El gran atletismo regresa a Múnich con los Campeonatos de Europa
Los jóvenes Asier Martínez, Mo Katir y Mario García Romo lideran al equipo español en el escenario de los Juegos del 72 y los Europeos de 2002
El atletismo de altos vuelos regresa a Múnich, al parque olímpico, al estadio tan hermoso en el que hace 50 años Mariano Haro, que había preparado los 10.000 metros en la altura de Bogotá, se estampó contra el milagro de la sangre oxigenada que hacía volar a un policía finlandés llamado Lasse Virén. Treinta años después, en los Europeos de 2002, eran los españoles los que, buenos estudiantes, mejores aprendices, practicaban los milagros de la sangre que hicieron multiplicar sus medallas en el...
El atletismo de altos vuelos regresa a Múnich, al parque olímpico, al estadio tan hermoso en el que hace 50 años Mariano Haro, que había preparado los 10.000 metros en la altura de Bogotá, se estampó contra el milagro de la sangre oxigenada que hacía volar a un policía finlandés llamado Lasse Virén. Treinta años después, en los Europeos de 2002, eran los españoles los que, buenos estudiantes, mejores aprendices, practicaban los milagros de la sangre que hicieron multiplicar sus medallas en el tartán de Múnich bajo la red acristalada del techo. Marta Domínguez, Alberto García, Jiménez Pentinel, Reyes Estévez, José Ríos, Julio Rey, Paquillo Fernández, y sus médicos mágicos lideraron una cosecha de 15 medallas (seis de ellas, de oro, casi la cuarta parte de todas las conseguidas en la historia), que colocaron a España segunda en el medallero final e hizo, como recuerda un entrenador español de entonces, que desde todos los demás países les miraran como se ha mirado siempre también a los rusos, ¿qué no harán estos para ganarlo todo?
“Pero hemos dado la vuelta a todo aquel pasado”, dice Arturo Martín, técnico entonces de Alberto García y ahora de algunos de los mejores mediofondistas que llegan hambrientos a Múnich, los ochocentistas Adrián Ben y Lucía Pinacchio, la especialista de 1.500m Águeda Marqués, que se entrenaron la semana pasada en Segovia, y lo hacían con el entusiasmo infantil de los niños, y con la seriedad de verdaderos profesionales. “Los jóvenes de ahora, nuestros atletas, no tienen nada que ver con aquellos”.
Los jóvenes de ahora, los nuevos líderes del atletismo español en la pista, andaban aún a gatas por entonces, en 2002, cuando el último viaje a Múnich, y llegan con la misma ambición de victoria, el mismo espíritu competitivo, pero con una mirada limpia. Se llaman Asier Martínez, de 22 años; Mohamed Katir, de 24, y Mario García Romo, de 23. Hace tres semanas los tres ya triunfaron en los Mundiales de Eugene, con medallas de bronce para Asier Martínez (110m vallas) y Katir (1.500m), y un cuarto puesto para García Romo en la misma prueba, la reina del medio fondo, la que más identifica al atletismo español. Se llaman también Sara Gallego (400m vallas) y María Vicente (heptatlón), ambas de 21 años, las reinas de la generación a la que se espera en París 2024.
Y escoltándolos, los campeones más veteranos, los competidores más seguros entre los 88 seleccionados tras un polémico proceso que ha abierto una brecha de confianza entre atletas y federación, los marchadores María Pérez y Álvaro Martín (campeones de los 20 kilómetros en los últimos Europeos, los de Berlín en 2018), Diego García (plata en Berlín), y el renacido Miguel Ángel López (campeón mundial en Pekín 2015 y Europeo en Zúrich 2014), que marchará, junto a Marc Tur, cuarto en los 50 kilómetros de Sapporo (escenario de la marcha en Tokio 2021) y Manuel Bermúdez en la nueva distancia, 35 kilómetros.
El festival de Múnich llega, extraña e insólitamente, gentileza de la pandemia de covid que obligó a reubicar de cualquier manera todas las competiciones suspendidas en 2020, comenzando por los Juegos de Tokio, retrasados un año. “Por eso, por tanto viaje, por la dificultad de la planificación, porque la covid aún está activa, puede pasar de todo”, advierte Arturo Martín, que en Eugene vio cómo se rompía la racha de finalista de su Adrián Ben, eliminado en las semifinales de los 800m tras sus puestos de finalista en Doha 2019 y Tokio 2021. “Puede haber explosiones de favoritos que estuvieron muy bien en Eugene y exhibiciones de atletas que no brillaron en el Mundial porque su objetivo eran los Europeos”.
Tal temor no parece rondar por la cabeza ni perturbar las cavilaciones de Asier Martínez, el vallista navarro que fue sexto en los Juegos de Tokio el año de su establecimiento entre los mejores del mundo, o Mario García Romo, el mediofondista salmantino de Villar de Gallimazo, adorado por los muy aficionados, que trasnochaban para verle competir en las pruebas de la NCAA en Estados Unidos y revelado para el gran público en la final del Mundial con su cuarto puesto y su marca de 3m 30,20s en la final del Mundial. Para ambos, no tanto para Katir, que competirá en los 5.000m, prueba en la que fue finalista en Tokio, el Europeo en un estadio tan simbólico es su estreno en el papel de favoritos. Lo cual tampoco parece hacerles temblar.
“Sigo pensando lo mismo que hacía cuando estaba más atrás y podía intentar aspirar a estar en los puestos más caros”, dice el vallista, cuya marca de 13,17s ya le eleva al nivel de los campeones asentados, lejos de su papel de chaval sorpresa que llegaba a puestos que no le deberían corresponder. “Creo que ahora, estando en esos puestos caros, digamos, creo que va a haber muchos atletas de tapado, con marcas que no son reales. De la misma manera que cuando iba por detrás no me asustaba, ahora, cuando voy por delante tampoco me confío ni me veo como favorito. Soy el chico de siempre”.
El salmantino García Romo no puede decir que es el chico de siempre porque no deja de ser la cara nueva. Es el chico de ahora, en todo caso. “Y la verdad es que llevo con mucha motivación y sobre todo con ganas de demostrar que soy uno de los mejores del mundo, porque bueno, ya lo he sido, ahora tengo que seguir peleando para seguir siendo”, dice el salmantino. Todo el equipo español llegó en avión a Múnich salvo Mario García Romo, que cogió el sábado un tren en Zúrich, pues había pasado las dos últimas semanas en Suiza, entrenando en la altura de Sankt Moritz, en los Alpes. “Creo que llego en un momento incluso mejor que el del Mundial, porque la verdad es que me ha venido muy bien entrenar y tener una semana de consistencia en lugar de competir tanto”.
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