El mejor del barrio

Fran Pintadera -escritor y educador social- pone el texto y Raquel Catalina -ilustradora- las ilustraciones para ofrecer un relato ilustrado con la historia de un joven que lidera un equipo de fútbol

Casi todas las infancias tienen un recuerdo asociado a alguien que poseía un talento excepcional para el deporte. Una persona que era capaz de ganar ella sola un partido, ya fuera en la cancha del barrio o en la pista del colegio o el instituto. Con un don para manejar la pelota, driblar, ver huecos donde otros divisaban un muro y marcar un gol o anotar una canasta como si aquello fuera un trámite más de la jornada. Solían ser los líderes del conjunto: no solo por su...

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Casi todas las infancias tienen un recuerdo asociado a alguien que poseía un talento excepcional para el deporte. Una persona que era capaz de ganar ella sola un partido, ya fuera en la cancha del barrio o en la pista del colegio o el instituto. Con un don para manejar la pelota, driblar, ver huecos donde otros divisaban un muro y marcar un gol o anotar una canasta como si aquello fuera un trámite más de la jornada. Solían ser los líderes del conjunto: no solo por sus capacidades atléticas, también por su actitud y dominio del entorno. Cuando no podían acudir a algún encuentro, el resto del equipo se sentía huérfano y desvalido.

Luego, con el paso de los años, muchos de aquellos jóvenes talentos fueron evolucionando. Algunos llegaron a profesionales. La mayoría se quedó o escogió otros caminos. Todos, sin excepción, portaban ya en su día una mochila cargada con sus circunstancias personales: familiares, sociales, económicas o sentimentales. Unas veces esa mochila era más visible. Otras, ni tan siquiera se podía intuir. En La mejor jugada de Madani (Ekaré) Fran Pintadera -escritor y educador social- pone el texto y Raquel Catalina -ilustradora- las ilustraciones para ofrecer un relato ilustrado con la historia de un joven que lidera el equipo de fútbol de su barrio. Madani -así se llama- lleva el número 14 en la espalda y juega con los pies descalzos. La crónica asegura que “cada sábado, cuando el balón aterriza en sus pies desnudos, la plaza se detiene. No solo la plaza, ¡el mundo entero! Los camareros se quedan inmóviles con las bandejas en alto. Los ancianos dejan de discutir. Las palomas no vuelan. ¡Hasta el tráfico se paraliza!”. Es más, aseguran que, hasta la llegada del pequeño jugador, la estrella de los partidos era el que más fuerte le pegaba a la pelota. Luego, con sus regates y sus goles, los partidos de los sábados se seguían comentando durante toda la semana.

Madani guarda todos sus ahorros en una caja de latón. “Cuando esté llena, iré de compras al centro. ¡Los partidos serán mucho mejores!”, les dice a sus compañeros, que intuyen que el destino de ese dinero será comprar unas botas de fútbol. Pero Madani tiene otra jugada en mente. Y nada le apartará de su objetivo. Un libro sobre el cariño, la determinación… y la desigualdad.

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