Good bye Liga

Durante unos cuantos minutos del derbi, el Atlético y el Madrid se condujeron como si no se hubieran descolgado del Barça y siguieran en el mundo desaparecido del curso pasado

Sergio Ramos se cambia de camiseta después de que le rompieran la nariz.PAUL HANNA (REUTERS)

Cuando el Atlético y el Real Madrid se despertaron del derbi, volvía a ser noviembre de 2017 y ya no estaban a ocho puntos del Barcelona, sino a diez. Durante algunos minutos del partido del Metropolitano, se condujeron como si aún vivieran en la temporada pasada, en la vuelta de las semifinales de Champions, por ejemplo; un mundo desaparecido, en el Calderón, cuando ambos dominaban (sobre todo el Madrid) o se encontraban en disposición de dominar Europa. El...

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Cuando el Atlético y el Real Madrid se despertaron del derbi, volvía a ser noviembre de 2017 y ya no estaban a ocho puntos del Barcelona, sino a diez. Durante algunos minutos del partido del Metropolitano, se condujeron como si aún vivieran en la temporada pasada, en la vuelta de las semifinales de Champions, por ejemplo; un mundo desaparecido, en el Calderón, cuando ambos dominaban (sobre todo el Madrid) o se encontraban en disposición de dominar Europa. El Atlético mordía arriba, Correa rozó el gol en un mano a mano con Casilla y el estadio temblaba cuando la cogía Cristiano, y le pitaba para espantar el temblor. Como cuando Cristiano metía goles, un hat trick el curso pasado en la Liga en el Calderón.

Apretaban y se embestían como si nada hubiera cambiado y por delante en la tabla no tuvieran al Valencia y al Barça. Ensimismados en aquella cumbre que comenzaron a hollar juntos en la final de Lisboa. En las vibraciones del derbi aún resonaba todo aquello. Como si nada de lo de este curso hubiera pasado. Sucedía algo así en la película Good bye Lenin. Christiane, la madre de Alexander Kerner, entra en coma en la República Democrática Alemana en octubre de 1989, días antes de que la caída del Muro, en la noche del 9 al 10 de noviembre. Cuando despierta, en un mundo que nada tiene que ver con el anterior, Alexander, interpretado por Daniel Brühl, para protegerla del shock finge que nada de eso ha pasado. Durante semanas consigue que el orden nuevo no penetre en su apartamento, último enclave occidental del comunismo.

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Ella, sin embargo, va notando cosas: una señal de Coca Cola que aparece, una estatua de Lenin que desaparece. Pero él insiste: edifica un relato en el que aquello podría encajar aún con la ortodoxia comunista. Construye incluso noticiarios falsos. Y la farsa alarga su vida, contra toda evidencia. Como siguió en el Metropolitano un duelo de alto voltaje, con su conato de tangana, empujones, penaltis reclamados y una nariz rota. Pero Cristiano no acertaba y Griezmann ni tiró a puerta, y no se le vio un solo regate.

Al final de la película, poco antes de morir, Christiane se da cuenta del montaje y entiende el esfuerzo de su hijo por mantenerlo en pie. Así que muere sin decir nada, fingiendo ahora ella que sigue en octubre de 1989, para protegerlo a él. Al Atlético y al Real Madrid, apagado el fragor del derbi, no hay quien los proteja. Es noviembre de 2017 y, en efecto, el Barcelona va en cabeza con diez puntos de ventaja.

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