Ángel David Rodríguez, ‘el Pájaro’, vuela del atletismo
El atleta 21 veces campeón de España se despide con un legado que va más allá de sus récords. “Es un mito en la velocidad española”, dice el técnico Ramón Cid
Ángel David Rodríguez dice que ni le gusta ni le disgusta el apodo del Pájaro que le pusieron los amigos del barrio de Las Nieves, en Móstoles, a aquel chiquillo flaco e inquieto. Unos chavales que jamás imaginaron que sería el sobrenombre por el que sería conocido un mito de la velocidad española, un atleta que esta semana ha anunciado que deja el atletismo después de lograr el récord nacional en 100 metros, 60m en pista cubierta, 50m, 4x100 y 4x100 mixto. El madrileño de 43 años ha pasado tanto tie...
Ángel David Rodríguez dice que ni le gusta ni le disgusta el apodo del Pájaro que le pusieron los amigos del barrio de Las Nieves, en Móstoles, a aquel chiquillo flaco e inquieto. Unos chavales que jamás imaginaron que sería el sobrenombre por el que sería conocido un mito de la velocidad española, un atleta que esta semana ha anunciado que deja el atletismo después de lograr el récord nacional en 100 metros, 60m en pista cubierta, 50m, 4x100 y 4x100 mixto. El madrileño de 43 años ha pasado tanto tiempo en la alta competición que le ha dado tiempo a conquistar 21 títulos de campeón de España.
El Pájaro anda estos días por Benidorm, de sol y playa, con su mujer, Ana Fraile, que fue cuatrocentista, y su hijo, Dante, que tiene cuatro años y reclama mucha atención. “Aquí estoy, echando barriguita”, bromea el exatleta de 1,78 y quizá ya algo más de los 66 kilos que muchas veces le hacían parecer una piltrafa entre las moles que dominaban el esprint en las grandes citas internacionales. Rodríguez estuvo en todas: dos Juegos Olímpicos, cuatro Mundiales y seis Europeos. Y en muchas Copas de Europa de naciones, la competición que adoraba y en la que desarrolló el compañerismo que siempre le ha caracterizado y el amor por los relevos.
El velocista ha trascendido las estadísticas. Dos rasgos, más allá de tiempos y medallas, le han definido: el afán por aprender y su gusto por aconsejar a las generaciones de atletas españoles que han venido por detrás. “El Pájaro ha vivido en una búsqueda permanente para mejorar. Es un mito en la velocidad. Tiene una forma de ser y ha estado tanto tiempo que sabe leer la velocidad, la técnica, la ha sabido trocear… Ha preguntado a todo el mundo que podía enseñarle algo y se lo ha comunicado a muchas generaciones. El Pájaro ha sido una muy buena influencia en la velocidad española, más allá de sus marcas relevantes. Y en la Copa de Europa desarrolló el sentido de equipo. Es un grande”, explica el técnico Ramón Cid, quien compartió muchos campeonatos con él en su época de seleccionador nacional.
El mostoleño sabe que no tenía un cuerpo privilegiado, pero supo exprimirlo al máximo para correr los 100 metros en 10,14s (bajó ocho veces de 10,20s) y los 60 metros en 6,55s. “Yo no soy superior a muchos que han corrido conmigo, pero sí soy muy pesado. Me gustaba entrenar, pensar mucho en el entrenamiento y analizarme la técnica. Cogía palabras de otros entrenadores. Recuerdo en una concentración de velocistas de la federación española en la que estaba Jacques Piasenta y no paraba de pedirle que me contara ejercicios para añadir a mis entrenamientos”.
A aquel niño flaco le enganchó al atletismo su tío Basti, que era corredor y supo encauzarlo regalándole unas zapatillas. Pero nunca fue un chico precoz. Ni siquiera de pequeño, cuando, en 1991, llegó a la pista del Soto, en Móstoles, y se puso a las órdenes de Dunia Martín, con quien estuvo hasta cumplidos los treinta (después pasó a un entrenador de saltos, Juan Carlos Álvarez). Al principio hacía un poco de todo, aunque a él lo que le llamaba era la longitud. “Ahí tengo una espinita clavada”. Pero Dunia lo orientó hacia la velocidad, la especialidad en la que tardó en sobresalir. “De cadete no hacía ni la mínima para ir al Campeonato de España. Más tarde, de júnior, ya gané la medalla de oro en un Campeonato de España. Pero yo era el más niño de todos. Miraba a mi alrededor y todos estaban más desarrollados. De sub23 aún me fue bien, pero luego me desvié. Te vas a vivir a Madrid, todo es nuevo, conoces la noche… Hasta que en 2006, ya con 26 años, decidí que quería intentar estar en unos Juegos, entrené una burrada y lo conseguí”.
El Pájaro dio un salto. Llegaron los Juegos de Pekín, luego los de Londres, varios Mundiales y Europeos. Las grandes competiciones en las que se alineó en los tacos de salida al lado de las grandes estrellas de la velocidad: Usain Bolt, Justin Gatlin, Tyson Gay, Ato Boldon, Tim Montgomery… “La primera vez que me crucé con Linford Christie le recordé que en un mitin de Madrid no me quiso firmar un autógrafo. Se lo conté y empezó a reírse”. Con Bolt, la leyenda, compitió varias veces. “La primera fue en Osaka (el Mundial de 2007), cuando pesaba quince kilos menos. Ahí también le conocí la versión dura y bailona, la de la noche. Luego me quedé alucinado cuando vi lo rápido que era capaz de correr. Con él estaba fastidiado porque sabías que ya había uno al que no ibas a ganar. Tenía que abstraerme y dejar de pensar en él porque ver cómo se va, duele y te puede sacar de la carrera”.
Ángel David Rodríguez, hijo de un hombre que se dedicaba a montar líneas de teléfono, cuenta después que, pese a todo, Bolt no ha sido el atleta que más le ha deslumbrado, un privilegio que reserva para Karsten Warholm, el atleta noruego que firmó en los Juegos de Tokio el récord del mundo de los 400m vallas (45,94s) que dejó boquiabiertos a los eruditos del atletismo.
El Pájaro ya voló de las pistas. Ahora trabaja para Mediapro en temas de producción audiovisual muy centrado en el circuito mundial de skateboard. Cid tiene claro que siempre fue un tipo muy despierto. “Él no solo fue el más rápido en el estadio, también fuera del estadio. En Osaka, hacía media hora que habías llegado y él ya sabía dónde estaba todo. Siempre fue el más rápido”
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