Pachetismo en el Villarreal
El técnico es una de esas personas con un carisma especial, que te atrapa cuando habla por su naturalidad, sencillez y espontaneidad
Leí hace tiempo por la red X (siento no recordar al/la autor/a) que cuando habla Pacheta, boli y libreta. Me parece el mejor resumen posible para referirnos a José Rojo Martín. Cuánta razón tiene esa frase y cuánto me alegro de que a gente como él le vaya bien en el fútbol y en la vida.
Pacheta es una de esas personas con un carisma especial, que te atrapa cuando habla por su naturalidad, su sencillez, su espontaneidad y su sinceridad. No se le caen los anillos a la hora de hacer autocrítica, siempre se pone delante en la cola de los reproches y el último en la de los halagos.
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Leí hace tiempo por la red X (siento no recordar al/la autor/a) que cuando habla Pacheta, boli y libreta. Me parece el mejor resumen posible para referirnos a José Rojo Martín. Cuánta razón tiene esa frase y cuánto me alegro de que a gente como él le vaya bien en el fútbol y en la vida.
Pacheta es una de esas personas con un carisma especial, que te atrapa cuando habla por su naturalidad, su sencillez, su espontaneidad y su sinceridad. No se le caen los anillos a la hora de hacer autocrítica, siempre se pone delante en la cola de los reproches y el último en la de los halagos.
Ahora que ha fichado por el Villarreal se le presenta un reto mayúsculo: “No tengo experiencia en Europa, pero la cogeré rápido. Tampoco tenía experiencia en ascensos y los he logrado”. Corría el riesgo de encasillarse, como les ha pasado a tantos otros. Quedarse estancado en el cartel de entrenador salvador, al que hay que llamar cuando el primero no ha sabido sacar las castañas del fuego, el que siempre salva al equipo cuando está en la UCI.
Eso es lo que llevó por ejemplo a Mendilibar al Sevilla. La temporada pasada el cuadro hispalense se encontraba en una situación crítica en la que el abismo del descenso era más real que nunca. El de Zaldívar, no solo salvó la categoría, sino que en dos meses cambió la cara al equipo, lo transformó y lo hizo campeón de la Europa League. Algo impensable cuando llegó porque ese no era el objetivo.
Pacheta también es ese tipo de entrenador al que siempre se le ha asociado al sufrimiento, a la salvación in extremis, a celebrar victorias en la última jornada como si fueran títulos. Al que se le llama cuando las cosas no van bien y tienen que cambiar algo. La situación del Villarreal es muy distinta a la que se encontro Mendi cuando aterrizó en Nervión. Primero por el tiempo que llevamos de competición. En solo cuatro jornadas el submarino amarillo ha sumado tres puntos, una victoria y ocupa el puesto décimo-quinto en la clasificación. Y todavía no han llegado las curvas. La situación no es ni mucho menos dramática, pero ya sabemos que los parones son una trituradora de entrenadores.
Huesca, Valladolid, Elche… son algunas plazas en las que ha tocado su música el bueno de Pacheta y en todas ha salido con la cabeza alta, haya o no haya cumplido con el objetivo. Ahora el burgalés viene a devolver la confianza a una afición que se ha malacostumbrado (y con razón) a que su equipo se codee con los más grandes no solamente de España sino también de Europa. Se han acostumbrado a que en Manchester, Londres, Salzburgo o Zagreb sepan que al sur-este de España hay un pueblo de algo más de 50.000 habitantes que temporada sí, temporada también pasea su jogo bonito por el continente.
Al club que preside Fernando Roig le convenció su forma de ser, la ilusión que transmite y el estilo de entrenador que es. Es decir, su carácter ganador. Como él mismo reconoció a finales de 2022, cuando entrenaba al Real Valladolid: “No soy capaz de manejar la derrota, hablé con psicólogos”.
Su llegada a Vila-real ilusiona a la afición grogueta. No hay más que ver el primer entrenamiento con el nuevo técnico en el que más de mil aficionados le recibieron con aplausos y mensajes de ánimo. Esa ilusión se tiene que transformar en resultados siendo creyentes de Pacheta, porque el Pachetismo es como una religión.
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