Serena Williams y la obsesión del 24

Tras el feo episodio de Nueva York, la estadounidense vuelve a Melbourne dos años después para atrapar el récord de Court: “Mi límite es el cielo, así que lo que esté por debajo no es lo suficientemente para mí”

Serena Williams, durante su estreno en Melbourne ante Tatjana Maria.Julian Finney (Getty)

– No es un mono, no es un leotardo… Entonces, ¿cómo lo describirías?

– Es un Serenatardo.

A la propia Serena Williams se le escapaba la risa cuando definió el vestido rompedor con el que reapareció ayer en la pista central de Melbourne, dos años después de aquel éxito grabado para siempre en su memoria porque lo consiguió con su hija Alexis Olympia ya en su interior. “Ahora no estoy embarazada, esa es la gran diferencia”, prolongaba en la distendida charla con los periodistas que suce...

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– No es un mono, no es un leotardo… Entonces, ¿cómo lo describirías?

– Es un Serenatardo.

A la propia Serena Williams se le escapaba la risa cuando definió el vestido rompedor con el que reapareció ayer en la pista central de Melbourne, dos años después de aquel éxito grabado para siempre en su memoria porque lo consiguió con su hija Alexis Olympia ya en su interior. “Ahora no estoy embarazada, esa es la gran diferencia”, prolongaba en la distendida charla con los periodistas que sucedió a su estelar reaparición australiana, enfundada en una prenda de licra verde, impactante otra vez. Impactante desde lo estético y lo tenístico, porque a pesar de no haber disputado ningún partido oficial desde hace cuatro meses –la funesta final que reventó en Nueva York, encarándose con el juez Carlos Ramos y afeando el triunfo de la joven Naomi Osaka– apeó a Tatjana Maria en un santiamén: 6-2 y 6-0 en 49 minutos de puro fuego.

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Con la alemana, su rival, un nexo: también es tenista y también es madre; de hecho, Maria, de 31 años, viaja con su hija Charlotte a todas partes desde 2013, cuando dio a luz. “Estuve un año fuera y he vuelto, aunque en realidad sigo intentando recuperarme después de esos 12 meses parada”, expuso Williams, que en la sala de conferencias exhibía ayer una camiseta con el siguiente lema: Untill we all win, hasta que todos ganemos. ¿Por qué?

“Es algo en lo que he estado trabajando, trabajando en diferentes ideas, hasta que todos podamos ganar. No solo una persona, un estilo o un género”, explicó la estadounidense, a sus 37 años cada vez más reivindicativa y con la misma hambre de siempre. No en vano, si por algo sigue en las pistas es para terminar la gran obra que emprendió a partir de 1999, cuando elevó en Flushing Meadows el primero de sus 23 trofeos del Grand Slam. 23, cifra onírica y desafiante a la vez, porque el sueño dorado consiste en atrapar los 24 de Margaret Court y luego, a poder ser, los 25 para figurar en solitario como la jugadora más laureada de todos los tiempos.

“¿Mi límite? Yo siempre espero llegar hasta el cielo, así que cualquier cosa que esté por debajo no es lo suficientemente buena para mí”, expresa sin el más mínimo rubor, porque confianza en sí misma no le falta y poder tampoco, o así lo refleja el último informe de la revista Forbes en referencia al asunto: según la publicación, la deportista es la 79ª mujer con más jerarquía del planeta, junto a personajes de la talla de la Angela Merkel, Christine Lagarde o Melinda Gates. “Solo sé que voy en la dirección correcta”, comenta Williams, siete veces campeona en Australia (2003, 2005, 2007, 2009, 2010, 2015 y 2017) y con un registro récord: 82 victorias y 10 derrotas.

Bouchard: “No quiero ponerla demasiado en el pedestal”

“Conseguir el 24 siempre ha sido un objetivo”, reconocía antes de desembarcar en Melbourne, sin olvidar que desaprovechó dos oportunidades el curso pasado, en Wimbledon y el US Open; “lo fue cuando conseguí el número 22, así que imagínate ahora que tengo 23. Es algo que deseo, pero obviamente tengo que trabajar muy duro para poder conseguirlo, ya que en estos momentos el circuito femenino está lleno de jugadoras de gran nivel que también pelearán por los títulos importantes”.

No parece que Eugenie Bouchard, su próxima adversaria, vaya a ser una de ellas, pero desde luego que la canadiense ha ido elevado el rendimiento desde que comenzó a trabajar con el técnico Michael Joyce. “Me enfrento a la más grande de la historia”, afirmó ayer la semifinalista de 2014. “Admiro su carrera, su longevidad, su dominancia. Cómo volvió tantas veces después de las lesiones, de la maternidad… Pero no quiero ponerla demasiado en el pedestal porque juego contra ella dentro de dos días, aunque la quiero…”, bromeó Bouchard, rendida a la gran heroína de la raqueta, a la caza del número mágico.

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