Djokovic, bajo la presión de Nadal y un horizonte incierto
Nole, que busca su séptimo cetro en Londres para recuperar el terreno perdido, compite sabiendo que probablemente no juegue otro grande al menos hasta enero
Se reivindica Novak Djokovic, brazos abiertos en el centro de la pista. Viniéndole a decir al público de La Catedral: aquí estoy yo. Ya tiene el pase a las semifinales de Wimbledon en el bolsillo, pero ahí dentro hay un volcán que amenaza con escupir todo el magma. Ha colapsado, ha sufrido. Pero se ha levantado: 5-7, 2-6, 6-3, 6-2 y 6-2, tras 3h 35m. Ha remontado dos sets contra Jannik Sinner, rendido el joven italiano por el vértigo, y aun así no termina de regalar una sonrisa del todo sincera. Él, el tenista que controla como ninguno la zona límite de su deporte, siente la presión que ejerce...
Se reivindica Novak Djokovic, brazos abiertos en el centro de la pista. Viniéndole a decir al público de La Catedral: aquí estoy yo. Ya tiene el pase a las semifinales de Wimbledon en el bolsillo, pero ahí dentro hay un volcán que amenaza con escupir todo el magma. Ha colapsado, ha sufrido. Pero se ha levantado: 5-7, 2-6, 6-3, 6-2 y 6-2, tras 3h 35m. Ha remontado dos sets contra Jannik Sinner, rendido el joven italiano por el vértigo, y aun así no termina de regalar una sonrisa del todo sincera. Él, el tenista que controla como ninguno la zona límite de su deporte, siente la presión que ejerce la desventaja. Festejó Rafael Nadal en Melbourne y después en París, y el obsesivo sueño de ser el más laureado de todos los tiempos ha ganado interrogantes.
“En realidad, no creo que tenga más presión por las circunstancias. Siempre me he sentido motivado y más aquí. Cada vez que salgo a la pista me siento obligado a darlo todo. Lo que pase después de Wimbledon es impredecible, así que no le presto demasiada atención. Intento dirigir mis pensamientos al aquí y al ahora, y ya veremos qué ocurre más adelante”, dice ante los periodistas, refiriéndose a esa delicada situación que le pone contra las cuerdas. El serbio ha perdido terreno, sufre la erosión anímica de un año muy complicado y la ley estadounidense le dice que hoy día, en este presente inmediato al que él remite, no podría competir en el US Open. Es decir, ganar o ganar en Londres, no hay otra salida.
Se encuentra Djokovic ante un escenario insospechado hace pocos meses. En diciembre, antes del huracán, de la negativa a vacunarse contra la covid y de todo el embrollo australiano, el campeón de 20 grandes (dos menos que Nadal) se frotaba las manos e imaginaba un golpe definitivo. Con Roger Federer en la enfermería (camino de los 41 años y ya descabalgado) y el español envuelto en un mar de dudas (el pie, la cojera, el fantasma de la retirada y más de medio año ausente), Nole planificaba el gran asalto pero el devenir de los acontecimientos le ha conducido hacia un rincón sin escapatoria. Nadal se eleva en Londres, él no estará en Nueva York y no volvería a pisar un gran escenario hasta el próximo Open de Australia, en enero, siempre y cuando el país oceánico certifique su intención de perdonarle y apruebe su entrada.
“No, no me voy a vacunar”, repite. “Me encantaría ir a Estados Unidos, pero ahora mismo no sería posible. No hay mucho que pueda hacer. Corresponde al gobierno de allí decidir si permite entrar al país a gente no vacunada”, lamenta. “Y esto es una motivación adicional para jugar bien aquí”, advertía antes del inicio del grande británico, donde progresa y afrontará al local Cameron Norrie en las semifinales, pero donde tampoco ha logrado escapar a los malos ratos. Cedió un set en el estreno contra Soon Woo Kwon, otro frente a Tim Van Rijthoven y este martes otros dos ante Sinner.
Desplome en el ‘ranking’: del 1 al 7
“Ha sido solo una charla de ánimo, positiva. Por raro o falso que suene, realmente ayuda. Te reanima. Lo hice el año pasado en la final de Roland Garros [contra Tsitsipas, dos mangas por encima el griego] y me sirvió. Hoy también ha funcionado, aunque no siempre lo hace. Pero sentía que debía cambiar algo”, razona cuando se le pregunta por el soliloquio que ha mantenido consigo mismo tras ceder el segundo set contra Sinner.
La autoayuda ha tenido efecto. Sin embargo, siente en su interior las urgencias y la sombra de Nadal –citado este viernes con Taylor Fritz, hacia las 16.30; #Vamos y Movistar Deportes– se hace más y más grande. Coincide la resurrección del mallorquín con una temporada de más y más palos para él. Comenzó este 2022 en lo más alto, y después de Wimbledon su nombre figurará en el séptimo peldaño del ranking. No ha encontrado mayor premio que el del Masters de Roma. Es Nole bajo presión. Seguramente, más que nunca.
TRAS LAS HUELLAS DE BORG, SAMPRAS Y FEDERER
En términos de larga distancia, Djokovic ha demostrado una fiabilidad a prueba de bombas en Londres. El serbio ha ganado 10 de los 11 partidos a cinco mangas que ha disputado en el grande británico, en el que aspira a dejar otra marca histórica.
Si el domingo gana el título, el balcánico encadenaría su cuarto Wimbledon y se convertiría en el cuarto jugador que lo consigue después de que lo hicieran el sueco Björn Borg (cinco de 1976 a 1980), el estadounidense Pete Sampras (de 1997 a 2000) y el suizo Roger Federer (2003-2007).
Se trataría, además, de la primera vez que enlaza cuatro premios de un mismo Grand Slam tras haber engarzado tres seguidos en Australia en dos ocasiones: de 2011 a 2013 y de 2019 a 2022.
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