Carlos Sainz, broche para una leyenda
Elegido mejor piloto de rallies de la historia, el español obtiene el Premio Princesa de Asturias de los Deportes a los 58 años por una carrera “espléndida, diversa e innovadora”
El tres veces campeón del ‘rally’ Dakar Carlos Sainz fue galardonado este martes con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2020 “por su excepcional trayectoria como piloto”. El jurado valoró su carrera “espléndida, diversa e innovadora de más de tres décadas en la élite”. Sainz, nacido en Madrid, los 58 años cumplidos en pleno confinamiento, fue dos veces campeón del mundo de rallies (en 1990 y 1992) y cambió así para siempr...
El tres veces campeón del ‘rally’ Dakar Carlos Sainz fue galardonado este martes con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2020 “por su excepcional trayectoria como piloto”. El jurado valoró su carrera “espléndida, diversa e innovadora de más de tres décadas en la élite”. Sainz, nacido en Madrid, los 58 años cumplidos en pleno confinamiento, fue dos veces campeón del mundo de rallies (en 1990 y 1992) y cambió así para siempre la historia del automovilismo español. Además, fue elegido recientemente el mejor piloto de rallies de todos los tiempos en una votación de expertos organizada por la FIA.
A pesar de que a menudo se recuerda con sorna su mala fortuna en algunas carreras, él siempre se ha considerado un hombre con suerte. Bendecido por una vida plena, con éxitos y felicidad. Cuando dejó los rallies, se propuso un reto de igual o mayor calado. Se enroló en el Dakar cuando la meta todavía era el Lago Rosa, en Senegal, y los pilotos se recorrían el continente africano.
Sainz —se confesó orgulloso, satisfecho e ilusionado por la concesión del Premio— ha seguido compitiendo hasta hoy y ha logrado levantar hasta en tres ocasiones el Touareg con el que se premia al ganador del rally raid más duro del mundo. La primera vez lo hizo con Volkswagen (2010), la segunda, con Peugeot (2018), ya en Sudamérica, y la última, hace escasos meses, con un Mini en Arabia Saudí. Tres escenarios distintos, tres vehículos diferentes y el mismo Sainz: velocidad, especialmente en la edición más reciente, magnífica navegación —gracias a su inseparable copiloto Lucas Cruz—, y pocos errores; además de algunas dosis de buena suerte, que nunca viene mal. Siempre con el mismo señorío y un gran respeto por sus rivales. Difícilmente, si no, le hubieran alzado a hombros aquellos contra los que compitió durante dos durísimas semanas, como ocurrió con Peterhansel y Al-Attiyah a la llegada del madrileño a Qiddiya el pasado mes de enero, cuando se convirtió en el piloto más veterano en ganar el Dakar.
“He subido un poco más el listón, para que cueste más ganarlo”, dijo entonces. “Cuando todo el mundo piensa que Carlos ya está mayor, da un golpe sobre la mesa y gana el Dakar”, le alabó Cruz. La dimensión de lo que significa Carlos Sainz no se circunscribe solo a los rallies. El madrileño creó el Carlos Sainz Junior Team a finales de los 90, a través del cual ayudó a jóvenes promesas del motor, que pudieron competir sin gastos y formarse a su vera durante dos temporadas.
“El carismático piloto ha dejado constancia siempre de un gran espíritu de superación y competitivo combinado con el esfuerzo, la disciplina y la solidaridad, que se ha reflejado también en su constante apoyo a jóvenes pilotos a lo largo de su dilatada y exitosa vida deportiva”, señala el jurado, que ayer emitió el fallo en una reunión excepcional celebrada por videoconferencia con motivo de la emergencia sanitaria provocada por la pandemia de la covid-19.
A menudo, el veterano deportista cuenta divertido que hace unos años que dejó de ser Sainz para pasar a ser el padre de Carlos Sainz, piloto de la fórmula 1. Carlos, que un día fue Carlitos y más tarde Carlos Sainz Jr, es hoy solamente Carlos Sainz (sí, el hijo). No en vano ya tiene 26 años y, además, hace pocas semanas que firmó un contrato con Ferrari: será piloto oficial de la Scuderia a partir del próximo curso.
Aunque los compromisos de padre e hijo impiden que se vean tan a menudo como hace unos años, están muy unidos. Y no han dejado de picarse cuando se montan en unos karts, cogen los palos o se encierran en una pista raqueta en mano. “Cuando hacemos carreras, nos divertimos. Al golf estamos muy a la par, pero al squash aún le cuesta”, señalaba Sainz, el padre, en una entrevista reciente con EL PAÍS, pues también fue campeón de España de esta especialidad, en 1979, antes de centrar todos sus esfuerzos en los coches.
El nuevo Princesa de Asturias de los Deportes es, además, propietario de dos pistas de karting, ambas en Madrid, y de dos exclusivos clubes deportivos en el barrio de Salamanca y en Pozuelo de Alarcón. Si bien, no se resiste a ser solo empresario. Y ya está preparándose para competir en el Dakar de 2021, que volverá a celebrarse en Arabia Saudí. “Yo, por si acaso, sigo entrenando. Además, tengo que seguir al joven un poco, que no se crea que solo entrena él”, dijo en referencia a su hijo hace pocos días, invitados como fueron ambos a un popular programa de televisión. “El Mundial de Rallies lo dejé de un día para otro. Ese día le va a llegar también al Dakar. No sé cuándo. Creo que me he ganado el derecho de poder decidir cuándo parar. Y de divertirme”, declaró en una entrevista a EL PAÍS este mes de enero en tierras árabes.
Los Premios están destinados, según señala su Reglamento, a galardonar “la labor científica, técnica, cultural, social y humanitaria realizada por personas, instituciones, grupos de personas o de instituciones en el ámbito internacional”. El que se ha concedido a Sainz es el quinto de los ocho galardones internacionales que convoca este año la Fundación Princesa de Asturias, que celebra con esta su XL edición. A este premio optaban un total de 17 candidaturas procedentes de 10 países.