Wimbledon y la suerte de los penaltis
Sobre la hierba de Londres es donde se tiene la sensación más acusada de que el jugador al resto está totalmente a merced de su rival. Algo ilógico
Carlos Alcaraz sigue avanzando con paso firme en el arranque de la segunda semana del torneo de Wimbledon y se convierte, nuevamente, en el único representante español que opta a la carrera final. Su último enfrentamiento contra el jugador chileno Nicolás Jarry fue ciertamente un choque duro. Esta vez no vimos a nuestro tenista con tanta soltura y superioridad. Cedió el segundo set y sólo logró alzarse con la victoria después de un ajustadísimo cuarto parcial en el que tuvo...
Carlos Alcaraz sigue avanzando con paso firme en el arranque de la segunda semana del torneo de Wimbledon y se convierte, nuevamente, en el único representante español que opta a la carrera final. Su último enfrentamiento contra el jugador chileno Nicolás Jarry fue ciertamente un choque duro. Esta vez no vimos a nuestro tenista con tanta soltura y superioridad. Cedió el segundo set y sólo logró alzarse con la victoria después de un ajustadísimo cuarto parcial en el que tuvo que remontar un break inicial.
El hecho de que incluso los jugadores favoritos se vean sometidos a serios apuros no deja de ser de lo más normal en el evento londinense, donde el servicio tiende a igualar mucho los marcadores o a la pérdida irremediable de un set cuando se da un pequeño desajuste en el mismo. Sobre la hierba de Wimbledon es donde se tiene la sensación más acusada de que el juego se inicia con un penalti y de que el jugador al resto está totalmente a merced de su rival, algo que no deja de ser altamente ilógico. Imaginemos que un partido de fútbol se iniciara con un chut directo a escasos once metros de la portería o que en el baloncesto se empezaran las jugadas con el lanzamiento de tiros libres.
A veces, cuando me sentaba en el box de Rafael en el torneo inglés, la consigna ante rivales poderosos era la de salir hacia un lado y probar suerte. Hasta ese azaroso punto se tiene que llegar en muchas ocasiones para poder devolver el saque de un rival.
Como he dicho otras veces, probablemente el juego sobre las pistas de césped sería el más atractivo de todos si se hiciera algo por neutralizar el servicio. Es en este tipo de superficies, precisamente, donde el bote bajo de la pelota permite utilizar todos los golpes y efectos, cambiar velocidades en los peloteos y buscar, en definitiva, distintas estrategias que contribuyen, o contribuirían, a un juego más espectacular.
Pero volviendo al hilo de lo que más nos preocupa a los aficionados españoles hoy día, Carlos Alcaraz se enfrenta a un difícil rival en su partido de cuarta ronda, el italiano Matteo Berrettini. El finalista de la edición de 2021 posee un poderosísimo golpe de derecha y un gran saque; buena prueba de ello y del buen resultado que le dan es que en su último enfrentamiento contra Alexander Zverev, el sábado, el alemán sólo consiguió disponer de una bola de break en todo el partido y, además, no la convirtió.
Se prevé un partido incómodo para el tenista murciano, con pocas posibilidades de mantener la continuidad en el juego de fondo. Es de suponer que el tenista transalpino intentará acortar los intercambios y jugar con la máxima agresividad y velocidad. A pesar de ello, creo que el claro favorito para acceder a la siguiente ronda sigue siendo Carlos, y que el italiano tendrá que jugar muy bien y no bajar la guardia en ningún momento si quiere disponer de alguna opción de victoria.
No quiero terminar este texto sin destacar uno de los momentos más emotivos de esta edición, si no el que más: la gran ovación con que el público británico recibió a Roger Federer en su entrada al Royal Box, muy probablemente mayor que la que se llevará cualquier jugador tras cualquier victoria este año. Qué emocionante y qué satisfactorio debe ser para el ya mítico tenista suizo sentir el cariño, el respeto y la consideración que se le tiene en tan magno escenario. Una demostración tan apabullante sólo puede ser fruto de dos hechos que se han dado conjuntamente en él como no se han dado en ningún otro tenista: su excelso y elegante juego y su impecable comportamiento a lo largo de tan extensa y brillante carrera.
De haber estado yo en las gradas, también habría aplaudido con mucho gusto y con no menos emoción.
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