Djokovic solo vive a lo grande

En el silencio del O2 se escucha el grito desgarrador de Diego Schwartzman, cegado y derruido por la deslumbrante intervención de Novak Djokovic: “¡No puedo hacer nada! ¡Nada de nada!”. Como le ocurriera el día anterior al joven Andrey Rublev, impresionado en su estreno en el torneo, contra Rafael Nadal, el argentino, otro debutante en estos lares, se encoge cuando divisa al otro lado de la red al número uno, quien resume ...

En el silencio del O2 se escucha el grito desgarrador de Diego Schwartzman, cegado y derruido por la deslumbrante intervención de Novak Djokovic: “¡No puedo hacer nada! ¡Nada de nada!”. Como le ocurriera el día anterior al joven Andrey Rublev, impresionado en su estreno en el torneo, contra Rafael Nadal, el argentino, otro debutante en estos lares, se encoge cuando divisa al otro lado de la red al número uno, quien resume la temporada en un desfile militar (6-3 y 6-2), un curso en el que se aprecian únicamente un par de borrones: el pelotazo que le costó la descalificación en Nueva York y el atropello ante el balear en la final de Roland Garros. La tercera derrota, frente al italiano Lorenzo Sonego en Viena, hace dos semanas, no tiene excesiva importancia. No para Nole.

“Sentí que ya había conseguido lo que había venido a hacer aquí. No tenía la energía necesaria y estoy conforme con el resultado”, expresó el rey del circuito, que ese día ya se había garantizado cerrar el curso en lo más alto del ranking y que desde hace tiempo no oculta sus verdaderas intenciones, ni más ni menos que devorar absolutamente todos los récords. Todos y cada uno de ellos. “Crecí soñando con eso y ese es mi objetivo, no tengo por qué esconderlo”, afirma sin disimulos, nada que ver con el mensaje comedido que transmiten los otros dos tótems, Nadal y Roger Federer, cuando se les plantea si lo que realmente les mueve es terminar en la cúspide de la historia del tenis.

Ayer, contra Schwartzman, el de Belgrado hizo la enésima demostración de fuerza en un escenario que le sabe a gloria. Al fin y al cabo, en Londres ha cosechado cuatro de los cinco trofeos maestros que lucen en su palmarés. El primero lo engarzó 20 años, en Shanghái, 2008, aunque su estreno en el evento, la temporada anterior, también fue duro, como el del Peque. En su primera participación, Djokovic se quedó en blanco. Tres derrotas, ante David Ferrer, Richard Gasquet y Nadal. Y el año pasado, contra todo pronóstico, no logró superar la liguilla inicial, de modo que este año ha enseñado las garras desde el primer día y no quiere sobresalto alguno. La gloria, de nuevo, está demasiado cerca. A tiro. Federer tiembla en su domicilio.

El suizo posee el récord de coronas (6) en el territorio del Masters, pero el balcánico, a la misma altura que su referente Pete Sampras e Ivan Lendl, le igualaría en el caso de proclamarse campeón el domingo. Sería la guinda a un año notable, en el que se ha hecho con el Open de Australia y los Masters 1000 de Cincinnati y Roma, aderezados con el torneo de Dubái. Son ya 40 triunfos en 2020, el que más contabiliza junto al castigado Rublev, y compite en la Copa de Maestros con un registro esclarecedor, que certifica su poderío.

Ayer firmó su 37ª victoria, casi las mismas que engloban los otros siete participantes de esta edición juntos: Nadal (19), Zverev (7), Thiem (7), Tsitsipas (4), Medvedev (0), Rublev (0) y Schwartzman (0). Pero, aún más allá, al rendir al bonaerense se desmarcó de Boris Becker y tiene a dos pasos a Lendl (39), quedando todavía lejos de Federer (59).

Divergencia con Nadal

“Todo es difícil contra él”, observó Schwartzman, quien profesionalmente vive sus días más dulces, instalado entre los mejores del circuito. “Cuando está a su verdadero nivel, mueve la bola de un lado a otro y la pone dónde quiere. Es muy difícil adivinar dónde te la va a mandar y lo hace todo: la mueve, se defiende, tiene ganadores… Tiene muchísimo talento”, radiografió el creativo jugador de Buenos Aires, que nunca ha podido derrotar a Nole (6-0) y cuya caída subrayó el azote de Djokovic a los argentinos, ante los que ha logrado 52 triunfos en 59 partidos, los últimos 14 de forma consecutiva. El último que pudo con él fue Juan Martín del Potro, en la primera ronda de los Juegos de 2016, en Río.

Sabiendo que cerrará el año en lo más alto por sexta vez, el ganador de 2008, 2012, 2013, 2014 y 2015 llevó la contraria a Nadal, quien un día antes indicó que él es partidario de mantener los partidos a cinco sets durante su exposición ante los periodistas. “Yo prefiero que sea al mejor de tres en todos lados, aunque históricamente los Grand Slams se hayan jugado siempre a cinco. ¿Por qué? Porque ya tenemos suficientes partidos y torneos a lo largo del año. Tenemos la temporada más larga de cualquier deporte del mundo. Y hoy día, la atención de los jóvenes es menor. Desgraciadamente, la estadística es un poco alarmante: un estudio reveló que la edad media del aficionado al tenis es de 61 años”, razonó el serbio, siempre atento. Y siempre hambriento.