El pico y pala de Fran Garrigós, oro mundial en yudo

El español de 28 años, “talento incansable y ejemplo de superación” según su técnico, se tomó unos meses sabáticos después de la decepción de los Juegos de Tokio

Francisco Garrigos (de blanco) contra el uzbeco Dilshodbek Baratov en la final del Mundial de este domingo en la categoría de -60 kg.KARIM JAAFAR (AFP)

Fran Garrigós coge el teléfono desde el pabellón de Doha, donde se está disputando el Mundial de yudo. Este lunes compite Ana Pérez, su pareja y él está a pie de tatami para verla. “Thank you, thank you [gracias]”, se le escucha contestar agradeciendo las felicitaciones de los deportistas con los que se cruza. No han pasado ni 12 horas desde que se proclamó campeón del mundo en la categoría de -60 kg. Es el cuarto español que lo consigue después de Miriam Blasco, Isabel Fernández y ...

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Fran Garrigós coge el teléfono desde el pabellón de Doha, donde se está disputando el Mundial de yudo. Este lunes compite Ana Pérez, su pareja y él está a pie de tatami para verla. “Thank you, thank you [gracias]”, se le escucha contestar agradeciendo las felicitaciones de los deportistas con los que se cruza. No han pasado ni 12 horas desde que se proclamó campeón del mundo en la categoría de -60 kg. Es el cuarto español que lo consigue después de Miriam Blasco, Isabel Fernández y Niko Sherazadishvili. “He dormido más bien poco, cuatro horitas, estaba reventado, cada vez que me giraba en la cama me dolía todo el cuerpo”, dice. En los deportes de contacto, cada categoría de peso tiene todos los combates concentrados en un único día, con lo cual se compite desde pronto por la mañana hasta la noche. En el camino, el español se deshizo, entre otros, del vigente campeón olímpico y cuatro veces campeón del mundo, el japonés Nahoisa Takato, y en la final derrotó al uzbeco Dilshodbek Baratov.

Garrigós, 28 años, fue campeón de Europa junior, lo ha sido dos veces en categoría absoluta y fue bronce mundial en 2021. Ese año, el de los Juegos, hizo doblete, oro europeo y bronce mundial. De ahí que fuera uno de los candidatos a medalla en la cita olímpica de Tokio. Sin embargo, las cosas no fueron bien en el Budokan. Cayó eliminado en el primer combate, como ya ocurriera en los Juegos de Río 2016. Pero si en Brasil el trago fue menos amargo por su juventud -y en ello le insistía su psicólogo Pablo del Río- ya que tenía apenas 21 años; en Tokio fue bastante más complicado digerirlo. De ahí que, a la vuelta de Japón, decidiera tomarse unos meses sabáticos.

Fran Garrigós, en Doha, con el oro mundial.KARIM JAAFAR (AFP)

Así lo cuenta el propio Garrigós, al que sus padres apuntaron a yudo cuando tenía cuatro años para ver si se calmaba un poco y llegaba cansado a casa. “Era un travieso”, recuerda él. “Lo de Tokio fue un palo bastante grande. Primero porque los Juegos al final siempre son el objetivo y segundo porque llegaba en las mejores condiciones y después del oro europeo y el bronce mundial…”. Y continúa: “Después de los Juegos me tomé un tiempo de descanso. Seguía entrenando, pero no al cien por cien. Mi objetivo era terminar el grado que estaba estudiando en Ciencias de la Actividad Física del Deporte. No competí hasta febrero de 2022 [Gran Prix de Portugal] fui allí sin estar en formas pero para probarme y saber si quería seguir compitiendo. Me di cuenta de que sí cuando vi que me molestó perder. Si no te apetece competir esto se convierte en un sufrimiento y en ese caso es mejor dejarlo”.

Como el gusanillo le seguía picando, volvió. Y en 2022, de hecho, ganó el oro europeo. Así valora Pablo del Río, que trabaja con Garrigós desde 2012, la importancia de tomarse un descanso cuando el cuerpo y la cabeza lo piden. “El desgaste en el deporte de elite es bestial, y más para preparar unos Juegos. Tomarse un tiempo para descansar y hacer balance es necesario. Yo a Fran siempre se lo digo, y a más a su edad, que tiene que regularse: ‘Hay que ir a competir con hambre de competir. No podemos ir a todas las ferias, porque si no el toro nos coge”. Ese parón le vino bien para, primero centrarse en otros objetivos -en este caso el estudio- y, segundo, para darse cuenta, ya en frío, de que sí quería seguir compitiendo. Los Juegos de París, sus terceros, están a la vuelta de la esquina.

Sus padres y sus dos hermanas, cuenta, se juntaron el domingo en casa para ver todos juntos el Mundial. “Son los primeros que se alegran de cada éxito, los que siempre están ahí, también en las derrotas, porque cuando ganas está todo el mundo, pero cuando pierdes…. Sólo hay dos o tres personas que te escriben”. A Fran, que le llaman pinchito -porque no es muy alto y por como lleva el pelo, peinado hacia arriba-, le describen todos como un chico listo e inteligente. Quino Ruiz, su técnico, dice que, además, es un artista. “Es un currante, un tío bueno, un ejemplo para todos en club [de Brunete, donde se entrena junto a Sherazadishvili, otro campeón del mundo] por ser tan trabajador, por su capacidad de superación y esfuerzo. Nunca hace nada al 80%, siempre da el cien. Trabaja, trabaja, pico y pala, pico y pala”.

Y se fija en los demás compañeros. Tanto que el domingo, en el combate contra Baratov se sacó de la chistera un movimiento que nunca había hecho. Se lo vio hacer a un compañero y lo repitió en el tatami en una final mundial. “Eso es tener talento y una capacidad de improvisación que es brutal”, subraya Ruiz, el responsable del pequeño polideportivo de Brunete, lejos de todos los focos, y del que ya han salido dos campeones del mundo. Y concluye: “Es que nosotros estamos en un pueblecito, en Brunete. Es como la aldea de Asterix, deben de pensar todos que tenemos la pócima mágica”.

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