El escocés que cuida Mendizorroza y tocó la gaita en el funeral de Severiano Ballesteros

El césped del estadio del Alavés, el mejor de Primera, no motivó a Bale, que se limitó a pasearse por la banda

Vitoria -
Martín Aguirregabiria y Marcelo, durante el partido.Juan Manuel Serrano Arce (Getty )

José Manuel Esnal, Mané, héroe alavesista desde los banquillos, paseaba tranquilo, hecho un pincel, en dirección contraria a Mendizorroza, con un mazo de periódicos debajo del brazo, como si el partido que se iba a jugar hora y media después no fuera con él. Se cruzó con el autocar del Real Madrid, escoltado por cuatro vehículos de la Ertzaintza en la calle Portal de Lasarte, sin problemas en el acceso, salvo por las obras en el aparcamiento adyacente al estadio. Casi nadie esperaba la llegada del Madrid cuando no se atisbaba aún la tormenta de agua que iba a caer sobre Vitoria, y que no alter...

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José Manuel Esnal, Mané, héroe alavesista desde los banquillos, paseaba tranquilo, hecho un pincel, en dirección contraria a Mendizorroza, con un mazo de periódicos debajo del brazo, como si el partido que se iba a jugar hora y media después no fuera con él. Se cruzó con el autocar del Real Madrid, escoltado por cuatro vehículos de la Ertzaintza en la calle Portal de Lasarte, sin problemas en el acceso, salvo por las obras en el aparcamiento adyacente al estadio. Casi nadie esperaba la llegada del Madrid cuando no se atisbaba aún la tormenta de agua que iba a caer sobre Vitoria, y que no alteró el césped, el mejor de LaLiga, según los expertos, como el green de un campo de golf, aunque no fuera esa una motivación para Gareth Bale, que cumplió estrictamente las órdenes de Zidane: pegarse a la banda derecha. Ni se movió de allí. Las medidas del campo, 105 metros de largo por 64 de ancho, –pequeño, según Zidane, aunque el Bernabéu solo es un metro más ancho–, no le motivaron a moverse demasiado, ni siquiera a bajar a defender cuando apretaba el Alavés.

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El césped de Mendizorroza, galardonado por los cuidadores de todos los campos de LaLiga, lo mima un escocés al que no le gusta que le llamen jardinero. Se llama John Stewart y llegó a Vitoria desde Pedreña para mantener los terrenos de la ciudad deportiva de Ibaia. En el campo de golf cántabro conoció a Seve Ballesteros. En el funeral del campeón, vestido con su kilt, tocó la gaita en su honor. Es un experto: ya en 1999 fue gaitero en el Abierto de Estados Unidos, contratado por sus organizadores.

A Bale, que fue sustituido en el minuto 67 por Rodrygo, no se le recuerda ninguna acción interesante en el partido frente al Alavés, y por lo que se ve, las referencias golfísticas no le inspiraron demasiado, tal vez porque en el golf la bola espera y en el fútbol no; tampoco la lluvia tan galesa que obligó al árbitro a cambiar el pinganillo por el de uno de sus auxiliares. Al parecer no resisten el agua. En los últimos minutos no le funcionaba y pidió a los jueces de línea que estuvieran atentos.

Ninguno de ellos se percató del corte de mangas de Aleix Vidal después del gol de penalti de Lucas Pérez. Lo vio Sergio Ramos, héroe y villano, que se lo comentó a Cuadra Fernández. El futbolista del Alavés pidió perdón por su gesto extemporáneo y Carvajal le quitó importancia, no como su capitán, que fue, como siempre, perejil en todas las áreas, la propia y la ajena, atento al saque de falta de Toni Kroos para adelantarse a toda la defensa del Alavés para marcar un gol marca de la casa.

A Ramos, Mendizorroza le abucheó durante toda la primera parte después de que en la jugada en la que Vidal vio tarjeta amarilla por simular, según el árbitro, un penalti, se enredó en una pelea banal con Wakaso que se quedó en nada, aunque la grada le tomó la matrícula al capitán del Real Madrid. Luego, en la misma portería, tras anotar de cabeza, Sergio Ramos adoptó una postura zen para celebrar el gol junto a la grada de los seguidores madridistas.

Sin embargo, unos minutos más tarde se convirtió en el villano del partido, al golpear con la mano en el rostro de Joselu. El árbitro, al que no le funcionaba el pinganillo, no le fallaba la vista. Amonestó al jugador y señaló los 11 metros. Luego, Carvajal le sacó del apuro.

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