Ferrão: “Es un orgullo que me comparen con Ronaldo. Siempre soñé con parecerme a él”
El pívot del Barcelona, el mejor jugador de fútbol sala del mundo, repasa su trayectoria tras conquistar la cuarta Champions League en la historia azulgrana
Aunque el domingo salió de fiesta con todo el equipo para celebrar la cuarta Champions League del Barcelona de fútbol sala tras desnudar al Sporting de Portugal (4-0), Carlos Vagner Gualarte Filho, Ferrão (Chapecó, Brasil; 31 años) llega diez minutos antes a la cita en el Palau Blaugrana, bien fresco, acaso con un poco de alergia por culpa de su perro. “Acabo de pedir un antihistamínico al doctor”, revela, siempre con la sonrisa puesta y todo amabilidad, lejos de tene...
Aunque el domingo salió de fiesta con todo el equipo para celebrar la cuarta Champions League del Barcelona de fútbol sala tras desnudar al Sporting de Portugal (4-0), Carlos Vagner Gualarte Filho, Ferrão (Chapecó, Brasil; 31 años) llega diez minutos antes a la cita en el Palau Blaugrana, bien fresco, acaso con un poco de alergia por culpa de su perro. “Acabo de pedir un antihistamínico al doctor”, revela, siempre con la sonrisa puesta y todo amabilidad, lejos de tener el ego que le podría conferir ser el mejor jugador del mundo, tal y como se lo han reconocido en los tres últimos cursos. No mira una sola vez el reloj durante la charla, posa para las fotos con paciencia y cuando se marcha, reconoce que ha venido de Playa de Aro, donde estaba con su chica descansando un par de días, solo para atender a la entrevista. Suma 270 goles con el Barça en siete temporadas, 34 en 35 partidos europeos y es el máximo goleador de las fases finales con 11. Es Ferrão.
Pregunta. ¿Cómo le nació la pasión por el balón?
Respuesta. Mi padre era jugador de fútbol profesional y siempre que podía me iba con él al campo para las fotos, para jugar con los otros hijos de los futbolistas. No sé, siempre me gustó tener una pelota cerca. Aunque a mi madre no le hacía tanta gracia porque siempre se quejaba de que dejaba muchas manchas en las paredes de casa. Así que por las tardes me iba a una canchita que estaba cerca y pasaba las horas con los amigos. Eso sí, si no sacaba buenas notas ya sabía que no me dejarían ir.
P. ¿Quién era su ídolo entonces?
R. De fútbol sala, Lenísio porque jugaba en mi posición, aunque el mejor era Falcão. Y de fútbol, Ronaldo el Fenómeno. Cuando me comparan con él [por su fútbol y hasta por su tremendo parecido físico] es un orgullo porque siempre soñé con parecerme a él.
P. ¿También a su padre?
R. Claro. Y a mi madre, que me llevaba a todos sitios. Sin ellos no estaría aquí y por eso, con mis primeros buenos sueldos, les daba la mitad a modo de agradecimiento. Aunque es verdad que mi padre me ayudó a ser profesional porque era muy crítico conmigo; me presionaba mucho porque me decía que sabía lo que podía dar y que no aceptaría que diera menos. Eso hizo que me gustara la presión. Él sabía lo que hacía porque en Primera jugó en el Palmeiras, en el Gremio y en el Chapecoense. Ahora viven allí en Chapecó.
P. ¿Les afectó mucho la tragedia de 2016, cuando se estrelló el avión del primer equipo del Chapecoense?
R. Fue horrible. Un jugador, amigo mío, se salvó porque estaba lesionado y no viajó. Pero hubo muertos, otros que perdieron las piernas… Conocía a muchos. En esos momentos, te das cuenta de que la vida es muy corta, que de un día a otro puede cambiar todo. Así que hay que disfrutar la vida y estar bien con nosotros mismos, además de valorar a la gente que está a tu lado.
P. ¿Usted lo hace?
R. Lo intento, sí. Es algo normal porque me fui de casa con 14 años para jugar al fútbol sala y siempre he estado rodeado de amigos.
P. ¿Y cómo es que escogió el sala antes que el fútbol?
R. Porque era más dinámico y se tocaba mucho más el balón. Es verdad que con 17 años me llamó el Gremio y me hizo la prueba durante tres semanas de verano. Pero cuando me ofrecieron el contrato no pude firmarlo porque yo amaba el fútbol sala. Recuerdo que mi padre se enfadó muchísimo porque el fútbol tiene otra dimensión social y económica. Pero me dejó escoger y por eso no me equivoqué.
