Cruyff hizo lo que Cristiano amaga
Al final de su carrera, el holandés se fue al Feyenoord tras descartarle el Ajax
Este coqueteo de Cristiano con el Atlético, amagando con entrar en un terreno sacrílego para devotos ambos equipos madrileños, tiene un par de precedentes, estos culminados. Uno se produjo en España, a principios de los sesenta, cuando Kubala, leyenda del Barça durante el decenio anterior, fichó por el Espanyol provocando un impacto tremendo que ya traté en esta sección. Menos recordado entre nosotros es el salto de Cruyff al Feyenoord.
Después de dejar el Barça con 32 años, Cruyff se convirtió en una figura casi pa...
Este coqueteo de Cristiano con el Atlético, amagando con entrar en un terreno sacrílego para devotos ambos equipos madrileños, tiene un par de precedentes, estos culminados. Uno se produjo en España, a principios de los sesenta, cuando Kubala, leyenda del Barça durante el decenio anterior, fichó por el Espanyol provocando un impacto tremendo que ya traté en esta sección. Menos recordado entre nosotros es el salto de Cruyff al Feyenoord.
Después de dejar el Barça con 32 años, Cruyff se convirtió en una figura casi patética, recaudando dinero a costa de su inmensa fama previa, que se iba degradando. Había sido el abanderado del gran Ajax, con el que ganó la Copa de Europa tres temporadas consecutivas, y de la Naranja Mecánica, aquella selección holandesa que impresionó en el Mundial Alemania-74, aunque se quedara finalmente sin título. Había llenado de felicidad al barcelonismo con su fichaje para la temporada 73-74, en la que el Barça recuperó la Liga después de 14 años sin ganarla, y con la joya de un 0-5 en el Bernabéu que quedó grabado en piedra. Pero a partir de ahí pareció acomodarse; sus restantes cuatro años en el Barça no fueron tan buenos y empezó su cuesta abajo en la rodada, al aceptar la oferta de Los Ángeles Aztecas para ser ‘el Pelé del Pacífico’ (Pelé jugaba en el Cosmos de Nueva York). Con solo 32 años renunciaba a las altas cumbres del fútbol a fin de rehacer sus finanzas, que un mal socio había destrozado. De Los Ángeles pasó a los Washington Diplomats, luego probó por el Milán en un torneo amistoso pero no se quedó, jugó media temporada en el Levante, en Segunda División, volvió a los Diplomats…
Regresó, ya con 35 años al Ajax, su casa. Había nacido muy cerca del estadio, que frecuentó de niño porque su madre trabajaba en su limpieza. Allí había ascendido peldaños de dos en dos hasta convertirse en el mejor jugador del mundo. Ahora decidió recuperar los escenarios de su origen y las sensaciones del fútbol serio.
Su reaparición arrancó con los mejores augurios: marcó en su primer partido, ante el Haarlem. El Ajax alcanzaría ese campeonato y también el siguiente, siempre con él como eje del juego de ataque. En esa segunda temporada fue cuando marcó uno de sus goles más célebres, el penalti indirecto: en lugar de patear directamente a portería, adelantó el balón un poco hacia su izquierda para que Jesper Olsen, con el que había convenido la maniobra previamente, se lo devolviera y batir él a placer al portero, desconcertado. Un gol así lo había hecho ya Rick Coppens 25 años atrás en Holanda y posiblemente Cruyff manejara aquel recuerdo. Aquello dio la vuelta al mundo.
Pero al término de ese segundo curso le llegó un disgusto inesperado: el presidente ajaccied, Tom Harmsen, no le renueva. Y declara, una y otra vez, que Cruyff ya no está para jugar al nivel de exigencia de la Eredivisie.
Su reacción es espectacular: ficha por el Feyenoord de Roterdam, el gran rival. El Feyenoord se había adelantado al Ajax al ganar a Copa de Europa 69-70 (los de Ámsterdam ganarían las tres siguientes gracias, sobre todo, a Cruyff) pero ya hacía 9 años que no ganaba la Liga, le estaban adelantado el AZ y el PSV en el panorama nacional, y acudieron a Cruyff para remediar su suerte. Con él llegó al Feyenoord un jovencísimo Gullit, que había despuntado en el Haarlem. Cruyff, Gullit y el goleador Houtman forman una sociedad sensacional. El Feyenoord llega invicto, con cinco victorias y un empate, a su visita al Ajax el 18 de septiembre de 1983 en medio de una expectación bárbara. Pero comete una sucesión increíble de fallos defensivos y el Ajax gana 8-2. Cruyff queda muy desairado, pero no se arruga: “Ganaremos el campeonato”, declara tras el partido.
Suena a bravata, pero lo que sigue es una racha de 12 victorias y 3 empates solo quebrada por una derrota en Groningen… justo el domingo anterior a la esperada visita del Ajax a De Kuip (La Bañera), como se conoce al campo del Feyenoord. La expectación bate récords. El Feyenoord gana 4-1 y uno de los goles lo marca Cruyff. El equipo de Roterdam saldrá campeón, como había pronosticado Cruyff, con solo dos derrotas. Y también gana la Copa, tras eliminar al Ajax en octavos de final. Un doblete sensacional.
La venganza estaba consumada. Ha jugado 44 partidos, con 13 goles, demostrando que no estaba acabado para la Eredivisie. Ahora sí, una vez dicha la última palabra, cuelga las botas y regresa al Ajax para incorporarse al cuerpo técnico. No tardaría mucho en repetir el viaje Ámsterdam-Barcelona, esta vez para crear el inolvidable Dream Team.
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