Está cojo y tiene 47 años, pero es Tiger Woods
El campeón de 15 grandes mantiene “el deseo de ganar” pese a que sufre para caminar por el campo
¿Cómo puede un hombre cojo de 47 años y situado en el puesto número 1.001 de la clasificación mundial creer que tiene una opción de ganar el Masters de Augusta? Respuesta solo hay una: porque ese hombre es Tiger Woods. El golfista que ha pasado por cinco operaciones de rodilla y cinco de espalda, que se destrozó la pierna derecha en un accidente de tráfico, que sufre simplemente con el hecho de caminar, está feliz por volver a jugar al golf. Esa carrocería maltrecha solo le permite alistarse en unas pocas citas al año, pued...
¿Cómo puede un hombre cojo de 47 años y situado en el puesto número 1.001 de la clasificación mundial creer que tiene una opción de ganar el Masters de Augusta? Respuesta solo hay una: porque ese hombre es Tiger Woods. El golfista que ha pasado por cinco operaciones de rodilla y cinco de espalda, que se destrozó la pierna derecha en un accidente de tráfico, que sufre simplemente con el hecho de caminar, está feliz por volver a jugar al golf. Esa carrocería maltrecha solo le permite alistarse en unas pocas citas al año, puede que apenas los cuatro grandes. Pero ante todo, Augusta, su casa.
“Aprecio solo el hecho de poder jugar. Y de estar en Augusta, que es un lugar tan especial en mi corazón. Gran parte de mi vida ha transcurrido aquí”, cuenta Tiger, hoy menos fiero, más humano, ya no el robot que no miraba a nadie en el campo, como si estuviera solo en su mundo, sino un veterano que regala consejos y que dentro de tres años ya podrá enrolarse en el circuito de los veteranos. “No juego tantos torneos ni practico tanto como antes. Lo que puedo hacer es muy limitado. Pero ahora la alegría es diferente. He podido pasar más tiempo con mi hijo y crear nuestros propios recuerdos. Y compartir con él algunas cosas que yo viví con mi padre. La verdad es que soy muy afortunado de tener esta pierna, es mía. Sí, ha sido alterada y hay algunos hierros ahí, pero sigue siendo mía. Es duro y siempre lo será, nunca seré el mismo. Lo comprendo”.
Augusta como principio y fin de todo. Allí donde ganó su primer grande, el Masters del 97, el de la revolución; allí donde venció en 2019 en uno de los regresos más sorprendentes en la historia del deporte, su 15º título del Grand Slam; allí donde ahora vuelve, y ni él sabe por cuánto tiempo. “Pienso que también ésta puede ser la última vez que juegue aquí, no sé cuántos me quedan”, se resigna Woods. “Mi juego es mejor que el del año pasado y mi resistencia es mayor, pero la pierna me duele un poco más. Puedo pegar muchos muchos tiros, pero la dificultad para mí es caminar. Es lo que hay. Siempre he sido terco, testarudo, he trabajado muy duro, he pasado por muchas operaciones y he vuelto. El deseo de ganar siempre está ahí, siempre he creído”, añade.
Tiger solo jugó tres torneos el año pasado después de un 2021 entre el quirófano y un hospital montado en su casa. Fue 47º en el Masters, se retiró del Campeonato de la PGA y no pasó el corte en el Open Británico. Este curso solo ha participado en el Genesis (45º). Sin rodaje, renqueante y enfilando la cincuentena, la lógica no invita a apostar por el Tigre en medio de los pegadores que hoy revientan la bola, los chicos que crecieron admirando al ídolo. Pero es Augusta, y Woods tiene el plano del campo grabado en su mente. Casi podría recorrer estas praderas con los ojos cerrados. Con 21 años y 104 días fue el ganador más joven de la historia, en 1997. Un triunfo ahora le haría superar a Jack Nicklaus (46 años en 1986) como el más veterano. Y justo cuando cumple 25 ediciones del Masters disputadas, incluyendo las dos primeras como amateur. Está cojo, sí, pero es Tiger Woods.
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