Tenis, por favor
Es una verdadera pena ver a un tenista de la categoría de Djokovic inmerso en esta situación, pero ha sembrado demasiadas dudas
La semana previa al inicio del Open de Australia ha tenido escaso, por no decir que nulo, eco debido al caso Djokovic. El debate, evidentemente, ha trascendido el ámbito deportivo y se ha ido contaminando del espíritu ideológico y dogmático que tan bien define nuestra época. No me apetece mucho embarrar más el tema, pero sí señalar algunas cuestiones que no deberíamos olvidar.
La primera es que si los países no hubieran impuesto medidas de contención o de autoprotección, y si no nos hubiéramos vacunado de f...
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La semana previa al inicio del Open de Australia ha tenido escaso, por no decir que nulo, eco debido al caso Djokovic. El debate, evidentemente, ha trascendido el ámbito deportivo y se ha ido contaminando del espíritu ideológico y dogmático que tan bien define nuestra época. No me apetece mucho embarrar más el tema, pero sí señalar algunas cuestiones que no deberíamos olvidar.
La primera es que si los países no hubieran impuesto medidas de contención o de autoprotección, y si no nos hubiéramos vacunado de forma masiva, muy probablemente no se celebraría este torneo. En segundo lugar, pienso que la actuación del jugador serbio ha sembrado demasiadas dudas y al Gobierno australiano no le ha quedado más remedio que decretar su expulsión para salvaguardar el estricto cumplimiento de las normas que ha impuesto a sus propios ciudadanos.
Es una verdadera pena, de todas formas, ver a un tenista de la categoría de Novak inmerso en esta situación. Solo alguien con el entendimiento deformado puede creer que todo este episodio tiene tintes personales y discriminatorios contra el jugador. No me cabe la menor duda de que a la organización del torneo, al Estado de Victoria y al Gobierno de Australia les hubiera encantado poder contar con la presencia del indiscutible rey de la Rod Laver Arena. Todo el mundo pierde si, finalmente, su presencia no es posible. Nadie desea la expulsión de uno de los favoritos para levantar el trofeo, de verlo con la posibilidad de defender su corona y de lograr su vigesimoprimer título de Grand Slam.
Esperando, pues, a que se confirme el desenlace definitivo de este culebrón, la próxima madrugada dará comienzo el esperado torneo en el que Daniil Medvedev y Alexander Zverev partirían como ligeros favoritos. El ruso ya sabe cómo se levanta un torneo de los grandes y el alemán, avalado por su brillante actuación en el Masters de fin de año, será muy difícil de batir si sigue manteniendo su mejor nivel.
Rafael tiene un cuadro complicado y, a pesar de que ganó el nada despreciable torneo de Melbourne, llega sin haber competido contra los mejores jugadores desde hace más de medio año. Sin embargo, si logra consolidar su buen juego y superar la primera semana del torneo, creo que se colocaría como uno de los favoritos, también, en el tramo final. Y no es solo el vínculo familiar el que me lleva a imaginarlo, sino los precedentes que algo conozco, y que me llevan a no descartar ninguna posibilidad.
La revelación española del curso pasado, Carlos Alcaraz, con un cuadro algo más asequible, nos confirmará a buen seguro las ilusiones que depositamos en él después de su brillante actuación en el US Open. Creo firmemente que este será el año de la consagración del jugador murciano.
Y en el cuadro femenino tenemos, también, las prometedoras actuaciones de Paula Badosa y Garbiñe Muguruza. La primera, después de un magnífico 2021, ha inaugurado este curso ganando el torneo de Sídney y ha anunciado así que nos seguirá manteniendo pendientes de ella. Y la segunda, a pesar de un ligero traspié en el mismo torneo, cerró el año pasado coronándose campeona en la Copa de Maestras de Guadalajara, lo que la postula como una de las favoritas en el intento de ampliar su ya brillante palmarés.
Ojalá podamos disfrutar y hablar, sobre todo, de tenis. Este maravilloso torneo así lo merece. Y los australianos que tanto se han sacrificado para que la normalidad sea lo más parecida a la anterior, también.
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