Qué más te quieren, Benzema

Molesta de Karim lo que tantas veces ha molestado en otros genios: que no comprendemos lo que hace ni tampoco cómo lo hace

Benzema falla ante Areola.CHARLES PLATIAU (REUTERS)

Fue Mourinho el encargado de poner un cascabel a Benzema, allá por el Siglo XIX. La guerra con Jorge Valdano se había recrudecido, su reclamación de completar la terna de delanteros con un tercer cañón cayó en saco roto y una inoportuna lesión de Gonzalo Higuaín lo dejó con el futbolista francés como eje único de su cuerpo de asalto. “Si no tienes perro para ir cazar y tienes un gato vas con el gato, solo no vas a ir”, se lamentaba el portugués en r...

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Fue Mourinho el encargado de poner un cascabel a Benzema, allá por el Siglo XIX. La guerra con Jorge Valdano se había recrudecido, su reclamación de completar la terna de delanteros con un tercer cañón cayó en saco roto y una inoportuna lesión de Gonzalo Higuaín lo dejó con el futbolista francés como eje único de su cuerpo de asalto. “Si no tienes perro para ir cazar y tienes un gato vas con el gato, solo no vas a ir”, se lamentaba el portugués en rueda de prensa. La ocurrencia hizo fortuna entre el sector más nostálgico de la afición que, desde entonces, no duda en aplicar la vieja ley franquista de vagos y maleantes al bueno de Karim, como si su fútbol plástico y eficiente tuviese algo de antisocial. Tal es la aprensión que provoca Benzema entre los amantes de la furia y el vértigo que algunos padres llegan a tapar los ojos de sus hijos cuando el francés controla la pelota y levanta la cabeza, como si al pasear por la plaza del pueblo descubriesen a una pareja de adolescentes metiéndose mano en un portal.

Sucede, sin embargo, que con el gato como titular indiscutible ha cazado el Real Madrid tres de las últimas cuatro Ligas de Campeones y un buen puñado de trofeos más. Semejante palmarés, tan brillante y aparatoso como el famoso cascabel, se integra con naturalidad en ese gusto suyo por los excesos y la ostentación. Benzema juega como viste, siempre a la vanguardia de la moda urbana y con los outfits propios de una estrella del hip hop. También como pilota, propietario de una coqueta flota de bólidos con los que pasea su risueña figura por las calles de Madrid, alguna que otra vez sin el preceptivo carnet.

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Molesta de Karim lo que tantas veces ha molestado en otros genios: que no comprendemos lo que hace ni tampoco cómo lo hace. Somos esclavos de nuestras propias limitaciones y los futbolistas indefinibles, como él, suponen un ataque frontal hacia la puntillosa vanidad del hincha resabiado. La historia se encargará de hacer justicia con un deportista a quien la actualidad, tan obtusa como confusa, se afana en despreciar mientras encumbra a diferentes sueños húmedos de aficionados y periodistas al ritmo, nada desdeñable, de dos o tres blufs por temporada. Sus compañeros, que como los niños de un patio de un colegio reconocen a los buenos futbolistas con solo olisquearlos, disfrutan de su compañía y capacidad asociativa mientras el mundo, a su alrededor, parece desmoronarse.

En París volvió a dejar impresa la huella de sus garras sobre el tapete, siempre la batuta al servicio del ritmo y la melodía. Los amantes de la caza mayor se limitarán a recordar su falta de mordiente y las ocasiones falladas, empeñados en que la felicidad es hija del gol y la barbarie e incapaces de reconocer en el nueve al constructor de barcos que utiliza el ronroneo y la distracción como arma de destrucción masiva.

Hace poco leí un anuncio de Difusión Felina, un grupo de Pontevedra que se encarga de rescatar gatos abandonados y proporcionarles un hogar, en el que se enumeraban algunas de las principales virtudes de los mininos. “Somos listos, cariñosos, limpios, suaves y calentitos”, decía. ¿Qué más te quieren, Benzema? Ladran, luego sigues cazando.

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