Un chapuzón de final de verano
Charles Sprawson escribió un libro de referencia sobre la natación y su vinculación con las sociedades
El destino de cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede estar escrito en cualquier periódico de cualquier día. El del Charles Sprawson, por ejemplo, apareció impreso en el diario inglés The Times. Dos veces, al menos. La primera sucedió cuando era un adolescente. La lectura de la crónica de la final de los 1.500 metros de natación en los Juegos de Melbourne de 1956 lo llevó a saber de la existencia de Murray Rose y de su victoria en la prueba. En una edad e...
El destino de cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede estar escrito en cualquier periódico de cualquier día. El del Charles Sprawson, por ejemplo, apareció impreso en el diario inglés The Times. Dos veces, al menos. La primera sucedió cuando era un adolescente. La lectura de la crónica de la final de los 1.500 metros de natación en los Juegos de Melbourne de 1956 lo llevó a saber de la existencia de Murray Rose y de su victoria en la prueba. En una edad en la que se buscan héroes, él eligió a Rose, un nadador. La segunda tuvo lugar cuando Sprawson trabajaba como guarda en una piscina pública londinense construida en la época victoriana –“tan deprimente y sucia que nadie la visitaba”-. Se encontró un anuncio por palabras escrito en latín que ofrecía un puesto para enseñar cultura clásica en una universidad árabe. Fue en esa etapa cuando comenzó a trabajar en El nadador como héroe (Siruela), un libro en el que recorre el papel que la natación ha jugado en distintas sociedades.
La sólida formación humanista que recibió Sprawson le permitió escribir un texto que es ensayo, historia y memoria del deporte y que, casi desde el mismo momento en el que se publicó, se convirtió en un referente. La primera Sociedad de Nado de Inglaterra la fundó en 1828 un grupo de antiguos alumnos de Eton. Estaba inspirada en la cultura clásica. Sus documentos registraban los ríos, lagos y arroyos en los que se habían bañado sus miembros. Un calendario recogía los cumpleaños de nadadores clásicos y contemporáneos: de Ulises a Byron. De aquellas fuentes bebió Sprawson, que también se acerca al romanticismo alemán, a la codicia del sueño americano que terminó llegando a la costa Oeste y al equipo japonés que, en los Juegos de 1932, se plantó en Los Ángeles para ganar cinco de las seis pruebas. En esa misma ciudad, Sprawson conocería mucho tiempo después a Rose. Nadar, le dijo, supone una relación intensamente sensual, una sucesión rítmica de sonidos que tiene lugar cuando las manos cortan el agua que discurre bajo el cuerpo y forma una ola contra el lado de la cara.