“¡Yo soy español, español!”

El regreso de la selección a Cataluña después de 18 años reúne a más de 35.000 aficionados, que llenan el estadio de banderas y cantan durante todo el encuentro

Barcelona -
Bandera de España de 50 metros que exhibió la afición antes del encuentro.Alejandro García (EFE)

Un intenso olor a petardos y los masivos cánticos alrededor de España y la selección daban la bienvenida tres horas antes de que comenzara el encuentro, cuando ya se agolpaban riadas de rojo y amarillo en los alrededores del estadio del Espanyol. Hacía 18 años que no jugaba La Roja en Cataluña, era la primera vez en Cornellà, y los aficionados estaban hambrientos por alentar al equipo, también sedientos porque los bares de la zona hicieron su agosto. “Esto se ha visto en al...

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Un intenso olor a petardos y los masivos cánticos alrededor de España y la selección daban la bienvenida tres horas antes de que comenzara el encuentro, cuando ya se agolpaban riadas de rojo y amarillo en los alrededores del estadio del Espanyol. Hacía 18 años que no jugaba La Roja en Cataluña, era la primera vez en Cornellà, y los aficionados estaban hambrientos por alentar al equipo, también sedientos porque los bares de la zona hicieron su agosto. “Esto se ha visto en algún derbi, de los primeros que hubo, y poco más”, contaba Lucía, regente de un restaurante en el centro comercial próximo al estadio, al tiempo que tiraba cervezas sin cesar. Fueron unos 35.544 los hinchas que acudieron al estadio. Casi un lleno total, fiesta monumental.

La jarana estaba en los bares que rodeaban al estadio, también una zona que se habilitó con un Dj, donde ondeaban las bufandas y el techno atronaba entremezclado con clásicos nacionales. “¡Que viva España!”, pedían constantemente los aficionados, algunos ataviados incluso con la bandera del águila. Lo mismo sucedía en el local Cata-Tapa, donde una chica chocaba dos cacerolas rojas a topos amarillos junto a Pilar —señora con un chal con los colores distintivos— y sus castañuelas, a la vez que todos cantaban con frenesí. Hasta que hizo aparición Manolo el del Bombo para regocijo de todos. Cánticos hacia su persona; selfies por doquier. “Esto es lo más grande del día”, gritaba Jesús, que había acudido con su hijo y su mujer. “¡A por ellos, oé!”, remataban desde la calle otra marabunta de aficionados, rodeando entre risas a unos pocos hinchas con chaquetas de la selección de Albania a los que después abrazaron.

Una gran bandera

“Es que tenemos muchas ganas de poder disfrutar de nuestra selección aquí en Barcelona. El partido de hoy tiene que ser una fiesta y una muestra de fraternidad”, señalaba Toni, un chico de 27 años ataviado con la bandera de España, doctor en el hospital de Sant Pau; “yo sí que vi a la selección en Son Moix en 2007, en un partido de clasificación para la Eurocopa, pero... ¡verla aquí, en casa, es diferente y es mejor!”.

“¡Yo soy español, español, español!”, bramó la grada después de que se recitara la alineación —tímidos abucheos para Eric García, un barcelonista en el estadio del Espanyol— y también los suplentes, ninguno tan ovacionado como el seleccionador Luis Enrique. Acto seguido, se desató la euforia con las notas de Mi gran noche de Raphael, al punto de que desde la megafonía dejaban espacios para que se cantara a capela. Sí que hubo unos pocos que silbaron de inicio el himno de Albania, aunque pronto se cambió por el enfervorizado tatareo al compás del himno español aliñado con una bandera de 50 metros exhibida en el Fondo Prat (Sur), donde se veía el skyline de Barcelona y un mensaje: “Barcelona con la selección”.

Y en cuanto rodó el balón, los piropos se los llevó sobre todo Pedri, vitoreado en varias ocasiones. La fiesta no cesaba y solo tardó un cuarto de hora en aparecer la ola en las gradas, después respetuosos con la tradición de Cornellà al aplaudir en el minuto 21 dedicado al fallecido Dani Jarque. “¡Es España, Cataluña!”, se animaban a cantar los hinchas. “¡Barcelona con la selección!”, seguían, al ritmo de la pegadiza canción de Yellow Submarine de los Beatles. Y muchas más redondeadas con el himno y las luces de los móviles, incluso aplaudido el gesto de Morata de dejarle el brazalete de capitán a Alba cuando entró al campo.

Pero faltaba el gol, la guinda. Eso lo regaló Ferran Torres, aunque Albania casi empaña la fiesta con el empate. Pero entonces llegó el tanto de Olmo, el estruendo y jolgorio morrocotudo. “Me hubiera fastidiado mucho no ganar. No por mí ni por los jugadores, sino por el ambiente tan espectacular en Barcelona. No recuerdo un partido en el que la afición haya animado tanto y haya sido tan determinante. Es imposible que tardemos 18 años en volver aquí, sería un error”, convino el seleccionador Luis Enrique. “Ha sido una noche inolvidable. Hemos marcado el gol y lo hemos celebrado como en Kósovo [partido que dio la clasificación a España para el Mundial]. ¡Ostras! Es que esta gente se lo merecía. Pero es que ya sabía que iba a ser buen ambiente, pero quizá no me esperaba los 90 minutos animando. Ha sido muy bonito”, prosiguió el técnico. “Un ambientazo”, cerró a pie de césped Olmo tras acercarse con sus compañeros a los dos fondos para agradecer el apoyo de la afición en una noche que Barcelona demostró ser también roja y amarilla.

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