Alexanco de portero y Zubi de jugador
El defensa Chaker Alhadhur de Islas Comoras prometió no volver a reírse de su guardarredes y le mostró sus respetos por tener una tarea tan complicada
Cuando salíamos de la escuela allí, en Aretxabaleta, allá por los setenta, rápidamente invadíamos la plaza y empezábamos a elegir equipos para empezar el partido. Era igual si el balón era balón, de plástico siempre, o era pelota de goma, y solamente la lluvia si era intensa podía suspender el encuentro. Cuando los jugadores eran impares recurríamos al comodín del portero-jugador. O sea, que en una transgresión de una de esas normas nunca escritas pero siempre sabidas, el designado ...
Cuando salíamos de la escuela allí, en Aretxabaleta, allá por los setenta, rápidamente invadíamos la plaza y empezábamos a elegir equipos para empezar el partido. Era igual si el balón era balón, de plástico siempre, o era pelota de goma, y solamente la lluvia si era intensa podía suspender el encuentro. Cuando los jugadores eran impares recurríamos al comodín del portero-jugador. O sea, que en una transgresión de una de esas normas nunca escritas pero siempre sabidas, el designado como portero podía salir de su área y jugar como uno más de los jugadores. Tal vez, la única restricción era si podía o no marcar gol.
Nunca en otra circunstancia el portero podía salir de su área, y vivía el partido desde su jaula, a veces deseando ser goleado para rotar y que un compañero ocupase ese puesto entre venerado y maldito, y la transgresión venía, máximo, de innovadores como Iribar que convertían un saque con la mano en una jugada de contraataque.
Eso fue cambiando en los noventa cuando ya el portero no podía coger el balón con las manos ante una cesión de su defensa y era obligado a elegir entre un despeje grosero que encajaba con esa idea esculpida en piedra de que en la portería el riesgo hay que reducirlo al mínimo o el atrevimiento de parar ese balón y jugarlo a un compañero bien situado para dar continuidad al juego.
Fue la primera vez que los porteros vimos invadida nuestra parcela y, lo que es más difícil de asimilar, vimos perdida nuestra aura intocable de ese héroe vestido con camiseta diferente y con reglas diferentes para vulgarizarnos en el mundo de los que jugaban con los pies. Perdimos la pureza para hacernos más mestizos con lo que eso tiene de dificultad, pero siempre de evolución y también de pérdida.
A partir de ahí se lanzó la carrera del portero como especialista defensivo a tiempo parcial ya que también demandaban de nosotros que fuéramos jugadores para mover la pelota en la zona de mayor riesgo, en esa donde el error siempre, con las manos o con los pies, acaba en gol del rival.
Recuerdo que Johan Cruyff, con esa mente retadora con la que miraba el fútbol y la vida, nos decía que uno de sus sueños era jugar un partido con Alexanco de portero (lo de Zubi como jugador ya lo cumplió en un amistoso de pretemporada allá por Holanda y dudo mucho que ese fuera un auténtico sueño del gran Johan). Y si lo piensan bien encaja perfectamente en un entrenador que quería ganar mejor 4-2 que 1-0 y que tenía en la posesión de balón uno de sus axiomas fundamentales. Y si tienes el balón mucho, mucho, mucho tiempo el rival no te puede atacar, por tanto, no importa quién esté en la portería. Y si nos marcan en una pérdida pues habrá que marcar dos para ganar, que ya era el plan inicial.
En la sublimación de todo este proceso que remueve la portería desde hace más de 30 años llegó un partido de octavos de la Copa de África entre Camerún y la sorprendente selección de las islas Comoras (nota aparte: cuando vas de director deportivo a Marsella aprendes dónde están las Comoras, su historia y muchas otras cosas referidas a su cultura). Antes del partido la noticia estaba en que Comoras tenía a un portero lesionado y los otros positivos por covid.
La solución no fue valorar la excepcionalidad de la situación y del puesto sino quedarse solo con que Comoras tenía jugadores que podían jugar en la portería y que se arreglasen entre ellos para encontrar al valiente que se ponían los guantes. Y Chaker Alhadhur, un defensa suplente, se puso de portero. Y defendió con honor la portería a pesar de perder 2-1. Ya al final del partido se fue hacia su portero, le prometió no volver a reírse de él y sus errores y le mostró sus respetos por tener una tarea tan complicada.
Pero por ahí andará algún discípulo de Billy Beane comparando los datos de portero-portero y los del portero-jugador. A partir de ahí puede que llegue una auténtica revolución en el puesto legendario de guardarredes.
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