La Argentina de Messi tiene su ‘Maracanazo’: gana a Brasil la final de la Copa América
El 10 conquista su primer título grande con la Albiceleste, que se impone con un tanto de Di María (1-0) y rompe una sequía de 28 años sin celebraciones
Messi convirtió Maracaná en el Camp Nou. Su fútbol fue excelso en la Copa América, discreto en la final contra Brasil, pero el 10 por fin ganó con Argentina un título importante después de imponerse la Albiceleste a la Canarinha por 1-0 con un tanto de ...
Messi convirtió Maracaná en el Camp Nou. Su fútbol fue excelso en la Copa América, discreto en la final contra Brasil, pero el 10 por fin ganó con Argentina un título importante después de imponerse la Albiceleste a la Canarinha por 1-0 con un tanto de Di María. El rosarino forjó su fama mundial a fuerza de goles (672) y asistencias (305), también a base de títulos con el Barcelona (34). Aunque rematador (76) y pasador (53), con Argentina le perseguía la sombra de la derrota, vencido en cuatro finales (2007, 2015 y 2016 en América y 2014 en el Mundial). Se acabó la frustración, tan decisivo de albiceleste como de azulgrana, Messi ahuyentó todos sus fantasmas y aumentó su leyenda, nada menos que ante el histórico Brasil y en el mítico Maracaná. Di María ejerció de Ghiggia, y Messi, a los 34 años, ya tiene su título con Argentina. Un Maracanazo, aunque con solo 5.000 espectadores en las gradas.
En el fútbol manda la habilidad y el carácter. También, la tenacidad. Nadie podrá discutir jamás la habilidad y el carácter del 10, tampoco su perseverancia con Argentina. No estuvo solo el rosarino. Scaloni construyó un equipo sólido en defensa, representando por el sorprendente Dibu Martínez en la portería, el equilibrio de De Paul y Lo Celso en la medular y, por supuesto, la presencia de Messi en ataque, elegido mejor jugador de la Copa, máximo goleador (cuatro) y asistente (cinco). Argentina honró a su historia. Por momentos, mostró fútbol, siempre tuvo carácter y se subió a lo más alto del podio después de 28 años sin títulos. El último fue en la Copa América de 1993. En medio Argentina había perdido dos finales frente Chile (2015 y 2016) y otras dos ante su gran rival Brasil (2004 y 2007).
El clásico de los clásicos de América entró en ebullición a partir de la aparición de Maradona. Argentina tenía su duelo particular en el Río de la Plata después de perder el primer Mundial (1930) y la primera Copa América (1916) ante Uruguay. Y Brasil, por su parte, también focalizaba su rivalidad en la Celeste, verdugo histórico de la Canarinha en 1950, cuando Ghiggia construyó la leyenda del Maracanazo. Brasil nunca ganó un Mundial en su tierra, sin embargo, siempre se había coronado campeón de América cuando había ejercido de anfitrión. Hasta que apareció la Argentina de Messi y el gol de Di María.
El recorrido de Brasil, que se adivinaba arrasador antes del pistoletazo inicial de la Copa América, invicta en partidos oficiales desde el Mundial de Rusia cuando cayó ante Bélgica en cuartos de final, sembró dudas en su tierra. Goleó y sufrió, nunca gustó. La Albiceleste, en cambio, ha pasado de la oscuridad a la luz, ha cambiado fragilidad defensiva por solidez, ha sido liderada por Messi, como siempre en el juego pero como nunca en el vestuario.
Argentina no se sentía débil frente a Brasil y, de entrada, pidió la pelota en Río. Lo intentó, al menos, desde la alineación. Entendía Scaloni que Brasil no iba a atorar a la Albiceleste y rodeó a Messi con un centro del campo jugón con Paredes, Lo Celso, De Paul y Di María. Aparecieron los dos jugadores del PSG por Guido Rodríguez y Nico González, dos cambios respecto al duelo en semifinal frente a Colombia; a los que le sumó tres más en la zaga: Romero, Montiel y Acuña por Molina, Pezzella y Tagliafico. Agitación en la pizarra del técnico argentino. Todo lo contrario hizo Tite. El preparador de la Canarinha apostó el mismo once que frente a Perú. Y Brasil volvió a caer en su propia trampa, lento en la circulación del balón, sin más chispa que la gambeta de Neymar.
A la Brasil de Tite se le discutía su envoltorio. Ganaba, sí, pero no invitaba a soñar con algo grande, mucho menos a recordar a su pletórico pasado. Es un equipo pragmático y serio, que solo se rebela frente a la monotonía cuando la pelota aterriza en las botas de Neymar. Al 10, sin embargo, le costaba encontrar el balón frente a Argentina. Aunque el plan de controlar el partido a través de la posesión no le funcionaba, la Albiceleste logró aislar a Neymar. La protagonista, en cualquier caso, era la tensión: en el primer cuarto de hora se contó una falta por minuto.
A un partido bronco, con más nervio que juego, solo lo podía romper un error. El pase cruzado en profundidad de De Paul encontró a Di María solo ante Ederson después de error de Lodi. El Fideo ni se inmutó. Con tranquilidad, en el Maracaná, acarició el balón por arriba del portero del Manchester City. El gol liberó a Argentina. Entonces sí, el equipo de Scaloni se animó a descansar con el balón. A Tite no le quedó más remedio que arriesgar. Rompió su doble pivote con Fred y Casemiro, y apostó por cuatro delanteros, con Paquetá como rueda de auxilio del jugador del Madrid.
Brasil se metió en el campo de Argentina. Algo no cambió: la Canarinha seguía dependiendo de la inspiración de Neymar. El 10, como siempre, no se escondió. Pidió el cuero y lideró a sus compañeros hacía la portería de Dibu Martínez. El portero de la Albiceleste resistía, mientras Neymar se impacientaba, cada vez más irritado con el árbitro, peleón con sus rivales. De Messi, mientras tanto, casi nada. Solo la tranquilidad de sus compañeros cuando buscaba dormir el partido. Tuvo, eso sí, la oportunidad de marcar el 2-0. La desperdició. No lo lamentó. La suerte, al fin, se había puesto de su lado con la Albiceleste. Como si el rosarino tuviera una ayuda extra, esa que le había faltado en las cuatro finales perdidas. Ya se sabe cómo son los dioses: no ayudan en la tierra. Se murió Maradona y Messi pudo levantar un título grande con Argentina.
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