Moncho Fernández y Albert Oliver: “La clave para perdurar es pensar sólo en mañana”
El entrenador más estable de la liga, 12 temporadas en el Fontes do Sar, y el jugador más veterano de la ACB, con 43 años, están juntos en el Obradoiro y reflexionan sobre sus victorias contra el tiempo
Moncho Fernández (Santiago de Compostela, 52 años) suma 12 temporadas al frente del Obradoiro y es el entrenador europeo con mayor tiempo de permanencia en un mismo banquillo en las grandes ligas —por delante de Pablo Laso (11 cursos en el Madrid) y Dimitris Itoudis (ocho en el CSKA)—. Albert Oliver (Tarrasa, 43 años y 4 meses) ha jugado en siete equipos durante sus 25 temporadas como profesional y e...
Moncho Fernández (Santiago de Compostela, 52 años) suma 12 temporadas al frente del Obradoiro y es el entrenador europeo con mayor tiempo de permanencia en un mismo banquillo en las grandes ligas —por delante de Pablo Laso (11 cursos en el Madrid) y Dimitris Itoudis (ocho en el CSKA)—. Albert Oliver (Tarrasa, 43 años y 4 meses) ha jugado en siete equipos durante sus 25 temporadas como profesional y es el segundo jugador más veterano en la historia de la Liga ACB, solo por detrás del estadounidense Darryl Middleton que, en 2011, vistió la camiseta del Valencia con 44. Dos plusmarquistas silenciosos, sin engolamiento, juntos en el mismo equipo. EL PAÍS reúne al técnico y al base del Obradoiro para hablar de baloncesto y de sus victorias contra el tiempo.
Pregunta. ¿Cómo han conseguido perdurar?
Albert Oliver. En mi caso, disfrutando mucho y adaptándome a todo. Valoro mucho el día a día, cada momento. Hace unos años asumí que más que retirarme me retirarán. No veo el fin. El tema de mi edad siempre está ahí, pero encanta jugar al baloncesto. Es mi pasión. Según vas cumpliendo años resulta un sacrificio mayor el cuidarte al máximo para poder rendir, pero ese esfuerzo merece la pena. Intentaré aguantar más, pero está claro que no es fácil porque no hay muchos de mi edad. La aspiración es descansar bien hoy y entrenar bien mañana.
Moncho Fernández. Lo mío tampoco es normal. Un entrenador solo puede permanecer tanto en un sitio si hay una organización que lo apoye y le dé los medios para trabajar. Luego hay que conseguir los objetivos porque si no, te despiden. Es fundamental que el club entienda su propia filosofía. La paciencia y la confianza de los rectores son clave. Estamos expuestos a malas rachas y recibir la confianza cuando las cosas no van bien ayuda mucho. En mi caso se dan todas esas circunstancias y a ello se suma la propia naturaleza del club. Somos un club humilde, los jugadores van saliendo y el que se refresque la plantilla constantemente también facilita el trabajo del entrenador. Los mismos 11 o 12 jugadores con el mismo entrenador durante 12 años acabarían a tiros. Se cansarían de mí. No reparar en el tiempo es la mejor forma de pasar por él. La clave para perdurar es pensar sólo en mañana como decía Albert.
P. ¿Cuántos baloncestos han vivido en estos años?, ¿cómo han evolucionado la profesión de entrenador y de jugador?
M. F. Tenemos tendencia a barnizar de romanticismo el pasado. Pero el baloncesto ha evolucionado para bien. Las condiciones de trabajo, los avances médicos, las instalaciones, los pabellones... Estamos mucho mejor que hace 20 años. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Somos el reflejo de la sociedad que nos toca vivir. Ha habido también una evolución muy grande en las capacidades físicas y técnicas de los jugadores y eso ha condicionado el desarrollo del deporte. Por eso las reglas también deberían evolucionar al ritmo al que lo hacen los protagonistas, que son los jugadores.