P. Tras varios equipos en Brasil, llegó la oferta del Tuymen, equipo ruso. ¿No pensó que estaba muy lejos y que haría mucho frío?
R. Me dio un poco de miedo porque sabía que mi vida iba a cambiar del todo, pero quería derribar puertas. Y realmente fue una de las mejores etapas porque aprendí muchísimo. Claro que es otra cultura, la gente es más fría, el clima ni te digo… Pero me abrí y lo disfruté. Ahora, me da mucha pena la guerra con Ucrania porque nunca pensé que volvería a ver algo así en estos tiempos… Me duele.
P. ¿Qué aprendió en Rusia?
R. A fortalecer el físico. Al final, mi juego es una mezcla de los tres países. El físico de Rusia, la técnica brasileña y la táctica de España porque aquí se hace un fútbol muy inteligente.
P. No le ha ido mal… ¿Usted se considera el mejor del mundo?
R. Yo miro a mi alrededor y a veces pienso: ‘¿Cómo he podido ganarle a este tío con lo bueno que es?’. Los premios que los escojan los otros. Yo, sinceramente, me siento un afortunado con los cracks que tengo por compañeros y rivales. Eso sí, siempre he confiado mucho en mí porque con el balón en los pies tengo muy claro que voy a arriesgar tenga quien tenga delante. En los partidos grandes los compañeros me dicen que soy un pesado porque les pido que me pasen el balón porque lo voy a intentar. Es la única forma de que salgan las cosas, probándolas.
P. ¿Pero las virguerías las piensa antes de hacerlas o le salen al momento?
R. Depende. Los taconazos, por ejemplo, se entrenan mucho. En las semifinales ante el Benfica, como en la UEFA se permite el contacto físico, veía que no podía girarme y pegarle bien. Así que pensé en el taconazo y salió bien. Pero a veces te sale el portero, estás de espaldas al portero y has de inventarte una vaselina. Lo que está claro es que hay que estar concentrado y pensar rápido.
P. ¿Siempre tiene el gol en la cabeza?
R. Soy pívot… Sí, claro. No siempre es la prioridad, pero es mi trabajo. Aunque creo que mi marca de la casa son los giros porque siempre juego de espaldas. Y no es fácil.
P. ¿Es supersticioso?
R. Mucho. Tengo manías como salir el último del vestuario. O si me pisan, devolver el pisotón. Eso se me quedó de Rusia porque decían que daba mala suerte. O también si no consigo marcar algún gol en dos partidos con unas bambas, ya solo las uso para entrenar, no para competir. Y unas cuantas más…
P. ¿Y cómo lleva eso de perder?
R. Depende de la manera en que lo haga. Si no lo doy todo, me enfado muchísimo. Pero si lo intento hasta el final, no tanto. Recuerdo que cuando llegué al Barcelona no ganábamos y me volvía loco porque había que cambiar la dinámica. Y por eso no paraba de trabajar, porque soy muy competitivo. No me gusta perder ni en los entrenamientos. Pero siempre pico a mis compañeros porque entiendo que así se sube el nivel de todos.
P. ¿Y por qué no ganaban al principio?
R. Con el tiempo entendí que son ciclos. Al principio, Inter nos ganaba casi siempre. Luego, cambiamos la dinámica. Lo importante es tener un equipo hecho e irlo reformulando poco a poco.
P. Se criticaba mucho a Andreu Plaza, el extrenador azulgrana.
R. ¿Cómo se puede criticar a alguien que lo ha ganado todo?
P. ¿Y qué les aporta ahora Jesús Velasco?
R. Nos da calma y soluciones, es un genio en eso. Es verdad que nos deja espacio para decir lo que vemos, aunque luego decide él. Más que nada porque si le haces caso, pasan las cosas que dice. Ante el Sporting creo que hicimos la final perfecta por resultado y juego. No se vieron capaces de ganarnos, se desesperaron.
P. Como el Barcelona de fútbol, ustedes también quieren tener la pelota más que el rival, ¿verdad?
R. Es porque tenemos muy buen toque de balón. Nos gusta la posesión. Otra marca de la casa.
P. ¿Le ha felicitado alguno por ganar la Champions?
R. Coutinho y Alves, también Mirotic.
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