La celebración más triste de la diosa Cibeles
Los hinchas respetan las restricciones y en la plaza tan solo sonaron los cláxones
La Cibeles celebró el jueves por la noche su Liga más triste. El coronavirus también ha terminado por contagiar a la diosa reencarnada en la fuente de las glorias madridistas. Su rictus está más hierático que nunca y a esa soledad únicamente la acompañó los cláxones de los vehículos que celebraron la Liga del Real Madrid. Apenas un puñado de afic...
La Cibeles celebró el jueves por la noche su Liga más triste. El coronavirus también ha terminado por contagiar a la diosa reencarnada en la fuente de las glorias madridistas. Su rictus está más hierático que nunca y a esa soledad únicamente la acompañó los cláxones de los vehículos que celebraron la Liga del Real Madrid. Apenas un puñado de aficionados celebraban el campeonato con saltos, cánticos y algún selfi. En todo caso, menos que periodistas y policías. Había más tráfico que un jueves cualquiera, pero el panorama no dejaba de ser lúgubre y los coches y los autobuses circulaban con normalidad. Casi no se veían banderas ondeando.
Un discreto anillo conformado por vallas rodeaba desde horas antes el monumento cuando a las 22.59 el equipo blanco se proclamaba campeón. Una pareja de operarios municipales se enfundaron entonces unos pantalones impermeables, se adentraron en el agua de la fuente, se encaramaron a la diosa y la vistieron con unas discretas galas: bufanda blanca y bandera con el escudo del club. Instantes después descendieron a las catacumbas por una trampilla metálica y accionaron la iluminación y los chorros. Esa fue toda la ceremonia.
Decenas de agentes vigilaban el entorno de Cibeles sin demasiada faena. En un discreto segundo plano y delante de la sede del Ayuntamiento, la responsable del Área de Seguridad y portavoz municipal, Inmaculada Sanz, supervisaba el operativo. Y ante ella no había juegos de luces, ni papelillos, ni megafonía, ni escenario… Ni mucho menos esa muchedumbre fervorosa que recibe y alienta en los últimos metros al autobús descapotable en el que suele trasladarse al campeón. Solo el servicio nocturno de la Empresa Municipal de Transportes (EMT).
Jesús, de 27 años, lamentaba la falta de ambiente. “Duele verlo así, hubiera sido una noche muy buena, pero hay que ser conscientes”, cuenta. Javier Ripoll trabaja en Deliveroo, pero ha hecho un alto en el camino para pararse ante la Cibeles. Es madridista desde 1998, cuando de niño vio al equipo ganar la Séptima “De pequeño uno va con el que gana”, cuenta. Llegó de Maracaibo (Venezuela) hace un año y era la primera vez que acudía a la fuente a celebrar un título. Él esperaba que la rotonda se llenara: “Creía que iba a estar lleno y la policía nos iba a tener que sacar a rolazos [porrazos]”.
La capital había diseñado un dispositivo con más de 300 agentes (200 de Policía Nacional y 120 de la Municipal) para impedir celebraciones fuera de tono y que pudieran abrir la puerta a posibles rebrotes del coronavirus. En los últimos días las autoridades y el propio club habían hecho llamamientos para que los aficionados respetasen las restricciones.
Este viernes no hay previstas las tradicionales visitas del equipo a las sedes de la Comunidad y del Ayuntamiento, y el club ofrecerá el premio en Valdebebas.