El ‘biscotto’: dos heridos mejor que un muerto

El empate suele ser el resultado entre los equipos que se juegan algo a final de temporada y que salen beneficiados con el reparto de puntos

Gianluigi Buffon, portero del Parma, en un partido de la Serie B contra el Monza.Marco Luzzani (Getty Images)

La vida no permite contentar siempre a todos. Al menos, al mismo tiempo. La máxima filosófica de la suma cero, de los vasos comunicantes, funciona prácticamente en todos los ámbitos en los que están en juego el dinero o la felicidad: la de unos depende generalmente de la desgracia de otros. La regla, sin embargo, no funciona para determinados partidos de fútbol a final de temporada. El otro día le preguntaron a Xavi por el bodrio de encuentro entre el Barça y el Getafe. Y para explicarl...

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La vida no permite contentar siempre a todos. Al menos, al mismo tiempo. La máxima filosófica de la suma cero, de los vasos comunicantes, funciona prácticamente en todos los ámbitos en los que están en juego el dinero o la felicidad: la de unos depende generalmente de la desgracia de otros. La regla, sin embargo, no funciona para determinados partidos de fútbol a final de temporada. El otro día le preguntaron a Xavi por el bodrio de encuentro entre el Barça y el Getafe. Y para explicarlo desempolvó el exuberante diccionario del calcio. El empate beneficiaba a ambos, admitió el técnico. Pero de ahí a que hubiera “biscotto”… El término -galleta en italiano- se usa para hablar de aquellos partidos en los que ambos equipos necesitan solo un punto y el empate aparece como una solución que no hace falta ni verbalizar. Italia es la cuna ideológica y etimológica de este fenómeno.

Biscotto viene del latín y significa cocido dos veces. Un dulce que contenta a las dos partes, si pensamos en el marcador final de un partido. Esa es una versión de su origen. La otra hay que buscarla en algunos establos de los hipódromos de Nueva York, donde se amañaban las apuestas de caballos, generalmente con la mafia de por medio. A los equinos que debían quedar rezagados les daban un biscotto impregnado con alguna sustancia sedante para que su instinto ganador no mandase al garete las ganancias del gánster de turno. Lo curioso es que al caballo, a menudo, lo drogaba su propietario, que apostaba por otro purasangre sin levantar sospechas. Aplicado al fútbol: correr menos, chutar menos, defender menos.

El biscotto pertenece a ese universo tan singular e italiano de la sfumatura. La técnica pictórica marca de la casa de Leonardo que podría definirse como el difuminado, matices infinitos que destruyen suavemente cualquier pretensión de certidumbre o rotundidad. La magia capaz de hacer que algo invisible sea evidente (en eso Italia y la rígida España somos muy distintos). Temas que están sobre la mesa, pero no se hablan abiertamente porque hay cosas que no hace falta explicitar. Por educación o prudencia. Gianluigi Buffon explicó como nadie el término en 2012. “Mejor dos heridos que un muerto. Los partidos están para ganarse. Pero si a veces hay que hacer cuentas, estás justificado”. Buffon, curiosamente, se vio envuelto en un lío de apuestas en esa época.

La galletita es un clásico en mundiales y eurocopas. Aquí los periódicos lo desempolvaron durante la Euro de 2004: Dinamarca y Suecia, en el mismo grupo de Italia, empataron el último partido de la primera fase. El único resultado que permitía a ambos acceder a la fase final de la competición dejando a Italia en la cuneta, que quedó eliminada. El sabor del biscotto se hace más intenso a medida que se acerca el final de temporada. De hecho, parte del invento de la liga asimétrica -los equipos no juegan en el mismo orden en la vuelta- se basa en desactivar su magnetismo. Hay mil ejemplos. El Milan ganó en 1993 el scudetto en una situación parecida a la que afrontaba ayer en Sassuolo. Al equipo de Berlusconi le servía el empate contra el Brescia que, del mismo modo, evitaba así su descenso. Después de 80 minutos de vergonzoso peloteo, un tiro de Albertini terminó en el fondo de la red del pequeño equipo lombardo. Dos minutos después, como si fuera Maradona, el libero Luca Brunetti burló a toda la defensa milanista (Baresi, Maldini, Costacurta…) para restablecer el statu quo.

El biscotto está tan aceptado que hasta la Roma y la Lazio, enemigos acérrimos, llegaron a un acuerdo de vecindad para no descender a Segunda División el 15 de mayo de 2005. Ambos habían ganado el scudetto cuatro y cinco años atrás respectivamente. Pero la temporada había sido un desastre. El partido, conocido como del derby del tedio, terminó 0-0 sin apenas tiros a puerta. Algo que bien mirado, si se aplicase a las relaciones diarias resolvería muchos problemas de convivencia. Si uno piensa en la frase de Buffon, el biscotto es un monumento a la civilización y progreso. El empate a cero, en suma, como máxima expresión democrática.

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