Vicky López conquista el mundo
La jugadora número nueve de la selección sub 17, elegida la mejor del Mundial ganado por España, juega en el Barça, y es vallecana de padre español y madre nigeriana, fallecida a los 43 años
España ganó el domingo el Mundial Sub-17 femenino en India y a su jugadora número nueve le dieron el MVP del torneo. La más valiosa. Se llama Vicky López, tiene 16 años, es madrileña, hija de un español y de una nigeriana, y hace ya tiempo que en el mundillo del fútbol base femenino corría el runrún de que lo suyo no era normal.
En otoño de 2019, este periódico quería contar la historia de una niña que jugase al fútbol, ...
España ganó el domingo el Mundial Sub-17 femenino en India y a su jugadora número nueve le dieron el MVP del torneo. La más valiosa. Se llama Vicky López, tiene 16 años, es madrileña, hija de un español y de una nigeriana, y hace ya tiempo que en el mundillo del fútbol base femenino corría el runrún de que lo suyo no era normal.
En otoño de 2019, este periódico quería contar la historia de una niña que jugase al fútbol, supo de ella y la siguió durante muchos partidos, acompañando a su padre en gradas por lo general tristonas y vacías. Lo primero que se la vio hacer, a los pocos minutos de empezar un partido contra un equipo de niños, fue un gol olímpico, directo desde el córner. Luego vendrían decenas de goles, a menudo golazos, cientos de regates, muchos asombrosos, y la opinión compartida entre los conocedores de que era una chica con un enorme potencial que, poniendo la prudencia por delante, habrá que ver cómo evoluciona. Pero entre sus admiradores no hubo otro tan ferviente e imprudente como quien llevaba la cantera del Rayo Vallecano, Jorge Cámara. “Es sobrenatural”, dijo. Mucho después, este diario lo contactó para ver si quería moderarse un poco con la calificación. “No”, respondió. “Sobrenatural”.
La palabra sigue resultando desmedida, pero ciertamente la evolución de Vicky —el nombre de pila a secas que lleva en su camiseta— ha sido muy positiva. En verano la fichó uno de los clubes de fútbol más poderosos del mundo, el Barcelona, y ya ha debutado en la liga con el primer equipo. Comparte vestuario con dos de las mejores del mundo, Alexia Putellas y la inglesa Lucy Bronze, una lateral descomunal que decía de ella hace unos días a Mundo Deportivo: “Es pequeñita pero con mucha calidad. Será una de las mejores del mundo”.
Ya lo es oficialmente entre las sub-17. Aunque la noche en la que fue galardonada y su selección se llevó el mundial no fue su mejor noche. Vencieron por un tanto a Colombia, cuya delantera Linda Caicedo es otra estrella en ciernes. A Vicky le hicieron un marcaje pegajoso y durante la mayor parte del encuentro le costó fluir, aunque se fajó en el centro del campo y con un par de regates levantó un oh de admiración en el estadio de Bombay. En el último tramo del partido el seleccionador, Kenio Gonzalo, la hizo subir a la punta. Se activó y pudo marcar dentro del área en un zurdazo tras un amague que se fue cerca de la cruceta.
Jesús López-Serrano es feliz cuando ve jugar lindo a su hija. Hombre fortachón, parco e introvertido, tiene a la vez un carácter romántico. Es un padre que quiere que su hija gane, pero solo sonríe de verdad a gusto si ha ganado y lo ha hecho bonito. Lo de Colombia, pese a que ganaron el mundial y ella fue MVP del campeonato, le dejó un ligero regusto agridulce. Desde su piso de Madrid felicitó a su hija por chat y —”ojo, vaya por delante la alegría”, subraya por teléfono— le comentó que no se había divertido tanto como otras veces. Ella lo entendió porque también hubiera querido estar mejor. Eso no quita que Vicky sonriera tan de verdad cuando recogió el reconocimiento individual de la FIFA, que no tuvo en cuenta solo su correcta final sino cómo lideró a la selección durante el torneo; en cuartos de final España estaba casi eliminada por Japón, por delante con un chut fabuloso de la exquisita Momoko Tanikawa, y le dio la vuelta con dos goles de su capitana Vicky López, el segundo regateando a la vez en un palmo a dos defensas y enseguida como un rayo batiendo a la portera, ¡minuto 92!