A. O. El conocimiento que tenemos de todo… alimentación, recuperación… ha hecho que podamos estirar mucho más nuestras carreras, como pasa en muchos deportes. Antes con 30 eran ya veteranos y estaban casi retirados. Ahora es normal llegar a la frontera de los 40. Mientras vas jugando no te das cuenta, pero cuando ves partidos de hace 10 o 15 años sí percibes esa evolución, en lo físico, en lo técnico y en lo táctico. Antes se jugaba más al poste bajo y ver a un pívot tirando un triple era algo extraordinario. Ahora los jugadores son más grandes y la pista se queda muy pequeña a la hora de buscar espacios… Pero te vas adaptando a todo porque hemos cambiado a mejor. Es un baloncesto más atractivo, más rápido, más intenso. Ahora ya no hay jugadores que estén 35 minutos en pista.
P. En la ACB dominan los entrenadores nacionales (14-4), pero en los equipos hay algunos con un solo español como el Baskonia y otros con ocho como Unicaja.
A. O. Una base de jugadores nacionales siempre ayuda. Refuerza el sentimiento de pertenencia y da un plus. Los mejores años del Madrid han sido con un bloque nacional muy fuerte, lo mismo le pasó al Valencia cuando ganó la liga en 2017… El Baskonia es un caso excepcional, porque sin ese núcleo de nacionales le ha ido bien muchas veces. Se debería cuidar más al jugador nacional, pero esto está así montado. Un jugador que llega de fuera en edad júnior es considerado jugador de formación a los tres años… El tema de los cupos es un debate eterno, pero lo que está claro también es que tienes que ser bueno para jugar y ya está.
M. F. Los jugadores y los técnicos españoles son muy buenos, no pasa nada por decirlo. España tiene un rol muy importante en el baloncesto mundial y tiene mucha calidad en todos los rangos. No somos más exportadores porque nuestra liga tiene mucha calidad y es difícil salir de ella. Es una liga de máximo nivel y la competencia es ir a la NBA o a equipos de Euroliga de máximo nivel, porque aquí también los hay. Estamos hablando de generaciones que lo han ganado todo. Han sido campeones del mundo, medalla de plata olímpica, han jugado en la NBA… Eso merece mucho respeto. Pero el baloncesto vive en una sociedad determinada y el camino es ir hacia un mundo sin fronteras, con libre circulación de los trabajadores, donde no se le pueda negar a nadie el derecho a hacer su trabajo independientemente de donde haya nacido… esa dinámica está por encima del deporte. La mejor forma de tener buenos jugadores nacionales es potenciar las canteras y la educación deportiva en general. Eso seguirá haciendo que salgan jugadores de calidad. Tener un núcleo de nacionales buenos es clave en la química y el sentimiento del equipo.
P. ¿El dominio de Madrid y Barça va creciendo o siempre ha sido igual?
A. O. El presupuesto manda. No es lo mismo tener una plantilla de 30 millones de euros que de tres, y esas son las diferencias. Hay varios jugadores en los grandes que cobran más de lo que vale toda nuestra plantilla entera. Seguramente hace años la distancia no era tan amplia. Pero la competencia que tienen Madrid y Barça para estar arriba en la Euroliga impulsa más sus inversiones y las diferencias en la ACB. Entre Barça y Madrid y el siguiente equipo igual hay 12 o 13 millones de euros de distancia. Se supone que cuanto más dinero cobran más calidad tiene los jugadores, ahí está la brecha. En Gran Canaria ganamos una Supercopa y estuvimos a punto de ganar una Copa, pero es dificilísimo, se tienen que dar muchísimas circunstancias para que pase.
