Nunca se jodió

El gol de Iniesta es un sintagma. Crecerá con el tiempo, él y el gol

Iniesta celebra su gol en la final reciente de la Copa del Rey.CRISTINA QUICLER (AFP)

Una de mis historias preferidas de George Best (una leyenda, más bien: todos los mitos se despojan de historias reales antes de morir) la recordó hace un año Carlos Marañón a propósito de Trainspotting 2. Es la de un joven camarero de un hotel de lujo que entra en la habitación de Best antes de un partido y se lo encuentra tirado en una cama llena de billetes, rodeado de botellas de champán y con varias amigas. El chico, ante semejante espectáculo, le pregunta: “¿Cuándo se jodió todo, George Best?”. En esa historia entre un camarero decepcionado y una estrella utilizando el fúbol para...

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Una de mis historias preferidas de George Best (una leyenda, más bien: todos los mitos se despojan de historias reales antes de morir) la recordó hace un año Carlos Marañón a propósito de Trainspotting 2. Es la de un joven camarero de un hotel de lujo que entra en la habitación de Best antes de un partido y se lo encuentra tirado en una cama llena de billetes, rodeado de botellas de champán y con varias amigas. El chico, ante semejante espectáculo, le pregunta: “¿Cuándo se jodió todo, George Best?”. En esa historia entre un camarero decepcionado y una estrella utilizando el fúbol para conseguir su sueño, no como fin en sí mismo, Andrés Iniesta sería el camarero.

Los protagonistas de Trainspotting tienen a Best en su particular altar de la nostalgia. Cuando Renton y Sick Boy se reúnen, les gusta ver vídeos antiguos de jugadas de Best. Pero el gran gol que funciona como desencadenante de felicidad envasada en el universo Trainspotting es el de Archie Gemmill, un defensa escocés que partió el espinazo a la defensa de La Naranja Mecánica en Argentina 78 y marcó un golazo. No sirvió para nada —Escocia se quedó fuera de octavos—, pero el gol fue cantado como si fuera el último; la jugada lo merecía.

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El de Iniesta en la final del Mundial de 2010 no ha sido el gol que más he cantado —y lo canté mucho— ni el que más recuerdo ni el que más feliz me puso, pero sí es, sin embargo, uno de a los que más recurro cuando hago eso de Sick Boy y Renton, y me tiro horas en Youtube viendo partidos que me hicieron feliz hace 10, hace 15, hace 20 años. Busco, de alguna manera, una réplica más de la conmoción original que supuso una jugada antológica o un gol imborrable. Y a veces también busco las réplicas de los demás; mi amigo Rafa Lahuerta, valencianista, contaba hace poco que su gol más cantado fue el de Robert en una remontada al Madrid en la temporada 91-92. Lo busqué, lo vi y pensé: cómo sería estar en ese campo, por qué no se puede volver allí, ni a ninguna parte.

El gol de Iniesta es un sintagma; para los españoles (sean del Barça o no, les guste el fútbol o no) Iniesta no es independiente de su gol. Crecerá con el tiempo, él y el gol. Consiguió ganar todo porque nunca decepcionó a un camarero que, como mayor delito, le habrá subido un donut a deshoras. Hay muchos más goles, para mí más importantes, pero no los puedo compartir con tantos amigos, ni fueron la primera vez en algo.

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