Roglic y Mas comienzan la reconquista de la Vuelta a España

El esloveno, seguido por el del Movistar, rompe la carrera en el último puerto y recorta casi un minuto al líder O’Connor

Roglic cruza la línea de meta por delante de Enric Mas en la octava etapa de la Vuelta.Javier Lizon (EFE)

Que si sí, que si no; que si la fuga corona, que si el pelotón los ningunea. Calculadoras y pinganillos, pedaladas de sofoco para todos, intriga y emoción. Escapados que miran hacia atrás; perseguidores que buscan el ritmo que anule la ventaja. Historietas, sin embargo, para Roglic, que en los últimos tres kilómetros y medio encadenó ataque tras ataque para deshacer al pelotón, absorber a los escapados —Tejada, el drama sobre la bici, adiós a la gloria cuando veía la meta—, retorcer al líder O’Connor y desfigurar a todos. O a casi todos, porque Enric Mas, que está como en los viejos tiempos, piernas ligeras y pedalada eléctrica, le aguantó las embestidas. Incluso le disputó el sprint. Pero a eso no puede jugar. Trabajo, en cualquier caso, que explicó que a la Vuelta le queda más historia, suficientes puertos, muchos ataques. Roglic y Mas, los reconquistadores.

Úbeda, Patrimonio de la Humanidad, ciudad repleta de monumentos, de una belleza abrumadora, dio la salida a la etapa, calles empedradas y estrechas, gente a borbotones, ánimos incesantes, fiesta del ciclismo. Eso replicó el pelotón, show entre los puertos del Mirador de las Palomas (2ª categoría) y la Sierra de Cazorla (3ª), trampas por salvar y una fuga por descascarillar.

Precisamente, como ocurriera en Yunquera (etapa 6), cuando Ben O’Connor desconchó la Vuelta, el pelotón se relamía con el perfil orográfico porque una fuga podría fraguar. Se sucedieron los ataques de buenas a primeras, protagonistas que querían dar la campanada como Marc Soler o Van Aert, intentonas frustradas porque el pelotón no quería más sorpresas irreparables. De ahí que en la primera hora se recorriesen 51 kilómetros. A toda vela. Fueron momentos de estrés, aunque sobre todo para Ineos, puesto que Carlos Rodríguez pinchó y el equipo decidió quedarse para volverle a catapultar al pelotón.

Sucedió que al fin se hizo brecha, exploradores Tejada (Astana), Leemreize (DSM) y Schmid (Jayco), atrapados más tarde por Izagirre (Cofidis), Lazkano (Movistar) —resurrección como pocas porque en la jornada anterior se pegó un batacazo para olvidar—, Oomen (Lidl-Trek), Le Berre (Arkéa-B&B Hotels) y Vergallito (Alpecin). Ocho mosqueteros que desfilaban entre la belleza de las montañas, riachuelos alegres, pinares frondosos, naturaleza pura. Aunque poco tiempo tenían para contemplar porque quedaba un mundo y por detrás apretaba… Israel. Sí, Israel, que se rebeló al ritmo amodorrado y acomodado del AG2R. Cuenta algún director de equipo que podría ser algo estudiado, que quizá le interesa que algún ciclista menor le quite el maillot rojo a O’Connor, siempre y cuando siga manteniendo la minutada con Roglic, Mas, Landa y compañía, los verdaderos aspirantes. Una jugarreta que significaría el traspaso de papeles y responsabilidad para el equipo, que también mantendría al australiano como favorito. Así, impulsado el pelotón por Israel, las cuentas quedaron en cuatro minutos a las faldas del primer puerto. “Es un final bueno para Michael Woods”, resumió con franqueza Óscar Guerrero, director del Israel.

Pero tras el puerto, con 3m 30s de ventaja para los escapados, quedaba la bajada, kilómetros de repecho y otra subida de las que pica, tierra bañada en olivos —70 millones hay en la provincia de Jaén— que no beneficiaba a los fugados, pues por detrás los ciclistas corrían a una velocidad que ponía los pelos como escarpias, jugándose la vida porque un mínimo fallo les haría besar —siendo generoso— el asfalto. Faltaba, en cualquier caso, lo mejor: la Sierra de Cazorla, 4,8 km, pendiente media de 7,1% y rampas del 20%, un martirio, una angustia. Aunque no para Roglic. Ni para Mas.

Cuando se empinó la carretera, Roglic puso el turbo y a ver quién me sigue. Fueron pocos porque Vlasov se dio un tortazo y resquebrajó al pelotón. Pero estaban los favoritos, todos en fila, sudores fríos. Parecía, entonces, que O’Connor estaba entero. Aunque Roglic explicó lo contrario. Otro ataque a 2,5 kilómetros, uno de esos que hacen tiritar, solo con Mas como sombra. Flaqueza de O’Connor; grandeza de un Roglic que, de repente, volvió a auparse sobre la bici, a contragolpear, a hacer algo más que pupa. Tiberi, Carlos Rodríguez, Landa… se quedaban descolgados. Quedaban, claro, más ataques. El esloveno no quiere entregar la Vuelta, su territorio —que por algo tiene tres—, y a falta de un kilómetro, pendiente de 13,5%, alcanzó a Tejada, que lloró en silencio, roto, tan cerca y tan lejos.

Ocurrió que Mas lanzó su órdago, su sprint. Pero no le dio ante Roglic. Detrás, llegó Landa, siempre de menos a más. A 46 segundos de Roglic (56 contando el bonus) arribó O’Connor. Ya sabe que la tortura será larga, que Roglic y Mas quieren la reconquista.

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