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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

Sergey Nilov: el trágico y desolador final de una cordada maldita

El alpinista ruso de élite muere en el Himalaya bajo una avalancha cuando trataba de recuperar el cadáver de su compañero Dmitry Golovchenko, fallecido ante sus ojos en verano de 2023

Dmitry Golovchenko junto a Sergei Nilov, en una imagen de la colección Golovchenko.Colección Golovchenko

Se trata de una historia desoladora. Triste. Y se puede resumir así: un alpinista muere cuando trataba de recuperar el cuerpo de su amigo, fallecido ante sus propias narices un año atrás. Muchos alpinistas salen al encuentro de la montaña para celebrar la vida escrita con mayúsculas, tratando siempre de eliminar la muerte de una ecuación que juega con variables tan dispares como la fortuna, los peligros objetivos, los errores humanos e, incluso, con el peso del destino. Los rusos Dmitry Golovchenko y Sergei Nilov, alpinis...

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Se trata de una historia desoladora. Triste. Y se puede resumir así: un alpinista muere cuando trataba de recuperar el cuerpo de su amigo, fallecido ante sus propias narices un año atrás. Muchos alpinistas salen al encuentro de la montaña para celebrar la vida escrita con mayúsculas, tratando siempre de eliminar la muerte de una ecuación que juega con variables tan dispares como la fortuna, los peligros objetivos, los errores humanos e, incluso, con el peso del destino. Los rusos Dmitry Golovchenko y Sergei Nilov, alpinistas de élite premiados dos veces con el máximo galardón existente, los Piolets de Oro, se sabían afortunados. Nadie sabía ni podía imaginar que su cordada, al parecer, estaba maldita.

No obstante, no se sobrevive a un currículo como el suyo sin la compañía de ciertas dosis de buena fortuna, como cuando en 2019 invirtieron 18 días en escalar la este del Jannu (7.710 m), los seis últimos sin alimentos, avanzando a tientas por un terreno minado de avalanchas y grietas. Tardaron tantos días en bajar, en escapar de la montaña, que Nilov se puso en plan chistoso y lanzó un irónico mensaje de texto gracias a su teléfono vía satélite: “De verdad, ¡queremos bajar!”. Pero la visibilidad era tan reducida y el terreno tan laberíntico que no se atrevían a poner un pie delante del otro por miedo a caer al vacío.

La buena fortuna retroalimenta la ambición, así que ambos se plantaron en agosto de 2023 bajo la arista sureste del Gasherbrum IV (7.925 m), en la cordillera del Karakórum, perteneciente al Himalaya, con la intención de abrir allí una nueva ruta. Cerca de la cima, por encima de los 7.600 metros, en un terreno sumamente técnico, dieron con una plataforma minúscula de nieve sobre la que tallaron a golpe de piolet una repisa donde anclaron su tienda de campaña. Esa misma noche, incómodos e inseguros, decidieron recolocar su tienda, mejorar la plataforma y estabilizar su pequeño hogar. Nilov, aspecto de filósofo con sus gafas y su barba puntiaguda, salió al exterior y se puso a trabajar mientras Golovchenko ordenaba el material en el interior para no perder nada. Entonces sucedió algo impensable: la tienda resbaló ladera abajo por un corredor de nieve empinado arrastrando consigo a Golovchenko, quien se había soltado de la cuerda de seguridad para poder facilitar las labores. Tres días después, y tras sufrir un calvario para escapar con vida de la trampa mortal en la que se hallaba, Nilov alcanzó el pie de la arista, encontró los restos de su amigo, los envolvió con la tela de la tienda de campaña y juró que regresaría, que lo llevaría a casa, que su familia podría enterrarlo y visitarlo en el cementerio.

El pasado sábado 17 de agosto, Nilov y otros dos alpinistas rusos iniciaron las labores de recuperación del cadáver de Golovchenko. Ni siquiera llegaron a acercarse: el desprendimiento de un serac (masas de hielo inestables presentes en los glaciares) provocó una avalancha que destrozó la comitiva cuando esta avanzaba en la zona baja de la montaña. A la hora de los recuentos, faltaba Nilov. Ni rastro. Los otros dos quedaron seriamente heridos: Sergei Mironov y Mijail Mironov (idéntico apellido, sin lazo familiar) estaban varados a unos 6.200 metros, pero al menos pudieron contar con la ayuda desde la distancia de otros dos compañeros, que al estar enfermos se habían quedado en el campo base. Ambos se encargaron de organizar las labores de rescate, de acuerdo con el ejército y con escaladores locales. Los dos alpinistas malheridos tuvieron, al menos, la dicha de encontrar la mochila de Nilov y otra que les fue arrancada en el momento de sufrir la avalancha. Así, disponían de sacos de dormir y de hornillos para derretir nieve e hidratarse; si bien uno de ellos apenas podía moverse con una cadera y varias costillas rotas. Inmovilizados y expuestos a nuevos aludes, permanecieron cerca del lugar del accidente hasta que el día 20 seis alpinistas pakistaníes (cuyos nombres no han trascendido) lograron alcanzar a los heridos, y conducirlos hasta una zona en la que un helicóptero militar de Pakistán pudo evacuarlos.

Retrato de Golovchenko durante su expedición al GIV, en el verano de 2023.

No así a Nilov. Uno de los pilotos aseguró haber visto su cuerpo, pero el mal tiempo en la zona ha zanjado cualquier intento de recuperación de sus restos.

Dmitry Golovchenko y Sergei Nilov representaban un tipo de alpinismo en vías de extinción: valoraban la discreción, el amateurismo (aunque fuesen himalayistas de élite, tenían trabajos al margen) y el respeto a una idea sagrada de cordada en la que la suma de dos talentos multiplica el valor individual. Ni uno ni el otro deseaban cambiar de pareja de baile: se sentían en perfecta comunión con sus deseos y capacidades. No se trataba de escalar montañas, sino de hacerlo juntos.

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