Un tanque llamado Djokovic
El número uno cede un parcial, pero desborda a Edmund (6-7(5), 6-3, 6-4 y 6-2) y sigue sacándole brillo a su pleno en 2020, con 25 victorias consecutivas. Carreño y Davidovich avanzan, y tropezón de Pliskova
Progresa el US Open, y apenas tres días, dos apariciones, han bastado para ver cómo la sombra de Novak Djokovic se hace más y más grande. Si en el estreno cedió solo seis juegos ante Damir Dzumhur, en su segunda intervención se le escapó un set, cosas de la relajación, porque ese despiste fue solo una ilusión. Viene Nole. El bueno de Kyle Edmund, un chopo pelirrojo que hace un par de años se coló sigilosamente en las semifinales de Australia y de...
Progresa el US Open, y apenas tres días, dos apariciones, han bastado para ver cómo la sombra de Novak Djokovic se hace más y más grande. Si en el estreno cedió solo seis juegos ante Damir Dzumhur, en su segunda intervención se le escapó un set, cosas de la relajación, porque ese despiste fue solo una ilusión. Viene Nole. El bueno de Kyle Edmund, un chopo pelirrojo que hace un par de años se coló sigilosamente en las semifinales de Australia y de momento no ha terminado de explotar, terminó hecho unos zorros. Le metió el número uno en la centrifugadora (6-7(5), 6-3, 6-4 y 6-2) y se fue como había venido: de manos vacías.
Son ya 25 las victorias que ha encadenado esta temporada Djokovic, confiado en el inicio y arrollador después, meneando al británico de un lado a otro. No se lo creía la última campeona en Melbourne, la estadounidense Sophia Kenin, que se acercó a la pista para coger ideas ante su duelo de este jueves con Victoria Azarenka y se echaba las manos a la cabeza: sí, el serbio había sido capaz de devolver esa bola inverosímil, cazándola en retroceso y punteándola de revés cuando la mayoría ni siquiera hubiese dado el primer paso por una simple cuestión física. Pero sí. Lo hizo.
Firme en el juego, mano de hierro y un recital de expresiones en su idioma nativo para canalizar hacia el exterior la tensión que circula por dentro. Todos le miran a él, es un todos contra Nole. Más que ninguna otra vez, seguramente. Le toca ahora un baile con Jan-Lennard Struff, un gigantón alemán (25 de la ATP y de 1,93) que juega con un martillo en la derecha y aspira a ser ese hombre que derribó ese año tan extraño y tan silencioso y tan para olvidar al tiránico Djokovic, hambriento como un lobo porque está a cinco pasos de su 18º major.
No falló Alexander Zverev, y de alguna manera eso es noticia porque ya se sabe que a Sascha no se le dan excesivamente bien los grandes. 7-5, 6-7 (8), 6-3 y 6-1 al tierno Brandon Nakashima. Siguieron su estela Pablo Carreño (6-1, 6-2, 6-2 a Mitchel Krueger) y Alejandro Davidovich, el vikingo malagueño que en 2017 deslumbró como júnior en Wimbledon: 6-4, 1-6, 6-2 y 6-2 ante Hubert Hurkacz, uno de los cabezas de serie del torneo. Accedió por primera vez a la tercera ronda de un gran escenario y regresó feliz al hotel.
No así Karolina Pliskova, la referencia en el cuadro femenino ante las ausencias de Ashleigh Barty y Simona Halep, las dos primeras raquetas de la WTA. La checa cayó ante Carolina Garcia (6-1 y 7-6) y no logró seguir la estela de otras favoritas como Petra Kvitova (7-6 y 6-2 a Kateryna Kozlova), su tocaya Martic (6-3 y 6-4 a Kateryna Bondarenko), Anett Kontaveit (6-4 y 6-1 a Kaja Juvan) o Angelique Kerber (6-3 y 7-6 a Anna-Lena Friedsam).