M. F. Lo bueno que tiene la ACB es que a un partido todos le pueden ganar a todos, pero a 34 partidos, con playoffs de por medio se acaba imponiendo la calidad y la potencia de las plantillas. Hay jugadores que renunciaron a la NBA para jugar en estos equipos porque les compensaba la retribución económica y el nivel de vida. Por eso es difícil que Madrid y Barça no acaparen los títulos. Lo que hay que mantener es la competitividad y la emoción en cada partido. Antiguamente, los pabellones de la ACB no estaban todos llenos y ahora, salvando el parón por la pandemia, sí lo están. Eso es una clara muestra de salud. Madrid y Barça compiten en España, pero están diseñados para ganar en Europa. Nosotros, en cambio, hemos tenido que hacer virtud de nuestra debilidad. Somos un club que paga lo que paga, pero a cambio podemos ofrecer una gran proyección. Hemos mandado a muchos jugadores a la NBA y eso es un gran activo para decirles a otros: vente que vas a tener un futuro mejor.
P. Los jugadores veteranos siempre añoran tener las piernas de los 20 años. ¿La madurez siempre tiene anhelos de juventud o la experiencia lo puede todo?
M. F. A mí también me gustaría tener las piernas de hace 20 años (risas). Los entrenadores cada día que pasa somos mejores, sin duda. Yo tengo un mantra: si no mejoras, empeoras. No hay un término medio en el que te mantengas. Y una de las cosas más apasionantes de mi profesión es que es poliédrica. Tiene una cantidad de facetas en las que puedes ser mejor que te exiges cada día… en lo táctico y en lo técnico, pero también en mejorar en idiomas, en psicología, pedagogía, planificación, conocimientos de preparación física, salud... Y a ello se suma mi experiencia vital. Hace 30 años ni estaba casado ni tenía hijos. Lo ves todo de otra forma y eso hace apasionante tu trabajo y también requiere que estés bien de energía. Estar con gente joven te hace más joven. Ellos son la punta de lanza de todas las novedades, musicales, de cine, series… Te contagian ese espíritu. Y aunque los años van pasando, pasan más lentos que en otra profesión porque vivo con mucha gente joven todos los días.
A. O. A mí me gustaría tener las piernas de hace 10 años, tampoco las de hace 20. Pero, con esas piernas, a lo mejor no habría agudizado tanto el ingenio, ni habría analizado tanto el baloncesto. Cuando tienes las piernas frescas llegas a todo. Ahora vas un segundo tarde, pero ves otras cosas. La cuestión es adaptarte a tu nivel físico y exprimir tus recursos.
P. ¿Alguna vez se ha imaginado Albert entrenando o Moncho metiendo la canasta del triunfo?
M. F. No. Desde muy joven me di cuenta de que era muy malo jugando, pero tenía mucha pasión por el juego… Quería ser profesor de historia, que es para lo que estudié y me preparé, y creo que hay muchos paralelismos entre la profesión de entrenador y la de profesor. Compartir conocimientos con otras personas es magnífico. El haber estudiado para ser profesor me ha hecho mejor entrenador y, si ahora volviera a ser profesor, el haber sido entrenador me haría muchísimo mejor. Pero estoy muy contento donde estoy. Aunque los trajes no me queden muy bien, me quedan mejor que el pantalón corto, seguro.
A. O. Yo lo de ser entrenador lo veo todavía un poco de lejos. Aún me gusta mucho lo mío. Todos los entrenadores que han sido jugadores siempre me dicen lo mismo: intenta alargarlo porque después no tiene nada que ver. Tengo claro que lo que vivo en la pista como jugador no lo voy a vivir en ningún sitio. Esa es una de las cosas por las que sigo jugando. Pero en mis últimos años de carrera me fijo mucho más en lo que hacen y dicen los entrenadores, en cómo jugamos, en cómo quieren atacar y defender, y de ahí voy sacando mis ideas… pero de momento lo tengo aparcado.
P. ¿El vínculo entre el entrenador y el base es el más especial?, ¿son los que mejor entienden el juego, o es una idea romántica?
A. O. Siempre ha habido un vínculo especial porque los bases somos, entre comillas, los que mandamos en pista y marcamos los sistemas de ataque. Somos los que más hablamos con el entrenador. Pero he tenido muchos compañeros bases muy inteligentes y menos inteligentes y algún pívot que parecía muy tosco, como Jordi Llorens, que me ha dado muchos y buenos consejos para entender el juego. Aunque sigue siendo complicado que salgan pívots listos (risas).
