El ‘cometa Tadej’ ilumina el Tour de Francia
El segundo y el tercero, Vingegaard y Evenepoel, orgullosos de su ascensión al Plateau de Beille, afirman que la de Pogacar fue “la mejor actuación de la historia”, y el esloveno cree que también
Hubo un tiempo, hace no tanto, en el que quien hablaba del Plateau de Beille (16 kilómetros al 8%) decía ¡Platóooooo de Beiiiiille! con la voz apocalíptica de Didi Senft, el diablo saltarín tantos Tours dando saltos en las cunetas, y añadía, cuyo solo nombre provoca escalofríos. Ese tiempo pasó, barrido por un ciclista, un fenómeno que como el cometa Halley solo brilla en el firmamento una vez cada decenas de años, y deja a todos con la boca abierta de admiración y arrobo, y hasta los rivales apl...
Hubo un tiempo, hace no tanto, en el que quien hablaba del Plateau de Beille (16 kilómetros al 8%) decía ¡Platóooooo de Beiiiiille! con la voz apocalíptica de Didi Senft, el diablo saltarín tantos Tours dando saltos en las cunetas, y añadía, cuyo solo nombre provoca escalofríos. Ese tiempo pasó, barrido por un ciclista, un fenómeno que como el cometa Halley solo brilla en el firmamento una vez cada decenas de años, y deja a todos con la boca abierta de admiración y arrobo, y hasta los rivales aplauden. Es el cometa Tadej, que el domingo iluminó el Plateau de Beille, convertido ya, quizás, en un observatorio astronómico a la espera de, no se sabe cuándo (los campeones del ciclismo nacen cuando quieren, no cuando el orden astral lo determina), un fenómeno similar.
“Hemos sido testigos de la escalada más rápida de la historia”, proclama al día siguiente, descanso en el Tour, que se acerca a los Alpes, el mismo Tadej Pogacar, que baja a la tierra, vuelve a ser el niño que siempre quiere ser, tan travieso, y cuenta que en la salida que ha hecho en bicicleta ha parado en una panadería y se ha comido “el mejor brownie” de su vida, pero que nadie se lo diga a Gorka Prieto, su nutricionista.
Los números dejan a los científicos del ciclismo, y a los tecnólogos, que son legión, rascándose la cabeza. Lanzado los cinco primeros kilómetros por Matteo Jorgenson, el lugarteniente de Vingegaard que acometió la subida a tutta, y a rueda del danés seis kilómetros más, Pogacar culminó la subida en 39m 39s (tres minutos menos que el Marco Pantani mágico del 98), a una media de 23,8 kilómetros por hora. Cuando atacó, respondiendo al último suspiro de Vingegaard, a falta de cinco kilómetros, en el tramo más duro (9,5%) se mantuvo a 26,6 por hora durante un kilómetro, y completó los últimos cinco en 11m 41s. También Vingegaard, el segundo, que cedió 68s en cinco kilómetros, batió la marca de Pantani. No bajó de los 40 minutos, pero los que conocen sus datos afirman que necesitó una potencia de 6.7-8 vatios por kilo para mantener su velocidad, lo que hace suponer que el esloveno pudo llegar hasta los 6,9 o 7 vatios por kilo. “Fue el mejor día de mi vida sobre la bici”, dice Vingegaard el lunes. “Y supongo que también lo fue para Pogacar, porque creo que es la mejor ascensión que se ha visto nunca en el ciclismo”.
Los que lo observaron de cerca, no escondían su sentimiento de haber sido protagonistas, actores secundarios y testigos de una gran maravilla. Inclasificable. “Es más grande que Eddy Merckx”, dice Michael Rasmussen, el ciclista danés al que derrotó Contador en su ascensión al Plateau de Beille en 2007. “Cuando Merckx el pelotón era mucho más flojo. En la fuga que acabó aniquilada iban ganadores de Giro, podios de Tour, podios de Vuelta… Y dejó en nada en apenas cinco kilómetros a Vingegaard y a Evenepoel, dos Tours y una Vuelta…”
Mientras Vingegaard repite que él nunca se rinde mentalmente, que uno que ha ganado dos veces el Tour no puede conformarse con ser segundo, que si hace algo que le tenga tanto tiempo lejos de su familia, y midiéndose la hemoglobina regularmente para ver cómo recupera y asimila los entrenamientos en altura, necesita tener “hambre”, ambición de obtener el mejor premio, en su equipo dejan caer, alucinados, que no solo no podrán este año con el esloveno, sino tampoco en los próximos cinco, y que nadie podrá con él.
Remco Evenepoel, el chico más feliz del mundo con su maillot blanco, su tercer puesto en el podio y el sentimiento de que el Tour le quiere y le acoge amoroso, y por haber perdido solamente 2m 51s en el Plateau, arranca fuerte su conferencia de prensa. “Sinceramente, creo que Tadej acabó con el Tour de alguna manera”, dice, y se echa a reír. “No, no, es broma. Una etapa de 200 kilómetros y 5.000 metros de ascensiones… La subida de Tadej es la mejor que jamás veremos en el ciclismo. Uno que supera el tiempo de Pantani en casi cuatro minutos sencillamente es alguien de otro planeta. Pero yo estoy orgulloso de haber sido también más rápido que Pantani”.
Pogacar no quiere hablar de Pantani, quien comenzó a ganar el Tour del 98 el mismo año que el Giro, justo el objetivo de Pogacar este año, imponiéndose en el Plateau de Beille a Jan Ullrich. “Nací dos meses después de aquello. Por desgracia, no tuve la experiencia de ver a Pantani o de conocerle”, dice. “Es un dios del ciclismo en Italia, pero personalmente, no me gustan estas comparaciones, no quiero que se me compare con alguien de hace 30 años”.
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