le gusta o le molesta? Al final, el portero tiene que parar, no chutar.
R. No, no me molesta, al revés. Sé la capacidad que tengo parando.
P. ¿Le está cuidando la portería a Unai Simón o quiere demostrar que puede ser titular?
R. Estoy aquí para ayudar al equipo.
P. Una respuesta de manual.
R. Es verdad. Cuando vuelva Unai ya será la decisión del míster.