Chris Ford y el origen de una fiebre
El exescolta de los Boston Celtics, fallecido el pasado martes, anotó el primer triple en la historia de la NBA, en 1979, el inicio de una revolución en el baloncesto
En la actualidad resulta inimaginable un partido de baloncesto sin triples. Sea cual sea el escenario o el contexto, el tiro de tres se ha convertido en un factor básico para competir y, como tal, se ha asumido como elemento vertebral del juego. Más allá de filias o fobias, de miradas hacia la vanguardia de unos y temores de corromper el producto de otros, ya no parece existir un baloncesto sin triple.
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En la actualidad resulta inimaginable un partido de baloncesto sin triples. Sea cual sea el escenario o el contexto, el tiro de tres se ha convertido en un factor básico para competir y, como tal, se ha asumido como elemento vertebral del juego. Más allá de filias o fobias, de miradas hacia la vanguardia de unos y temores de corromper el producto de otros, ya no parece existir un baloncesto sin triple.
En el universo NBA de estos días, cada partido ve anotarse una media superior a 24 triples, rebasando los 68 intentados. Amparadas por las sugerencias de la analítica, que promueve una mayor productividad en el juego, cada vez un mayor número de franquicias se aproximan a lanzar casi la mitad de sus tiros de campo desde más allá de la línea de tres. Y la tendencia sigue al alza. El triple, que nacería como un recurso visto incluso con recelo, es hoy toda una fiebre.
Pero no siempre fue así. Su aprobación en la NBA, que data de 1979, llegaría por la mínima y a modo de prueba por una temporada. Con 22 franquicias definiendo —a través de la Junta de Gobernadores— la aprobación o veto de la propuesta, las votaciones se cerrarían con un registro de 15 a favor y siete en contra, pasando el corte necesario de al menos dos tercios del total para instaurar la novedad. Aquella decisión marcaría para siempre el destino de la Liga… y del propio juego. El primer curso sería en efecto experimental, pero después no habría vuelta atrás.
El triple, que la extinta American Basketball League (ABL) fomentaría a inicios de la década de los sesenta, despertaría notorio interés durante el crecimiento de la icónica American Basketball Association (ABA), entre finales de los sesenta y mediados de los setenta. Sería de hecho un legendario pívot, George Mikan, uno de sus principales promotores durante su período como comisionado de la ABA.
No sería hasta finales de los ochenta cuando el tiro de tres llegaría al movimiento olímpico (lo hizo en 1988, en Seúl). Solo cuatro años antes aterrizaba en el baloncesto FIBA. Por entonces, la NBA ya lo había aceptado y, en cierto modo, normalizado. Sería el 12 de octubre de 1979 cuando Chris Ford, escolta de los Celtics, anotaría el primer triple en la historia de La liga, en un duelo entre Boston y Houston. En aquel mismo duelo Rick Barry, de los Rockets, conseguiría otro.
El fallecimiento el pasado martes de Chris Ford, a los 74 años, permite viajar en el tiempo para ofrecer perspectiva no solo al significado del triple en el baloncesto de la NBA sino a su propia carrera, a menudo olvidada en la inmensidad del proyecto de los Celtics en el que su legado quedó grabado.
Y es que en realidad incluso el hito de Ford en aquella noche de octubre de 1979 quedaría, de forma paradójica, oscurecido por el gran evento que se viviría de forma simultánea en ese mismo rectángulo: el estreno de Larry Bird. El primer partido como profesional de Bird tuvo lugar, efectivamente, durante aquel duelo ante los Rockets. El rubio alero de los Celtics firmó 14 puntos, 10 rebotes y cinco asistencias en su primer encuentro dentro de una fascinante carrera en la NBA.
Entonces Ford no lo sabía, pero las andanzas de aquel prometedor Bird, que acabó su trayectoria como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, quedaron ligadas a las suyas. La campaña siguiente ambos ganaron su primer campeonato (1981), el único en el caso de un Ford que vivía ya la fase crepuscular de su carrera (se retiró solo otro año después). También juntos, aunque en espacios ya distintos, consiguieron otros dos títulos más durante los ochenta (1984 y 1986). Y es que nada más concluir su carrera, Ford pasó a ser técnico asistente de los Celtics. Desde allí, desde el banquillo, vivió el resto de la carrera de Bird.
Apreciadísimo en el vestuario por su predisposición y carácter solidario, y de una enorme clarividencia en la lectura del juego, Doc (como le llamaban), disfrutó, desde la sombra, de la época dorada de un conjunto que por su recuerdo es prácticamente inmortal. Más tarde Ford llegó a ejercer como entrenador jefe de los Celtics durante cinco campañas (entre 1990 y 1995), ya sin saborear la gloria del anillo pero completando un círculo mágico con la franquicia de Massachusetts.
Aunque el primer plano mediático pareció siempre esquivar su figura, aquel triple ante Houston, la primera gota de agua de todo un océano, ejercerá siempre como la parte visible del iceberg en la carrera de Chris Ford, uno de los cuatro hombres en toda la historia de los Celtics —junto a Bill Russell, Tom Heinsohn y KC Jones— que tuvo el honor de ganar el anillo tanto sobre la pista como después en un rol desde el banquillo.
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