Última bala de Cristiano
A sus 37 años el capitán de Portugal se afana por liderar a los jóvenes contra Macedonia, último escollo hacia el Mundial
Este jueves se cumple un año de la derrota de Alemania por 1-2 ante Macedonia del Norte en Duisburgo. El partido precipitó el final de la era de Joachim Löw en la Mannschaft y elevó a Macedonia a un estatuto que nunca había tenido en su historia. Sin apenas trayectoria, el equipo se convirtió de la noche a la mañana en una selección inquietante. De los ocho partidos que siguieron solo perdió uno —contra Alemania— y el jueves pasado ...
Este jueves se cumple un año de la derrota de Alemania por 1-2 ante Macedonia del Norte en Duisburgo. El partido precipitó el final de la era de Joachim Löw en la Mannschaft y elevó a Macedonia a un estatuto que nunca había tenido en su historia. Sin apenas trayectoria, el equipo se convirtió de la noche a la mañana en una selección inquietante. De los ocho partidos que siguieron solo perdió uno —contra Alemania— y el jueves pasado eliminó a Italia de la repesca del Mundial. El drama al otro lado del Adriático repercutió en forma de fiesta nacional en Skopie. Alentado por el clima de euforia, el primer ministro macedonio Dimitar Kovacevski se montó al avión que trasladaría a los futbolistas a Oporto para disputar contra Portugal el encuentro decisivo de la repesca del Mundial de Qatar. De pie en el pasillo de la aeronave, Kovacevski arengó a los expedicionarios prometiéndoles 500.000 euros y pasaportes diplomáticos por prima, si obtenían el billete.
“Es un buen presagio”, aventuró Visar Musliu, defensa del Ingolstadt, de la Segunda Bundesliga, cuando supo que su selección se alojaría en el mismo hotel que acogió al Chelsea en vísperas de la última final de Champions, que se disputó y conquistó en el estadio de O Dragao. Este martes (20:45 horas, Cuatro) en el mismo escenario, Macedonia se convertirá en el último obstáculo entre la Copa del Mundo y la mejor generación de la historia de Portugal.
Bernardo Silva, Bruno Fernandes, Rúben Dias y Joao Félix, son los primeros representantes de la eclosión de talento más repentina de un país europeo en la última década. Pero una vez adquirida la experiencia necesaria para reclamar un lugar preeminente en la jerarquía de la plantilla han aflorado las fricciones. Cristiano Ronaldo se resiste a comportarse como un jugador más. A sus 37 años, el falso nueve más resolutivo del siglo se afana por que todo el equipo siga girando a su alrededor. El malestar comenzó a gestarse antes de la última Eurocopa. Primero con Fernando Santos, el seleccionador, que advierte que Cristiano ya no está en condiciones físicas de elegir adónde quiere jugar, sino que debe adaptarse al equipo y no al revés.
Protagonista de la última conferencia de prensa antes del partido, Cristiano presumió de colectivista cuando alguien oportunamente le preguntó si el Mundial era inconcebible sin él. “No hay Mundial sin Portugal, aquí no hay individualidades”, dijo; “es un grupo, son todos”.
“Sorprendió”
Cristiano se empecina en estirar su carrera sin perder peso específico. La realidad del campo de juego contradice su pretensión. Cristiano disputó un total de ocho partidos de la clasificación mundialista. Siempre como titular y sin ser sustituido jamás. Solo le marcó goles a Irlanda (2) y a Luxemburgo (4). De los tres tantos que le metió a Luxemburgo los dos primeros fueron de penalti. Contra Serbia —ganador del grupo— se quedó sin anotar en 180 minutos. Contra Turquía, el jueves pasado en la semifinal de la repesca, tampoco fue decisivo. Al contrario. Su presencia crispó a compañeros como Bruno Fernandes, perdido como Moutinho en los procesos creativos de un equipo al que, por ausencia de empatía, le costó encontrar el camino hacia el gol. Turquía estuvo a un penalti —falló Yilmaz— de empatar 2-2 y de llevar a Portugal al borde del precipicio. Macedonia no encierra menos peligros.
“Macedonia sorprendió a Italia”, dijo Cristiano. “Hizo eso en muchos partidos. Pero creo que mañana no nos va a sorprender. Portugal será mejor e iremos al Mundial”.
Macedonia es un equipo limitadísimo que se recoge en su área como las mejores rocas de Europa. Metidos en la última trinchera, sus volantes y sus defensas son maestros en el arte de achicar espacios, levantar escollos y evacuar balones. Si Portugal no endereza el rumbo del partido y en las tribunas de O Dragao comienza a escucharse el rumor del miedo, sus jugadores deberán demostrar la cohesión que les ha faltado. Entonces el destino del equipo local se aproximará peligrosamente al destino de Italia.
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