La revolución silenciosa de la escaladora Lynn Hill
La estadounidense, capaz de escalar en los años 90 paredes que los hombres no podían, antepuso la libertad al dinero
Existen revoluciones que se dan en silencio, sin discursos, gritos, debates ni polémicas. Revoluciones que llegan de la mano de la determinación o la valentía, primero, y de la excelencia, después. Son hechos que generan el vacío de la incomprensión y, a renglón seguido, la magia admirada de lo inesperado. Ocurre sin que medien cañonazos ni golpes de estado. De hecho, parece que todo sigue igual cuando en realidad todo se ha transformado… o ha empezado a hacerlo. Lynn Hill (Oregón, 62 años) se convirtió ...
Existen revoluciones que se dan en silencio, sin discursos, gritos, debates ni polémicas. Revoluciones que llegan de la mano de la determinación o la valentía, primero, y de la excelencia, después. Son hechos que generan el vacío de la incomprensión y, a renglón seguido, la magia admirada de lo inesperado. Ocurre sin que medien cañonazos ni golpes de estado. De hecho, parece que todo sigue igual cuando en realidad todo se ha transformado… o ha empezado a hacerlo. Lynn Hill (Oregón, 62 años) se convirtió en 1993 en la primera persona en escalar en libre la pared más icónica y deseada del planeta, El Capitán. Hace 30 años justamente. No contenta con la hazaña, regresó un año después y repitió superando el reto en menos de 24 horas.
Escogió la ruta original de la pared bautizada como The Nose (la Nariz) y logró escalar cada uno de sus casi 1.000 metros de granito vertical sin usar otra cosa que sus dedos y la adherencia de la goma de sus pies de gato. De pronto, una mujer de 1,52 metros, 45 kilos, penetrantes ojos azules y melena rubia podía permitirse el lujo de mirar a los hombres desde la cima de su propio arte. Pero no quiso: tan solo se limitó a decirles: “¡Ahí va, chicos!”, con una sincera sonrisa. Los escaladores masculinos llevaban años intentando lo mismo, pero caían sin remedio y acababan pasando en artificial, es decir colgándose de los seguros, tirando de ellos y progresando a duras penas. Una bofetada para su ego. Llegaron a decir que el libre en The Nose era imposible.
“De haberlo logrado ahora, quizá me hubiese hecho rica, como Megan Rapinoe, pero nunca he antepuesto el dinero al profundo sentido que concedo a la libertad personal. Durante toda mi vida me he sentido así, sin ataduras, y puedo decir que he hecho lo que deseaba. Es por eso por lo que sigo trabajando con conferencias, masterclass y demás para pagar mis facturas”, explica Hill en conversación telefónica, la mujer que perpetró su genial golpe en un lugar (Yosemite, California) en el que reinaban los llamados stonemasters (maestros de la roca y de estar colocados), muchos de ellos orgullosos de ser tratados como machos alfa. Con todo, fue entre ellos con quien Hill aprendió a escalar en una comunidad heterogénea que reunía desde cirujanos a ladrones, unidos todos por la pasión vertical. De hecho, fue pareja de John Long, uno de los escaladores más importantes de la historia estadounidense, miembro del terceto que escaló por vez primera The Nose en el día.
Igual que los hombres
“El mayor de los pequeños héroes que he conocido nunca es Lynn Hill. El resto de nosotros nos limitamos a sujetar su cuerda”, escribiría John Long en el prólogo de la biografía de la escaladora publicada en el año 2000. No todos pensaban lo mismo en la década de los noventa. Al francés Jibé Tribout, uno de los fenómenos de la época, se le revolvía el estómago con cada logro de Hill. Y lo expresaba en voz alta. “Lo más curioso es que Tribout era mi amigo. Por supuesto, me molestaban mucho las actitudes sexistas de la época y me sorprendían porque la escalada era la primera actividad que me resultaba auténticamente igualitaria. Todos somos iguales ante la roca y cada cuál es libre de dibujar su propia coreografía para adaptarse a la roca”, explica Lynn Hill.
Tribout llegó a afirmar que una mujer jamás escalaría una vía de dificultad 7c a vista (es decir, sin conocer nada de la ruta). Tres años después, Hill fue la primera en lograrlo. Cuando a mediados de los ochenta llegaron las primeras competiciones de escalada en roca, una de las más importantes se celebró en Arco (Italia). El ganador masculino se llevaba un coche. Cuando Hill preguntó por qué no había coche para la vencedora, el organizador se desternilló asegurándole que no lo habría ni aunque escalase en topless…
Igual que Billie Jean King en 1973, Hill se plantó. A principios de los ochenta, participó en varias ediciones de un concurso —Sobrevive el más fuerte— de resistencia y habilidad. Cuando supo que las mujeres cobraban una tercera parte que los hombres, se quejó y logró que éstas cobrasen el doble. En esos años, Hill hacía malabarismos para seguir escalando, sobreviviendo con muy poco y con trabajos esporádicos. Fue una elección consciente, un deseo que la falta de comodidades nunca erosionó, como tampoco lo hizo un accidente del que salió viva de milagro.
En 1989, al alcanzar el final de una ruta deportiva de 30 metros de alto en la escuela francesa de Buoux, Hill se colgó de la cuerda y cayó a plomo. No había terminado de confeccionar su nudo de encordamiento. Tuvo la fortuna de aterrizar sobre un pequeño árbol, salvándose de la muerte. Después, tuvo que enfrentarse al miedo. Y venció.
Hill tuvo varios patrocinadores durante su carrera, pero los fue dejando: “Entendí que perdía libertad”. Ahora es embajadora de una firma italiana, Scarpa; Francia e Italia, dos países con enorme tradición de escalada en roca, acogieron durante años a la estadounidense, quien en su perfil de Instagram se hace llamar Lina Colina, simpática traducción de su nombre y apellido.
Con todo, la presencia de la mujer en el mundo de la escalada, y aún más en el del alpinismo, siempre ha sido minoritaria. Es ahora, en la segunda década del siglo XXI, cuando ha irrumpido para empezar a nivelar un desequilibrio que a muchos resultaba descorazonador. La proliferación de rocódromos y el efecto llamada de las redes sociales han convencido a muchas mujeres que ahora se asoman a un mundo que permanecía demasiado cargado de testosterona. Hill fue el modelo a seguir para incontables mujeres, igual que lo fueron Catherine Destivelle, Josune Bereziartu y ahora la eslovena Janja Garnbret. Referentes que recuerdan que todo es posible, o al menos imaginable. “Cuando hemos iniciado nuestra conversación, y te he contado que estoy probando una vía dura de largos, te has sorprendido, seguramente debido a mi edad. El siguiente paso será normalizar que las mujeres sigamos escalando a una edad avanzada, y lograr que a nadie le extrañe”. Palabra de Lynn Hill.
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