James Rodríguez, noche de furia acelerada

El colombiano del Bayern corrió más de 11 kilómetros y medio y dio su 13ª asistencia de la temporada

James Rodríguez protege el balón ante Kroos.Alexander Hassenstein (Bongarts/Getty Images)

En la mente de James el partido ante el Madrid suponía un desafío. Debía el colombiano demostrarse a sí mismo que está hecho para jugar donde quiera, defendiendo el escudo del eterno antagonista europeo. No hubo otro jugador sobre el césped del Allianz Arena de Múnich en el que se visualizasen más gestos de tensión. Y solo uno, Lucas Vázquez, corrió más que él: 11,54 kilómetros el colombiano, 11,66 el gallego.

James ya no juega deprimido. Heynckes, orgulloso Gepetto, se arroga el éxito de recuperar a un futbolista carcomido, dándole lo único que motiva a un deprimido, confianza...

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En la mente de James el partido ante el Madrid suponía un desafío. Debía el colombiano demostrarse a sí mismo que está hecho para jugar donde quiera, defendiendo el escudo del eterno antagonista europeo. No hubo otro jugador sobre el césped del Allianz Arena de Múnich en el que se visualizasen más gestos de tensión. Y solo uno, Lucas Vázquez, corrió más que él: 11,54 kilómetros el colombiano, 11,66 el gallego.

James ya no juega deprimido. Heynckes, orgulloso Gepetto, se arroga el éxito de recuperar a un futbolista carcomido, dándole lo único que motiva a un deprimido, confianza. “Llevo ocho meses buenos, creo que se vio”, reconoció el renacido. En los primeros 24 segundos de partido, el colombiano, desatado, desplegó una presión absoluta sobre Carvajal que perdió el balón en favor de Lewandowski, y este se lo envió a Müller en el primer envite del Bayern. Era James contra el Madrid, contra ese equipo en el que conoció el triunfo y vivió el ostracismo de manos de Zidane, del que en su día se declaró fan incondicional.

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“Fue un partido con mucha intensidad, con muchas ganas”, analizó el cafetero. Vivió el partido James —el undécimo que juega en la Champions esta temporada, más que ningún otro compañero—, como si se tratase de una rueda de reconocimiento. Todo debía tener sentido. Revolucionado, mordaz en el pase, demostró que con buena zurda bien se juega. Con quienes más intercambió la pelota fue con Ribéry (11) y Kimmich (10), polos opuestos en el campo. El mejor síntoma de su omnipresencia. Al costado de Javi Martínez acudió al rescate de los centrales para dar salida al balón. Fijó la vista en Lewandowski para mantener al polaco conectado y ejecutó con precisión quirúrgica la jugada con la que llegó el gol de Kimmich.

El lateral alemán recibió en carrera un pase cristalino que envió a la red. Se materializaba así la 13ª asistencia de gol de James esta temporada (10 en la Bundesliga, dos en Champions y una en la Copa), en un partido en el que solo erró siete pases de 71 envíos (90% de acierto).

James celebra el gol de Kimmich.MICHAELA REHLE (REUTERS)

Lewandowski, en un saque de falta lleno de veneno, fue objeto de un regalo que no supo abrir. Levantó los brazos para que el público del Allianz se sincronizase con su latido interior. Respondió la grada, que tras el empate de Marcelo siguió viviendo a la estela del 11. Había mucho donde mirar, porque James corría a todas partes. Inicio y fin del juego, solo Ribéry discutía el timón del colombiano. El francés vive una vejez envidiable, llena de vitalidad. Fue un tormento continuo para Carvajal y Lucas Vázquez, improvisado lateral, y solo Navas se interpuso en su camino.

Aunque el Bayern juega por las bandas incluso cuando le fallan los extremos —la lesión de Robben colocó a Müller, todo menos un velocista en la banda—, James ocupó el carril central junto a Thiago. Giraba sobre su propio eje para chocar con Modric, primer cortafuegos, y sacar de su eje a Casemiro, que se llevó la amarilla tras una fuerte entrada que no le gustó nada.

Nadie sabe lo que va a pasar en el futuro. Mi presente es el Bayern"

Obligado a buscar el empate tras el gol de Asensio, el Bayern convirtió el partido en un juego de distancias. Aglutinó al mayor número de jugadores en el campo del Madrid, y trató de llegar hasta Keylor sin necesidad de buscar la jugada más plástica. Se diluyó en esa marejada James, convertido en lanzador de balones parados, con la gasolina justa para volver a reclamar el reloj.

Sin el cinturón de Javi Martínez en la retaguardia, la obligación de mantener la vista puesta en el contragolpe del Madrid terminó por desconectar al colombiano del ataque. No logró filtrar un pase claro, ni armar un disparo a media distancia.

Acabado el partido, se besó con todos sus compañeros. Ceño fruncido y mirada seria para culminar la que se suponía sería una de sus grandes noches. Le resta la vuelta en el Santiago Bernabéu, y una gesta por lograr. “Nadie sabe lo que va a pasar en el futuro. Mi presente es el Bayern, estoy bien aquí”, aseguró. Recuperada la mente, las piernas le echan fuego.

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