El hambre infinita de Saúl Craviotto

El piragüista español, de 33 años, pensaba retirarse, pero un año sábatico y un nuevo proyecto “con tres fieras” le han 'obligado’ a seguir hasta Tokio 2020

De izquierda a derecha: Craviotto, Toro, García (el entrenador), Germade y Cooper posan para EL PAÍS el pasado mes de junio. Inma Flores (EL PAIS)

“No puede vivir sin competición. Además de su poderío físico, tiene una fuerza mental increíble. A la hora de competir, su cabeza es una máquina”, dice Miguel García, posiblemente una de las personas que mejor conoce al piragüista Saúl Craviotto. Lleva entrenándole más de 15 años y han compartido horas y horas de trabajo desde que Saúl era un júnior. Hoy Craviotto tiene 33 años, cuatro medallas olímpicas (sólo David Cal tiene más entre los deportistas españoles, cinco) y ha descubierto que sin piragua no puede vivir.

Antes de los Juegos de Río se planteó dejarlo. Pero ahí sigue con la m...

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“No puede vivir sin competición. Además de su poderío físico, tiene una fuerza mental increíble. A la hora de competir, su cabeza es una máquina”, dice Miguel García, posiblemente una de las personas que mejor conoce al piragüista Saúl Craviotto. Lleva entrenándole más de 15 años y han compartido horas y horas de trabajo desde que Saúl era un júnior. Hoy Craviotto tiene 33 años, cuatro medallas olímpicas (sólo David Cal tiene más entre los deportistas españoles, cinco) y ha descubierto que sin piragua no puede vivir.

Antes de los Juegos de Río se planteó dejarlo. Pero ahí sigue con la mirada puesta en Tokio 2020, sus cuartos Juegos. Este sábado, en el Centro Náutico de Montemor-O-Velho (Portugal), en los Mundiales de piragüismo, defenderá el oro olímpico y europeo junto a Cristian Toro en el K2-200 —prueba que no se disputará en Tokio— y el domingo buscará el primer oro mundial para el piragüismo español en el K4-500.

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Craviotto lidera a un grupo de jóvenes de 23 años (Marcus Cooper), 26 (Cristiano Toro) y 28 (Rodrigo Germade). Es el capitán de la embarcación que ganó el oro europeo en Belgrado en junio y que lleva paleando junta cuatro meses, después de ganar una criba con cuatro barcos más. “Estos tres fieras me han obligado a alargar la carrera...”, bromea Craviotto, que después de los Juegos de Río se tomó un año sabático. Hasta le dio tiempo a ganar el concurso de Masterchef.

“¡Me hacía falta! Llevaba prácticamente 17 años sin parar, yendo a Europeo, Mundial, Europeo, Mundial, Europeo, Mundial, Juegos, Europeo, Mundial... Necesitaba desconectar y descansar. Me vino muy bien de cabeza y físicamente. He mantenido el nivel así que acertamos tomando esta decisión”, explica en un momento de descanso en Montemor, ante un trajín constante de piraguas. El hotel de la expedición está a 20 kilómetros del campo de regatas, cerca de Figueira de Foz, asomado al océano Atlántico.

La decisión de parar durante un año la tomó Craviotto junto a su entrenador. “Fue la mejor decisión porque, además de cargar pilas, le volvió el hambre de competición. A Saúl lo que le motiva es la competición y más en esa distancia, el 500”, cuenta García. El 500 será prueba olímpica en Tokio 2020, lo que ha obligado a Craviotto a estirar su carrera durante un ciclo olímpico más.

“El K4-500 es un proyecto demasiado goloso para él. A diferencia del 200, el 500 no es tan explosivo, es más de resistencia y se adapta mejor a sus características”, prosigue García, la cara tostada por el sol de las últimas semanas de entrenamiento en Trasona. “Esta distancia me encaja mucho a mi edad. Con los años vas perdiendo explosividad y chispa, así que pasar del 200 al 500 me ha venido bien. La motivación es máxima, sigo ilusionado y con las ganas de cuando empecé. Mientras la ilusión y la motivación se mantengan intactas, ahí seguiré”, apunta Craviotto. El sábado, tres horas después de disputar la final del K2-200, bajará al agua de nuevo para las series del K4-500, el gran objetivo de los cuatro y el buque insignia de la expedición española.

El calendario de los Mundiales

Finales, día y horario, y españoles con más opciones:

C2-1000. Viernes, 16.34 (todo por Teledeporte). Vallejo-Sieiro.

K2-1000. viernes, 16.44. Cubelos-Peña.

K1-1000. Sábado, 13.21. Roi Rodríguez.

K2-200. Sábado, 13.55. Craviotto-Toro.

K4-1000. Sábado, 14.24. Cubelos-Roza-Millán-Peña.

K1-200. Domingo, 13.11. Teresa Portela.

K1-200. Domingo, 13.18. Carlos Garrote.

K4-500. Domingo, 14.22. Craviotto-Toro-Cooper-Germade.

García mima especialmente a Craviotto en los entrenamientos. En invierno suelen prepararse en Sevilla por el clima, y el resto del año, salvo alguna miniconcentración en el Embalse de Picadas en Madrid, lo pasan en el centro de tecnificación de Trasona, cerca de su Gijón, donde siempre le esperan en casa sus dos hijas. “El miedo que le tenía a la paternidad era que no me dejaran descansar por la noche... Pero mi mujer es consciente de que vivo de mi físico y pocas veces tengo que pringar en ese sentido. Las niñas me aportan mucho”, dice Craviotto. “En su planificación hay que medir las cargas y los tiempos porque lleva muchos más años [17] que Marcus, Toro y Germade. Ellos son jóvenes y no es lo mismo”, matiza el entrenador.

A esos tres jóvenes también le debe Craviotto la decisión de seguir compitiendo. “Para aguantar tantos años, además de la motivación también es fundamental no tener lesiones, cambiar de modalidad y de compañeros. Y este proyecto me encanta: es gente joven con la que me llevo muy bien”, explica Craviotto. Basta con pasar con ellos unas horas de entrenamiento para ver su armonía y cachondeo. “Saúl nos aporta experiencia, sabiduría y tranquilidad en la piragua. Transmite liderazgo. Nosotros a él le aportamos ilusión”, cuenta Cristian Toro, que en Río, hace dos años, rompió a llorar en el podio después del oro en el K2-200 que consiguió junto a Craviotto. Todavía se emociona cuando habla de ello.

Lejos quedan las reflexiones de una tarde de junio de 2016, en una de las salas del centro de tecnificación de Trasona. Craviotto se había vaciado tanto para clasificarse para Río (donde consiguió un oro en el K2-200 y un bronce en el K1-200) que sólo se veía compitiendo hasta el 21 de agosto el 2016. “Es mucha presión la que vives en un ciclo olímpico y más si te la juegas en un preolímpico. Te vacía mentalmente. Yo ya he hecho lo que tenía que hacer, ahora se tratará de mirar motivaciones, también tengo ganas de disfrutar de la familia, pasar más tiempo con mi hija. Es una balanza al final...”, contaba antes de poner rumbo a Brasil. Dos años después, sigue el pie del cañón y con el hambre de cuando empezó.

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