La sombra de Bale sigue siendo alargada
El galés, que suma cuatro años de desconexión con el Madrid y juega ya más con su selección, cierra una semana de tormenta perfecta: baja en el clásico, decisivo con su país y ataque a los medios
Gareth Bale y el Real Madrid llevan cuatro años despidiéndose y cuatro años obligados finalmente a convivir. Convertido cada vez más en una sombra en el Bernabéu y un elemento de distorsión, una especie de cuerpo extraño del pasado que se ha colado en el presente, el galés reaparece una y otra vez para recordar que ahí sigue y ahí seguirá hasta que su contrato expire a finales de junio.
Sus últimos cinco días suponen otra prueba más de vida y ruido, una tormenta perfecta de bajas médicas en Chamartín y goles en Cardi...
Gareth Bale y el Real Madrid llevan cuatro años despidiéndose y cuatro años obligados finalmente a convivir. Convertido cada vez más en una sombra en el Bernabéu y un elemento de distorsión, una especie de cuerpo extraño del pasado que se ha colado en el presente, el galés reaparece una y otra vez para recordar que ahí sigue y ahí seguirá hasta que su contrato expire a finales de junio.
Sus últimos cinco días suponen otra prueba más de vida y ruido, una tormenta perfecta de bajas médicas en Chamartín y goles en Cardiff rematada con un durísimo ataque a los medios. Desde agosto apenas suma un encuentro con los blancos, el pasado domingo se cayó del clásico por unas molestias en la espalda (según comunicó el club), 48 horas más tarde ya estaba entrenando como sin nada con Gales, y este jueves se apuntó los dos goles contra Austria (2-1) y una actuación plena de energía que acercan a su país al Mundial (se enfrentará por una plaza al ganador del Escocia-Ucrania aplazado a junio). La guinda la puso al día siguiente con un comunicado demoledor en el que acusó a determinada prensa de “periodismo calumnioso y despectivo” cuya presión lleva a algunos deportistas “al límite”.
Hace tiempo que en el universo blanco se le dio por amortizado deportivamente y cuesta verlo como una opción fiable, pero esta resurrección futbolística al calor de la patria se produce en un momento sensible en el Madrid, justo después de que la delantera merengue volviera a quedarse en paños menores sin Benzema, a expensas de los fallidos inventos de Ancelotti y zarandeada por el Barcelona. El lunes debería estar de vuelta en Valdebebas, aunque nadie sabe cuánto minutos más le quedan vestido de blanco en un campo.
Sin mercado tras cuatro temporadas de caída libre en el fútbol de clubes con un sueldo que ronda los 15 millones netos, el fichaje más caro en su momento de la historia del Madrid (101 millones) regresó este verano a la ciudad deportiva después de su insatisfactoria cesión en el Tottenham. Desde entonces, ha jugado más con Gales (322 minutos) que con el Madrid (270), y con una diferencia de peso y rendimiento sideral: en los últimos cuatro partidos con su selección suma tantos goles (cinco) como en los 35 choques previos con los blancos. Mientras con su país completa encuentros sin más dificultad que los inevitables calambres, como frente a Austria, en sus equipos eso es una excepción. En el Madrid no lo hace desde enero de 2019, en Getafe, y en los Spurs solo registró un duelo entero el curso pasado, ante el modesto Wycombe Wanderers en la FA Cup.
“Aquí disfruta, disfruta jugando para su país”, soltó su compatriota Aaron Ramsey tras liquidar a Austria con un Bale muy retador, reivindicativo, como si se sintiera infravalorado en el Bernabéu. “No necesito mandar mensajes a nadie, sería perder el tiempo. Deberían sentirse avergonzados, es desagradable”, afirmó el zurdo con despecho en referencia a la prensa española. Una crítica que amplió este viernes con un fortísimo comunicado en redes. “He sido testigo del coste que los medios pueden tener en la salud física y mental de las personas. En lugar de compadecerse de los deportistas cuando hierran, los hacen trizas”, aseguró molesto por haber sido calificado como “parásito”.
Mientras, el Madrid trata de evitar el mayor ruido posible y dejar que pase el tiempo hasta que el contrato muera por causas naturales, ya que no fue capaz de separar sus caminos antes de tiempo. Ancelotti, que en enero le costó explicar una de sus seis bajas –”no está lesionado, pero no se encuentra bien”-, hace malabarismos públicos para defender el “compromiso” del jugador y, al mismo tiempo, no darle ni un minuto en el Bernabéu (su último partido en la Castellana fue en febrero de 2020). Su agente llamó esta campaña “asquerosos” a los aficionados del Madrid por el trato a su cliente. Bale formó parte de la apuesta inicial de Carletto, igual que Hazard, y después de un largo invierno volvió a reclutarle en Vila-Real, antes visitar al PSG, en otra ausencia de Benzema. De todos los sustitutos del francés, ninguno ha disparado más veces a puerta en un choque que él (tres), pero su figura volvió a perderse.
Así lleva desde que amagara con irse en 2018 nada más ganar la Champions con una chilena al Liverpool, otro gol de final para su colección. Se quedó, la cúpula lo señaló como el sucesor de Cristiano, apuesta que no resultó, y desde entonces todo ha sido un largo adiós que nunca se ha concretado. Ese primer curso sin CR lo acabó sentenciado por Solari y con Zidane reclamando su marcha “inminente por el bien de todos”. Se quedó y el francés le dio bola en el comienzo del nuevo curso hasta que lo devolvió a toriles y el galés terminó el año repanchingado en Valdebebas, en el postconfinamiento.
Entonces sí se le encontró una salida, a préstamo en el Tottenham, y se creyó que aquello sería el final. Pero tampoco. En los Spurs no convenció y regresó. Esta campaña, Ancelotti lo colocó en su plan inicial y apenas aguantó tres partidos. Se lesionó nada más pisar el Bernabéu, se recuperó a tiempo para irse con Gales en noviembre y volvió lesionado. Un percance que luego encadenó con otros. Ahora tiene tres meses para preparar el duelo decisivo de clasificación para el Mundial. En junio, sí, se marchará de Valdebebas. Tiene 32 años y nadie sabe qué será de él después.
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