Un golazo remata a un Espanyol rendido

El Getafe liquida a un conjunto blanquiazul sin fútbol ni rumbo

Los jugadores del Getafe celebran el gol de Damián. ZIPI (EFE)

El Getafe se despertó frente a un Espanyol dormido. Blanquiazules y azulones transitaban por la pesadumbre de la nada en el Coliseum Alfonso Pérez. Sin nada por lo que pelear en la Liga, sin nada de fútbol. Hasta que apareció Damián. Fajr acomodaba y acomodaba el balón en la puerta del área del cuadro catalán. Todo parecía indicar que andaba a la búsqueda de la mejor perspectiva para lanzar la falta directa. Pero, no. Era una parodia. El francés le tocó el cuero suave a Damián, que sacó un zapatazo tremendo, fuerte y colocado por la escuadra, que dejó en inútil la estirada de Pau López. Un gol...

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El Getafe se despertó frente a un Espanyol dormido. Blanquiazules y azulones transitaban por la pesadumbre de la nada en el Coliseum Alfonso Pérez. Sin nada por lo que pelear en la Liga, sin nada de fútbol. Hasta que apareció Damián. Fajr acomodaba y acomodaba el balón en la puerta del área del cuadro catalán. Todo parecía indicar que andaba a la búsqueda de la mejor perspectiva para lanzar la falta directa. Pero, no. Era una parodia. El francés le tocó el cuero suave a Damián, que sacó un zapatazo tremendo, fuerte y colocado por la escuadra, que dejó en inútil la estirada de Pau López. Un golazo tremendo para tapar los bostezos en un partido que pintaba para un tedio en toda regla. Entonces, Quique Sánchez Flores movió (casi por obligación) el banquillo, ayudado también por una protestada expulsión a Flamini. Pero la respuesta no estaba en las ideas del técnico ni en las botas de los revulsivos. El marcador ya estaba decidido por el golazo de Damián.

Hasta que el defensor uruguayo sorprendió al Espanyol, Pau López había construido un muro en la portería blanquiazul. El discutido canterano (la próxima temporada jugará en el Betis) silenció a Rémy, a Fajr, también a Ángel, no pudo con Damián. La idea de Sánchez Flores de estirar la propuesta atrevida que le había funcionado en Valencia —en el juego, no en el resultado— no carburó en Getafe. Todo lo contrario. El cuadro blanquiazul intentó tener paciencia con el balón hasta encontrar un hueco para largar a correr a Leo Baptistao o a Gerard Moreno. El problema para los blanquiazules, bendición para los azulones, era que ni Jurado ni Darder estaban atinados en el último pase. En cambio, el Getafe se relamía con cada contragolpe, regalos del errático mediocampo catalán, nunca corregidos por una frágil defensa, sin más respuesta que las manos de Pau.

Apagado Gerard Moreno, no había manera de que el Espanyol apuntara a la portería de Guaita. Solo cuando Flamini vio la segunda amarilla, por una falta a Gerard Moreno que solo vio el árbitro, el cuadro blanquiazul reaccionó. Sin embargo, Guaita nunca tuvo trabajo: el Espanyol no contó ni un remate a portería. Tuvo Gerard un tiro franco que salvó Bruno, mientras que cada vez que el balón caía en los pies o en la cabeza de Baptistao pasaba lo de casi siempre, lamentos por otra oportunidad desperdiciada. El Getafe volvió a ganar en su casa después de dos meses, cortesía de un Espanyol sin fútbol ni rumbo, ansioso porque se apague la temporada. Ellos ya están apagados.

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