España no chuta ni a tiros

La Roja, a la que no le sobró fútbol, se vuelve a quedar seca tras 17 remates y 917 pases ante una rácana Suecia y la grada carga contra Morata

Morata dispara a puerta en la ocasión más clara de España en la primera parte.Alejandro Ruesga

Dicen que en ocasiones la realidad es la escoria de la ilusión. Desde luego, lo fue para España. Todo estreno provoca ilusión. Y cabe que se imponga la realidad más cruda: para esta selección el gol es tan remoto como un viaje marciano. No le sobró una gota de fútbol, pero un puñado de ocasiones no le bastaron frente a la rácana Suecia, equipo limitado al atrincheramiento. La gente, la española, lo pagó con Morata, tomado como portada del mal mayor de esta Roja. No acertó el madrileño, como tampoco sus suces...

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Dicen que en ocasiones la realidad es la escoria de la ilusión. Desde luego, lo fue para España. Todo estreno provoca ilusión. Y cabe que se imponga la realidad más cruda: para esta selección el gol es tan remoto como un viaje marciano. No le sobró una gota de fútbol, pero un puñado de ocasiones no le bastaron frente a la rácana Suecia, equipo limitado al atrincheramiento. La gente, la española, lo pagó con Morata, tomado como portada del mal mayor de esta Roja. No acertó el madrileño, como tampoco sus sucesores: Gerard, Oyarzabal, Sarabia... De nada le sirvió a España dar palique a la pelota con 917 pases (el 85% de la posesión) ni 17 remates (solo cinco a puerta). Por ahora, esta Roja chuta poco y mal.

Tan novicia es esta España que acuna Luis Enrique que en el estreno en la Eurocopa solo se alistaron de inicio tres jugadores con pisadas en grandes torneos de selecciones: Alba, Koke y Morata. Sin contar sus internacionalidades, el resto de principiantes promediaba ocho. Consecuencia del nomadismo constante del fútbol español desde que apagaron una a una las velas de los tiempos de serpentinas. En Sevilla, tras las muchas auditorías del seleccionador asturiano, un equipo en busca de su dinastía al pie de un Everest, con la sobrecarga de los fracasos encadenados desde 2012.

Quiso Luis Enrique exprimir de entrada el 4-3-3, con Ferran y Dani Olmo como extremos y Pedri y Koke como escoltas de Rodri en el gabinete del medio campo. Sin chispa para el desborde, solo Jordi Alba y Llorente ventilaban por los costados. Más previsible era España por el embudo, bloqueada ante el enchironamiento de Suecia, por La Cartuja solo dispuesta al fregado defensivo.

A la Roja le faltaba volumen. Mucha monserga con la pelota, pero mucho juego de parabrisas, demasiada parsimonia. Ni un intrépido frente al apolillado rival sueco. Con todo, no precisó de gran cosa para generar media docena de ocasiones en el primer acto. Olsen se cruzó en el camino de Olmo, al que frustró un cabezazo y un disparo con cicuta desde fuera del área. Koke se extravió solo en una llegada sin arrestos al punto de penalti: el balón sobrevoló el segundo anfiteatro. Una jaimitada del central Danielson citó a Morata con el gol. Su remate, cara a cara con el meta Olsen, se fue al vacío. El público la tomó con el delantero de la Juventus, antes y después dale que dale al tajo. Pero en una España que tan poco intima con el gol, el ariete tiene una asignatura capital. Máxime cuando en el banquillo anda en chanclas Gerard Moreno, mejor goleador español del curso.

Ni por las bravas

En el seco, muy seco césped de La Cartuja, el relato del partido se redujo al campo sueco. De no ser por Isak, Luis Enrique pudo haber perpetuado la trama de la portería y ahorrarse un guardameta. De turista casi todo el encuentro Unai Simón solo tuvo foco para desviar un centro pifiado y la primera vez que apareció Isak, ya cumplido el minuto 40. Tras una jugada algo trompicada, el estupendo delantero de la Real se revolvió y su pase a la red lo desvió Llorente al poste a la izquierda de Unai. De la nadería absoluta, con sus camaradas con dedicación exclusiva a la madriguera de Olsen, Isak se bastó para tener en alerta a España. Repitió tras el intermedio, cuando ganó y protegió varias pelotas que permitieron estirarse a los suyos. Y tuvo aire para dejar a Berg con el gol en los morros, pero el chico debió pisarse los cordones.

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Por suerte para el grupo español, Jan Andersson, seleccionador rival, despidió a Isak un par de minutos después que Luis Enrique a Morata. Un cruce de caminos: la hinchada, como ya había hecho, cargó contra el español. Isak devolvió al público los aplausos mientras se retiraba. Morata no es el único camino al gol, hay otros atajos, otros responsables de tal barbecho.

Sin Morata, tampoco compareció Gerard. Murmullo en la grada. Lo hizo Sarabia y Ferran se colocó de nueve. No había forma. Esta España presiona con ánimo, procura dar sentido al juego —aunque se vuelva retórica en muchos tramos—, pero no da con la diana ni a tiros. Así que, finalmente, júbilo popular: la cometa de Gerard Moreno. Para entonces, exiliado Isak, Unai se instalaba, literalmente, en medio campo propio. Dimitida Suecia, Thiago pudo maniobrar como lo que no es, un pivote defensivo. La Roja al servicio del ingenio de Thiago, Pedri y Koke. Nada. Lo mismo dieron Gerard, Sarabia y Oyarzabal. Más elemental que en el primer tiempo, la Roja del segundo creó menos ocasiones. Hasta que por las bravas, ya descamisada, Gerard tuvo la mejor. Su cabezazo lo rechazó Olsen con la bota derecha. Tampoco embocó Sarabia. Ni con unos ni con otros. Para España, el gol es mucho peor que su peor pesadilla. Pero tan arcano es el fútbol, que el gol tan enigmático es cuando se va como sibilino cuando vuelve.

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