Mahomes, la Super Bowl y los nuevos ‘quarterbacks’, mucho más que pasadores
Tras la primera final con dos mariscales afroamericanos, el líder de los Chiefs, tan buen lanzador como corredor, sucede al perfil más clásico, el de Tom Brady
La era de Tom Brady, el quarterback clásico por excelencia, un pasador que se fortificaba en su atalaya y hacia valer la precisión de su brazo, ha dejado paso al quarterback polivalente, obligado al correr, a improvisar. Un mes después de que el gran ganador del deporte estadounidense se retirara a los 45 años con siete títulos –más que ninguna franquicia de la NFL–, ...
La era de Tom Brady, el quarterback clásico por excelencia, un pasador que se fortificaba en su atalaya y hacia valer la precisión de su brazo, ha dejado paso al quarterback polivalente, obligado al correr, a improvisar. Un mes después de que el gran ganador del deporte estadounidense se retirara a los 45 años con siete títulos –más que ninguna franquicia de la NFL–, Patrick Mahomes ha recogido el testigo levantando su segunda Superbowl con los Kansas City Chiefs ante los Philadelphia Eagles. Pero el gran escapista, MVP por segunda vez en su carrera, no está solo: detrás hay una generación de quarterbacks afroamericanos que han cambiado la liga.
El gran duelo del siglo XXI lo protagonizaban Brady y Peyton Manning, otro quarterback que diseccionaba defensas sin moverse del pocket, la casa, el espacio que crea la línea ofensiva para que su líder pueda ejecutar la jugada. Cuando la línea defensiva rompe ese pocket, obliga al pasador a improvisar, a correr por su vida. Ni Brady ni Manning tenían precisamente espíritu de velocistas. Se les pedía precisión, no dotes atléticas.
Las franquicias tardaron en confiar en los quarterbacks afroamericanos, pioneros como Michael Vick, que ofrecían unas prestaciones aceptables con el pase y una nueva amenaza: que el pasador corriera con el balón. En 2006 registró 2.474 yardas de pase –en la media de la liga– y añadió 1.039 yardas de carrera, una cifra que ya valdría como una temporada notable para un running back, el responsable tradicional del juego terrestre. La siguiente generación ya levantó títulos. Russell Wilson fue campeón en 2014 con un perfil más corredor que pasador, pero con la misma amenaza: podía convertir cualquier jugada rota en un drama.
Y la excepción dejó de serlo. Cam Newton fue MVP en 2015 y llevó a los Carolina Panthers a la Superbowl. Los Baltimore Ravens apartaron a Joe Flacco, el quarterback clásico que les dio la Superbowl en 2013, y crearon un sistema para Lamar Jackson, MVP de 2019, una decisión que lo aceleró el proceso en la liga, por sus excelentes dotes atléticas y porque su cuerpo técnico no solamente se vale de su improvisación, sino que el libro de jugadas está basado en acciones diseñadas para que corra. Jalen Hurts, el quarterback de los Eagles, responde al mismo modelo. Así ha llegado la primera Superbowl entre dos pasadores afroamericanos.
Mayor riqueza táctica
La consecuencia es que la riqueza táctica de la NFL se ha multiplicado –ha sido la segunda final con más puntos de la historia (38-35)– y la movilidad es un requisito indispensable para un quarterback, también para los blancos, como Aaron Rodgers –cuatro veces MVP– o la nueva hornada, con Josh Allen, el gigante de los Bills, o Joe Burrow, que llevó a los Bengals a la última Superbowl. Mahomes está un paso por delante: no se le puede limitar ni a pasador ni a corredor. Es el maestro de las jugadas rotas, capaz de lanzar con precisión a 30 yardas apoyado en un solo pie y con un defensor en la cara. Un jugador que ha disputado cinco finales de conferencia y tres Superbowls en sus cinco años como profesional.
Esa movilidad tiene sus contras, porque un quarterback es el jugador más frágil en una jungla de depredadores. El tobillo derecho de Mahomes ha amenazado la temporada de los Chiefs desde semifinal de conferencia. Jugó cojeando la segunda parte, aguantó renqueante una semana después y amagó con recaer en la primera parte de la Superbowl. Pero, la jugada que decidió la final fue una carrera suya que plantó a su equipo en la yarda 18 de los Eagles en la última posesión.
Estrategia vs. ‘touchdowns’
Hurts, por su parte, también visitó la enfermería en el tramo final de la temporada regular. El líder de los Eagles terminó la Superbowl con un triplete de touchdowns y en carrera. Sumó su 18º de la temporada, batiendo el récord histórico de los Eagles, en manos de un running back, claro. Porque el papel de los quarterback está cambiando. Como lo hace el juego, entregado este domingo a la estrategia hasta el punto de despreciar un touchdown.
Así es como la táctica se ha impuesto a los highlights. A solo unos minutos del final, los Eagles estaban entregados ante unos Chiefs que tenían el balón y podían dejar el reloj a cero antes de deshacer el empate (35-35) con una patada a palos. En esa disyuntiva, hicieron el pasillo a Jerick McKinnon para que anotara un touchdown antes de que se agotara el tiempo y tener al menos una opción de réplica. El running back estuvo cerca de anotar sin querer, pero se frenó en la yarda uno; la fórmula menos espectacular pero la que menos opciones deja al rival. Los primeros jugadores que supieron verlo, años atrás, fueron criticados por renunciar a un touchdown; entonces lo hacían por voluntad propia y hoy es parte del sistema.
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