Valverde, astucia contra el ruido

En sus 100 primeros días al frente del Camp Nou, el técnico tuvo que lidiar con el adiós de Neymar, con la fragilidad de la junta y con el conflicto político de Cataluña

Ernesto Valverde, durante el entrenamiento del Barça en la ciudad deportiva. Alejandro García (EFE)

La semana pasada, Lionel Messi regresó a Barcelona feliz, sobre todo aliviado, después de clasificar a la selección argentina para el Mundial de Rusia. En el campo de entrenamiento Tito Vilanova, de la ciudad deportiva Joan Gamper, lo esperaba Ernesto Valverde. Un fuerte apretón de manos, sumado a una cariñosa palmada en la espalda, fue la manera que encontró el Txingurri para felicitar al 10 por su proeza, traducida en un hat-trick en la altura de Quito (Ecuador). Un gesto ...

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La semana pasada, Lionel Messi regresó a Barcelona feliz, sobre todo aliviado, después de clasificar a la selección argentina para el Mundial de Rusia. En el campo de entrenamiento Tito Vilanova, de la ciudad deportiva Joan Gamper, lo esperaba Ernesto Valverde. Un fuerte apretón de manos, sumado a una cariñosa palmada en la espalda, fue la manera que encontró el Txingurri para felicitar al 10 por su proeza, traducida en un hat-trick en la altura de Quito (Ecuador). Un gesto simple, nada pomposo, consecuente con el discreto andar del argentino fuera del campo. Un gesto preciso que simboliza la complicidad entre La Pulga y el Txingurri.

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En el Barcelona, Messi se crio con Frank Rijkaard, tocó el cielo con Pep Guardiola y se reinventó con Luis Enrique. Mientras que en la alborotada Albiceleste, escuchó los consejos de Diego Maradona sobre cómo lidiar con el peso del número 1, además de Alejandro Sabella, campeón de la Libertadores con Estudiantes, que lo llevó a la final del Maracaná. Mientras que Sampaoli, otro entrenador con pedigrí, le compró el boleto para Rusia, en unas tormentosas eliminatorias sudamericanas para Argentina. A sus 30 años, ya es difícil sorprender al rosarino. Sin embargo, Valverde, aferrado al sentido común y con un discurso escueto pero directo, ha logrado conquistar la confianza y el respeto del 10. Y, como consecuencia directa, a toda la plantilla azulgrana.

“Ahora las cosas están bien y todo es muy bonito, pero todo se puede torcer con un córner mal tirado o con cualquier cosa…”, analiza el entrenador del Barça. Incomodo en el elogio, Valverde prefiere centrar la atención en sus muchachos: “Estamos bien, es verdad, pero hay que reconocer que estos jugadores te lo ponen todo muy fácil: es un grupo compacto y con ambición”.

Valverde y Messi, en Sant Joan Despí. Alejandro García (EFE)

Astuto en el vestuario, inteligente en la sala de prensa, el Txingurri navega con calma en un mar huracanado. Mientras que ni Cataluña ni el Barcelona encuentran la paz, el equipo de Valverde se refugia en la tranquilidad de los resultados; líder en la Liga, también en el grupo D de Champions. “¿Qué nota le pongo a mis primeros 100 días como técnico del Barça?”, dijo Valverde; “será mejor que tiremos para arriba. Vamos a poner un 10 y a preocuparnos por los 265 días que nos faltan”. Eso sí, aclaró para quién es la puntuación perfecta: “Al equipo le pongo un 10. Si el grupo triunfa, lo hace el entrenador”.

Ocurrió, sin embargo, que Valverde no se encontró con un camino de rosas en su aterrizaje en el Camp Nou. Todo lo contrario. En la pretemporada, perdió a Neymar en medio de un embrollo mediático y judicial. “Hay que mirar para adelante. Antes me encantaba Neymar, ahora Dembélé”, resolvió el Txingurri. Con el lío Neymar en el retrovisor, el Madrid le pegó una cachetada en la Supercopa de España. El técnico apeló a la misma fórmula: poco ruido frente a los micrófonos, mucho optimismo en el vestuario. “Hay que recuperar el ánimo y tirar hacia adelante”.

“No han sido días aburridos”

Y, cuando parecía que todo se encarrilaba en una relativa tranquilidad, se rompió Dembélé. Un nuevo revés para el grupo. Un rosario de contratiempos agudizados con la fragilidad institucional en el club —Agustí Benedito presentó una moción de censura— y con la delicada coyuntura política en Cataluña. Parecía que el destino estaba encaprichado con Valverde. “Para, para, para”, pidió el Txingurri, entre risas, cuando le recordaron todos los contratiempos en sus primeros días como técnico del Barcelona. Y soltó: “Aburridos no han sido, eso desde luego. A ver si los que vienen son un poco más tranquilos”.

Si Valverde no se aburrió, los seguidores azulgrana tampoco. Según el presidente Bartomeu, el técnico tiene enamorada a la afición. El Txingurri, sin embargo, no cree en Cupido. Solo descansa en el romance entre la pelota y el gol. “En el fútbol te enamoras y te desenamoras muy rápido. Esperemos que dure”, dijo.

Prudencia frente al ruido mediático; sensatez ante el vestuario. No tiene más secretos Valverde. En 100 días conquistó a la hinchada, también al vestuario y el visto bueno de Messi. Suficiente.

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