M. F. Mi vínculo con los bases es muy cercano por mi manera de entender el baloncesto. Yo propongo cosas y luego en la pista los bases tienen libertad absoluta, se lo digo desde el primer día, para hacer lo que crean pertinente dentro de nuestra manera de entender el juego. Pero a lo largo de mi carrera me he encontrado con muchos jugadores en distintas posiciones capaces de entender el juego e incluso de ayudar a los bases. En ocasiones tienes un base muy joven y un pívot que lleva 15 años de carrera y sabe hasta chino. Yo soy un entrenador al que le gusta mucho hablar con los jugadores, no solo con los bases, y explicarles el porqué de las cosas y cuáles son los objetivos.
P. ¿Cuál es el gran éxito en sus carreras?
M. F. El gran éxito del entrenador es que sus jugadores le crean y confíen en lo que les dices. Pero la clave es conseguir que el todo sea más que la suma de las partes, sacar lo mejor de todos los jugadores… explotar sus habilidades, esconder sus carencias, todo en pos del equipo. No estropear las cosas que funcionan.
A. O. En mi caso, adaptarte a todo, sin duda. La constancia también es un camino al éxito. He tenido la suerte de que mi carrera no se ha basado nunca en el físico. Tuve una época en la que era muy rápido y saltaba mucho, pero la mayoría de las veces no ha sido así y por eso he aprendido siempre a adaptarme a todo… al equipo, a los rivales, a los compañeros, a los entrenadores… Saber cuándo es importante que metas puntos o cuándo tienes que hacer jugar al equipo sin mirar a canasta…
P. ¿Qué reglas cambiarían?
M. F. Yo cambiaría la pista para los profesionales, porque el tamaño de los jugadores es otro. El baloncesto ha ido adaptándose a las novedades. Que el árbitro no toque el balón en pista trasera como en el balonmano, para que el que esté más rápido y más vivo lo aproveche. La introducción de paso cero… La evolución del baloncesto viene marcada por la evolución de los físicos. Hay jugadores de mayor altura y con mayores habilidades técnicas. Hay jugadores de 2,10m que se mueven como si midieran 1,90 y eso era impensable hace 30 años. Las posiciones tradicionales de base, escolta, alero, ala-pívot y pívot desaparecerán. Iremos a un juego donde la polivalencia del jugador se va a imponer.
A. O. La pista hay que cambiarla, está claro. Que las técnicas no cuenten como falta… Después, toda la evolución irá marcada por los buenos jugadores. En su día ganó relevancia la figura del cuatro abierto y, sin embargo, Obradovic ganó la Euroliga en 2017 con dos cincos, Vesely y Udoh. Esto irá hacia lo que jueguen los buenos.
P. ¿Cuál es el mejor recuerdo de sus carreras?
A. O. La Supercopa con el Gran Canaria y la imagen inolvidable de ver el aeropuerto lleno para recibirnos. Y, después, la liga escolar del colegio. Quedábamos con los compañeros para ir andando a los partidos. Aquella etapa, hasta infantil, la recuerdo como algo muy bonito.
M. F. En mi caso, la primera temporada en ACB. Habíamos tenido una primera vuelta terrible, iban dos jornadas de la segunda y teníamos cuatro victorias, pero nos salvamos en la penúltima jornada derrotando al Valencia. Hicimos una recta final increíble, ganamos a Baskonia; a Alicante, que era segundo; a Valencia; a Unicaja, que era líder… y aquella victoria en el Fontes do Sar con el pabellón a reventar y la gente llorando de emoción, por conseguir la permanencia y enlazar dos años en la ACB, es mi recuerdo más chulo como entrenador. De mi juventud, con 22 o 23 años, también recuerdo cuando quedamos campeones junior con el colegio La Salle de Santiago.
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