Marta Mangué: “Soy la número uno del balonmano español”
La jugadora canaria, que lidera la tabla de partidos y goles en la selección, analiza con 39 años su vuelta a la liga tras 15 en el extranjero y repasa toda su trayectoria
Marta Mangué (Las Palmas de Gran Canaria, 39 años) confiesa que, cuatro meses después de su regreso a la isla tras 20 años fuera, todavía se siente una extranjera en su propia casa. “Todo es nuevo aquí, no conozco a nadie. Ha sido como irme a otro país”, comenta la jugadora hoy del Rocasa, referente absoluto del balonmano femenino español moderno y dueña de un currículum, de momento, inalcanzable con la selección: 301 partidos y 1.034 goles. “En cuanto a cifras, estoy en el número uno de la historia. Y con el ranking ya lo tengo todo dicho”, proclama de forma directa y concisa, sin quer...
Marta Mangué (Las Palmas de Gran Canaria, 39 años) confiesa que, cuatro meses después de su regreso a la isla tras 20 años fuera, todavía se siente una extranjera en su propia casa. “Todo es nuevo aquí, no conozco a nadie. Ha sido como irme a otro país”, comenta la jugadora hoy del Rocasa, referente absoluto del balonmano femenino español moderno y dueña de un currículum, de momento, inalcanzable con la selección: 301 partidos y 1.034 goles. “En cuanto a cifras, estoy en el número uno de la historia. Y con el ranking ya lo tengo todo dicho”, proclama de forma directa y concisa, sin querer extenderse más en la cuestión. No es necesario para La Pantera.
España la borró hace un lustro de sus planes, contra su voluntad, pese a que siguió compitiendo al más alto nivel en Francia y este verano, en su última estación vestida de corto, retornó al calor del hogar para cerrar una trayectoria difícil de igualar. “Si no volvía ahora, no lo hacía nunca. Y lo hago para ganar. He firmado por un año, y luego veré si continúo o empiezo como entrenadora”, comenta en una entrevista por videoconferencia con este periódico.
Protagonista principal de una España que se ganó para siempre hace una década un nombre propio en el imaginario popular (Guerreras) más allá de resultados y contingencias, la canaria fue también una de esas pioneras de su deporte que se lanzó antes que casi ninguna al otro lado de la frontera. Ella fue en 2007 la segunda jugadora española de balonmano en fichar por un equipo foráneo, tras la alicantina Isabel Ortuño en 2004. Y lo hizo, dice, de una forma muy suya. “Me quedaban tres campañas de contrato en Cementos La Unión, acabábamos de ganar la Liga y la Copa, y decidí irme. No tenía apalabrado ningún equipo y no lo tuve hasta mediados del verano, pero había unos rollos muy raros dentro. No quería estar más en España. Fui valiente”, subraya ahora.
Desde entonces, pasó por el Team Esbjerg danés (2007-11), el Zajecar serbio (2011-12) y varios conjuntos franceses: Fleury (2012-15), Brest (2015-20) y Bourg-de-Péage (2020-22). “Yo me he hecho como persona fuera, pero, sobre todo, he aprendido cómo es ser tratada como profesional. Esto es lo que más noto en mi vuelta a España”, destaca Mangué, que abunda sobre las grandes diferencias entre lo que vivió, especialmente en territorio galo, y lo que se ha encontrado en la división de honor nacional con la camiseta del Rocasa.
En España hemos perdido cantera, cultura de los patios de colegio
“En España se ha mejorado en regularización de contratos. Antes firmabas un papel y ya estaba. Pero es que en Francia hay una estructura y más posibilidades de tener un equipo profesional. Allí todos los equipos deben contar con un centro de formación. Aquí hemos perdido cantera, esa cultura de los patios de colegio, y es muy difícil recuperarla”, advierte la central-lateral canaria, que, por norma general, ahora mismo aconsejaría a una joven con aspiraciones y potencial salir fuera. “Que la cantera juegue muchos minutos es tan bueno como malo. No tienen referentes ni nadie por delante que les haga mejorar. Yo tuve a muy buenas jugadoras para fijarme. Si te acomodas a disputar 60 minutos por partido, igual no llegas a ser tan buena”, remarca.
Ahora, afirma, la selección no dispone de un abanico tan grande como los equipos punteros. “Ni por físico ni por experiencia internacional”, puntualiza. En su época y bajo su gran ascendencia, España alcanzó cotas nunca antes vistas en su historia con gente como Macarena Aguilar, Begoña Fernández, Verónica Cuadrado, Eli Chávez, Nely Carla Alberto o Silvia Navarro (única superviviente); inauguraron el palmarés de cinco medallas (Mangué tiene cuatro: dos platas europeas en 2008 y 2014, bronce mundial 2011 y bronce olímpico 2012); y dieron lugar al sobrenombre (Guerreras) que ha echado más raíces, junto a La Roja de fútbol, de los muchos que ha intentado el marketing. “Jorge Dueñas [el seleccionador] nos dio más libertad, hizo un equipo más humano. Y había veteranas que, en momentos puntuales, metían en vereda a todas”, recuerda la jugadora canaria.
En otros países, a jugadoras como yo se les despide de la selección por la puerta grande
Pero esa etapa, para ella, se acabó en 2017, un año después de la traumática eliminación en los cuartos de final de los Juegos de Río contra Francia (25-26 tras ir ganando por siete al descanso). Un adiós que le dejó alguna cicatriz aún hoy visible. “Yo me veía para seguir aportando cosas, pero entiendo que fue decisión del entrenador [Carlos Viver, sucesor de Dueñas]. Sí me hubiera gustado que me llamaran antes para decirme que no quería contar más conmigo porque me enteré por las redes. Me avisaron unas amigas. De todas formas, la mayor espinita es no haberme podido despedir después de tantos años [de 2000 a 2017], igual que Macarena Aguilar [240 encuentros y 638 tantos]. En otros países, a jugadoras como yo se les despide por la puerta grande”, reivindica Marta Mangué con un punto de resignación.
A unos meses de alcanzar los 40 años, apura sus últimas bocanadas deportivas en Gran Canaria, entre consejo y consejo a las jóvenes del vestuario. “Es mi día a día porque quiero ser entrenadora. Me resulta satisfactorio”, valora Mangué. Desde que debutó con 16 años en su actual equipo, en el que tuvo un paso fugaz antes de emigrar, hasta hoy, han sido dos décadas en primera línea y un cambio generacional que ella ha vivido dentro de la caseta. “Yo no me veo como una Natalia Morskova, una rusa, de las mejores de mis inicios. Te sentabas en su sitio y te echaba la bronca. Estamos en otros tiempos. Me quedo con el trato actual, aunque también aprendí mucho de aquella época. El respeto”, zanja la canaria
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