La adrenalina del Real Madrid

El relato blanco se remite a la victoria y el azulgrana al estilo desde que el Cruyff jugador prefirió el Barça al Madrid

Los futbolistas del Real Madrid celebraban un gol frente al Atlético, el 18 de septiembre en el Wanda Metropolitano.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)

El Real Madrid funciona como una máquina de ganar que de vez en cuando concede alguna derrota —y a veces también un empate como en su último partido ante el Shakhtar— para demostrar que también es imperfecto, condición indispensable para garantizar la imprevisibilidad del fútbol, tener el respeto del contrario y aumentar la leyenda de rey de la Champions. La heroica humaniza tanto como la vulnerabilidad siempre que las ...

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El Real Madrid funciona como una máquina de ganar que de vez en cuando concede alguna derrota —y a veces también un empate como en su último partido ante el Shakhtar— para demostrar que también es imperfecto, condición indispensable para garantizar la imprevisibilidad del fútbol, tener el respeto del contrario y aumentar la leyenda de rey de la Champions. La heroica humaniza tanto como la vulnerabilidad siempre que las derrotas sean parciales y por tanto corregidas y desmentidas por el triunfo final como acostumbra a pasar con el Madrid. Ha ganado ya tantas Copas de Europa (14) que ahora promueve un torneo por elevación como la Superliga que no se sabe muy bien cómo afectará al torneo de todos que es la Liga.

Florentino ha metabolizado el madridismo moderno por la misma regla de tres que Bernabéu construyó en los años cincuenta el mito blanco con un personalismo que simplifica cualquier organigrama, facilita el control de la entidad y explicita quién es el único interlocutor válido en las relaciones con la administración deportiva española, europea o con la FIFA. El presidente es poderoso, gobierna y hace saber que manda en los detalles más nimios para suerte del Madrid. Hasta las malas noticias se positivizan como ocurrió por ejemplo con la salida de Casemiro. Allá donde se advertía un problema estructural, el Madrid vio una solución temporal para Tchouameni. Incluso el fallido fichaje de Mbappé se convirtió en una decisión provechosa después del malvivir del jugador con el Paris Saint-Germain.

Ningún futbolista, ni siquiera Sergio Ramos, Cristiano Ronaldo o Casillas, está por encima del presidente, y por supuesto del club, de la misma manera que los entrenadores entran y salen sin entremezclarse los cimientos del Bernabéu. Nadie se acuerda ya del adiós de Zidane después de una temporada en blanco porque el Madrid volvió a ganar con Ancelotti. La elección del entrenador corresponde también evidentemente a Florentino y por tanto acertó con recuperar al técnico italiano para gestionar una plantilla mitad joven y mitad veterana a la espera de ver hasta dónde llegará Haaland en el City de Guardiola. A la afición ya se le ha hecho saber en cualquier caso que el vínculo del noruego con Mánchester tiene cláusulas que no descartan que algún día pueda llegar al Bernabéu. No hay prisa en el Madrid.

Ahora es el momento de presumir de Rodrygo, Vinicius o Valverde. Ninguno parecía un futbolista trascendente cuando fueron presentados y promocionados y en cambio se han convertido en jugadores decisivos en la Liga y la Champions. Una razón de más para calcular cualquier crítica apresurada contra el Madrid. La edad tampoco afecta a Modric (37 años) ni a Kroos (32) y mucho menos a Benzema (34), el jugador por el que siempre apostó Florentino y que ahora quiere ver coronado con el Balón de Oro. Benzema ha ayudado a afirmar al Madrid, mientras Courtois ha negado a los contrarios después de que le cueste recordar a veces que jugó también en el Atlético.

El fútbol de toda la vida consiste al fin y al cabo en tener a un guardameta que pare y no se meta goles en propia puerta, a un delantero que marque goles y a un entrenador que ponga a los once mejores y no estropee al equipo —como diría Van Basten—. No hay seguramente mejor plan para popularizar a un club que intimida cuando se mira al palco del Bernabéu. La hinchada juega para ver ganar a su equipo y no para procesar el juego como se aprecia en el Camp Nou. El relato blanco se remite a la victoria y el azulgrana al estilo desde que el Cruyff jugador prefirió el Barça al Madrid.

Así se entiende la grandeza y la rivalidad del clásico que llega al Bernabéu. Aunque los azulgrana solo han encajado un gol, la crítica coincide en que el Madrid es un equipo más sólido, más consistente y más fiable, segundo por la diferencia de goles respecto al Barça. La ausencia de Courtois anima en cambio a un Barça prácticamente eliminado de la Champions y que últimamente tiene por costumbre ganar en campo del Madrid como acto de fe y revindicación de su vena artística expresada en Ronaldinho o Messi. La pasada temporada no necesitó siquiera al rosarino: 0-4. El Madrid lo tomó como un accidente y acabó por ganar la Liga y la Champions. La máquina ha patentado las victorias más homéricas ante el asombro de Europa. Nadie sabe el truco de la adrenalina blanca. “El Madrid siempre está ahí”, concluyó Guardiola.

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