Lewandowski se seca frente al Bayern
La racha del delantero polaco, que fue recibido con relativa indiferencia en el Allianz, se rompe en la Champions
Hay mucha literatura sobre las rachas de los goleadores en el fútbol: que si van y vienen, que aparecen como se esfuman, que una vez que se rompe la mala suerte llegan todos juntos, que si patatín, que si patatán. Lo cierto es que Lewandowski ha aterrizado en el Barcelona con un saco de dianas (nueve en los primeros seis partidos) y se quedó mudo en el séptimo. Nada raro en un artillero. El problema es que lo hizo en el lugar menos deseado por el Barcelona y, sobre todo, por él: el Allianz. ...
Hay mucha literatura sobre las rachas de los goleadores en el fútbol: que si van y vienen, que aparecen como se esfuman, que una vez que se rompe la mala suerte llegan todos juntos, que si patatín, que si patatán. Lo cierto es que Lewandowski ha aterrizado en el Barcelona con un saco de dianas (nueve en los primeros seis partidos) y se quedó mudo en el séptimo. Nada raro en un artillero. El problema es que lo hizo en el lugar menos deseado por el Barcelona y, sobre todo, por él: el Allianz. El delantero se secó en su antigua casa. Y eso que lo intentó. Pero cuando no le falló la puntería aparecieron las manos de Neuer. Lewandowski no aprovechó su momento, sí el Bayern, que volvió a dejar sin nada al Barça, ahora con el polaco en sus filas.
Lewandowski desapareció de las tiendas oficiales del Bayern. “Ya no está aquí, ¿no? ¿Por qué vamos a vender camisetas de un jugador del Barcelona?”, pregunta un trabajador de la tienda oficial del gigante alemán en el casco antiguo de Múnich. El polaco, en cualquier caso, no se esfumó de las calles. “No voy a regalar mi camiseta. Estuvo ocho años aquí y marcó muchos goles. Decidió irse. No hay problema. Esto es el Bayern”, expone un aficionado, que luce el ahora viejo 9 de Lewandowski en la camiseta del Bayern, en los alrededores del Allianz Arena.
Ya dentro del estadio permanece el rastro del 9. Y por esas cosas extrañas del fútbol, en el póster gigante del polaco, en las entrañas de la casa del Bayern, aparece con la camiseta de la temporada 2014-2015, su estreno en Baviera, cuando la primera equipación del Bayern lucía los mismos colores que los del Barcelona. “No lo vamos a quitar. Tenemos a muchos exjugadores por aquí”, cuenta un empleado del Bayern. Ni olvido, tampoco indiferencia. Ni excesivas muestras de cariño, tampoco de rabia. Lo mismo cuando Lewandowski saltó al césped.
La grada sur —la menos activa en el Allianz— aplaudió tímidamente al polaco en el momento en el que el Barça saltó a calentar. Por entonces, todavía se le veía el esqueleto al estadio del Bayern. Pero cuando el speaker cantó el nombre del polaco, entonces ya sin agujeros en las gradas, la afición se dividió: algunos aplaudieron; otros, los menos, pitaron; a la mayoría le dio lo mismo. Lewandowski, en cualquier caso, tenía el cariño de sus excompañeros. “Tengo una buena relación con Lewy, pero especialmente era en el campo. Aparte de jugar al golf, no hemos hecho mucho en privado. Tuvimos contacto por WhatsApp después de su mudanza y sí, las cosas se pusieron calientes después del sorteo. Los futbolistas no son diferentes a otra gente”, contó Müller en la previa.
A Lewandowski le echa más de menos el vestuario que el cuerpo técnico. Nagelsmann no movió un dedo para retener a su goleador en Alemania. Al contrario. Los líderes del grupo observaron sin decir nada la desconfianza del técnico con el goleador, pero sí se activaron cuando se sintieron señalados después de los tres empates seguidos del Bayern en la Bundesliga. Según Kicker a los pesos pesados del vestuario no les gustó nada la actitud de su entrenador. Pero para calmar los ánimos en Baviera estaba el Barça, con o sin Lewandowski, un caramelo para el Bayern.
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