El Madrid y el hábito de ganar
El Real, de Courtois a Vinicius, se impone con firmeza y sobriedad al Eintracht y conquista su quinta Supercopa de Europa, su 98º título oficial
No parece saciado el Madrid, campeón de España y de Europa y desde ya también súper campeón continental. A dos títulos de los cien, el Real se sacudió con firmeza y apenas sobresaltos al Eintracht, reducido a la nada desde el 1-0 de Alaba, cuando el equipo de Ancelotti, plomizo al comienzo, subió el volumen. Lo de siempre, primero el flotador de Courtois y luego la chistera de Vinicius y el mazo de Benzema. Ganar, ganar y ganar. Ni pío dijo la re...
No parece saciado el Madrid, campeón de España y de Europa y desde ya también súper campeón continental. A dos títulos de los cien, el Real se sacudió con firmeza y apenas sobresaltos al Eintracht, reducido a la nada desde el 1-0 de Alaba, cuando el equipo de Ancelotti, plomizo al comienzo, subió el volumen. Lo de siempre, primero el flotador de Courtois y luego la chistera de Vinicius y el mazo de Benzema. Ganar, ganar y ganar. Ni pío dijo la revoltosa y señalada afición de Fráncfort, consumida ante la superioridad madridista. No pierde una final ante un rival extranjero desde 2000. Doce brindis consecutivos. La rutina de ganar.
Discurre el tiempo y no transmuta el Real. En Helsinki, ante la efigie de Paavo Nurmi, el totémico atleta finlandés volador, el clásico relato del Madrid. Ni la cierta modorra agosteña le cambió el guion. De entrada, un Madrid algo varado, sosaina, dale que dale en horizontal. Sin inmutarse.
Tan sombrío estaba el conjunto de Ancelotti, envidó con los mosqueteros iniciales de la 14ª, que el Eintracht, más dispuesto al birle que al trasteo con la pelota, fue el primero en sacar el sonajero. Un embrollo de Mendy derivó en un duelo esgrimista de Kamada con Courtois. Pero el japonés, empavorizado ante el gigantesco portero belga, perdió el duelo. Como poco después Knauff tras otro chasco, esta vez de Casemiro, que se fue de merienda al tuntún. Courtois, que acoquina como nadie, como primer síntoma de ese Real que ya parece el Real de toda la vida. Esta generación, la de Modric y su progenie, se ha cargado el edadismo de algunos escépticos.
En Helsinki, irrumpió Courtois en el andamio, pero no había marcha para Vinicius y Benzema. Moroso el Madrid, el cuadro alemán a lo suyo: bloquear y correr. Como a su hinchada, entusiasmo no le falta. De fútbol va más justo. El equipo español tiene su inercia, se espera sin alterarse. Ya llegará su momento. Muchas veces, muchas, antes que el juego. También en la capital finlandesa, donde primero templó y luego mandó.
Pasada la media hora, más allá de Courtois en el Real solo había focos frecuentes para Carvajal, de gresca en gresca con Lenz, irrelevante sustituto de Kostic, el serbio que dejó la Supercopa para alistarse en la Juventus.
Con el partido a fuego lento pidió pista Vinicius, hasta entonces extraviado en la cuneta izquierda del ataque blanco. Vinicius, turbina del Madrid, se citó con Vinicius. Puso en jaque a la zaga de los de Fráncfort y a su disparo respondió bien Trapp, que despejó a córner como pudo. Kroos, delineante con frac, lanzó desde la esquina. Como en este Madrid todo es posible, Benzema, que no es Santillana o Cristiano Ronaldo, tiró de pértiga, se elevó sobre dos defensas rivales y su cabezazo tuvo continuidad con otro de Casemiro. A Alaba el gol le cayó del cielo con la puerta de Trapp abierta de par en par.
El Madrid más reconocible, el que sostiene como nadie Courtois, acunan Kroos y Modric y rematan Vinicius y Benzema. No es un equipo en el que rebosen las vanidades, así que suman muchos, los del espinazo y los más gregarios. Más que suficiente para despachar al Eintracht, vencido ante el emboque de Alaba. No le alcanza para alargar su reciente fábula en la Liga Europa. En menos de una semana se lo han hecho saber el Bayern —1-6 le clavó en la primera jornada de la Bundesliga— y el súper campeón de Europa. Por lo visto, imposible improvisar otra gloria.
En ventaja todo mejoró en el cuadro español. Modric cogió soltura, Casemiro hizo de ventosa y Kroos tuvo mayor fluidez. El Madrid es otro cuando le funciona su eterno gabinete de medio campo. Con ellos al frente no solo se animaron Vinicius y Benzema, sino que los muchachos del Eintracht metabolizaron su papel de cazamoscas.
En plena mesa redonda madridista, otra vez metió marcha Vinicius, cuya hermandad con Benzema va camino de marcar época. El brasileño, con varios defensas adversarios tiesos como estalactitas, asistió al capitán. Trapp... Vaya usted a saber qué demonios hizo Trapp. No fue un gol cualquiera. El minino Benzema que denunciaba Mourinho ya es el segundo máximo goleador en la historia del Madrid con 324 goles, uno más que Raúl, y 127 menos que CR.
Con la quinta Supercopa europea en la mochila, Ancelotti, que domina el diván, hizo un guiño de futuro a Ceballos, al que lamenta no dar más carrete. No se olvidó del prometedor Camavinga y de los dos fichajes, Rüdiger y Tchouaméni.
El partido daba para lo que quisiera el Madrid, a su antojo desde el 1-0. Este Madrid se conoce de memoria y se tiene fe, mucha fe. Explota sus muchos recursos como nadie, por más que los partidos no le salgan redondos. Van 98 títulos oficiales...
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