La noche de la victoria mundialista, en su Instagram colgó su foto con el premio a mejor jugadora. Escribió “Por ti” y puso el emoji de una madre con su niña y el de un corazón vendado. Su madre se llamaba Joy Felix. Era una inmigrante nigeriana que había formado en el barrio de Vallecas una familia con Jesús y los tres hijos que tuvieron juntos, había tenido una empresa de importación de cabello, la había cerrado con el crash de 2008 y se había puesto a estudiar Administración y Dirección de Empresas. “Una mujer muy especial”, dice él. Murió de cáncer en 2018. Tenía 43 años. Su hija Vicky tenía solo 11. La enfermedad y la pérdida de su madre fueron un golpe descomunal. La familia y el fútbol fueron el refugio de la niña. Y el vínculo con su madre permanece en ella, poderosísimo. Aunque nunca ha estado en Nigeria, tiene un amor platónico por el país de Joy. Entrevistándola hace dos años, cuando aún era una niña que llevaba pantuflas de cocodrilo —todavía no una profesional adolescente que participa en actos de Adidas, su marca— decía medio en broma que le hacía más ilusión jugar con la selección nigeriana que con la española. También es cierto que estaba su padre al lado y lo hacía por chinchar. Más allá de eso: cuando decía Nigeria, decía mamá.
Era un tiempo —hace poco, pero un par de años es un mundo a esas edades— en que no sabía si ficharía pronto por un equipo grande, ni parecía importarle, y cuando por suponer se le preguntaba cómo creía que era Barcelona decía: “Como Madrid, pero un poquito más grande… o, no sé, igual que Madrid”. Y si le preguntábamos si conocía algo en concreto de Barcelona decía lo primero que Castelldefels, porque un primo vivía allí, y luego la Masia y la Sagrada Familia, que no tenía claro, con razón, si era “una escultura o una arquitectura”.
Victoria López-Serrano Felix empezó a jugar con su hermano mayor Jesús en los soportales de su antiguo edificio de Vallecas. Los otros niños no se podían creer cómo una renacuaja de cinco o seis años le pegaba así a la pelota y corría tanto. Tanto corría que tres o cuatro años después, en una carrera popular mixta, en un recinto deportivo, ya había doblado a todos los niños y niñas y el comentarista de la carrera exclamó: “Cómo corre el niño…”. Su padre, que estaba allí, no se tomó la molestia de ir a corregirlo. Era Fermín Cacho.
En esa época, una futbolista la vio jugar en una playa de Benidorm y comprendió que en su veraneo se había encontrado sobre la arena una minúscula estrella. Alba Mellado, hoy en el Levante Las Planas de primera, era entrenadora de la cantera del Madrid Club de Fútbol Femenino, un equipo de barrio. La fichó y desde Benjamines a Juvenil, seis años, la fue puliendo, igual que a otras jugadoras de esta selección campeona que siguen en el Madrid CFF, como Cristina Librán, una de las mejores medios de su generación a nivel mundial, la central Sandra Villafañe, MVP de la final, o la medio centro titular Marina Rivas. El lunes, Mellado se sentía contenta por ellas. De Vicky dijo lo que nos ha dicho siempre: “No tiene límite, lo único que hace falta, ahora más que nunca, es cuidarla de la presión e ir poco a poco”.
Alba Mellado fue quien nos hizo saber de ella cuando buscábamos a una niña sobre la que escribir. Una tarde, después de entrenar a unas chiquillas, se sentó a charlar con la mirada entre pícara y reservada de quien ve a un foráneo acercarse con efusividad al terreno de uno; en su caso el fútbol femenino, siempre ignorado. Entonces, llegó la pregunta: “Bien, entonces cuál…”. Ella dio un trago de coca-cola y dijo: “Vicky López”.
“Ojalá sigamos creciendo juntas”
Las futbolistas de la sub-17 llegaron este lunes a Barajas alrededor de las nueve de la noche. Sus familias las esperaban eufóricas en el vestíbulo. Cada vez que se abrían las puertas para pasajeros recién aterrizados se ponían a gritar y a agitar banderas de España. Tres hinchas del Celtic de Glasgow ―que juega el miércoles contra el Real Madrid― no se esperaban un recibimiento tan encendido y reaccionaron ―bebidos, en apariencia― haciéndoles payasadas. Cuando salieron las campeonas fue mucha la efusión. Vicky López traía toda la felicidad en la cara y en la mano llevaba su trofeo de MVP. Habló como una profesional. Articulado, sencillo. Dijo que estaba feliz y orgullosa. “Sabíamos que teníamos que salir a muerte, no podíamos perder otra final”. Porque Alemania les ganó hace unos meses el Europeo sub-17 en una final que acabó en los penaltis. En la tanda, ella fue una de las que falló. Con lo de la India eso ha quedado atrás y se sienten fuertes: “Tenemos una generación muy buena, ojalá sigamos creciendo juntas”. La primera vez que hablamos con ella, hace cuatro años, estaba retraída y apenas hablaba. Aquella vez nos contó que su referente era Neymar. En Barajas no renegó de Neymar ―pese a los esfuerzos de Neymar porque todo el mundo del fútbol reniegue de él―, pero añadió que se fija mucho en Messi y en sus compañeras culés Alexia Putellas y Claudia Pina.
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