La felicidad de Anita Pérez

La única española en Río era hace dos años una deportista de club

Madrid -
Ana Pérez en clasificatorio de gimnasia artística de los Juegos Olímpicos M. Sayão (EFE)

Hace cuatro años Ana Pérez, Anita para todos, era una gimnasta de club. Se entrenaba tres horas diarias en Sevilla y disfrutaba de su deporte como tantas niñas. Pero le propusieron ir a Madrid, al Centro de Alto Rendimiento, a la residencia Blume, a un régimen de doble sesión de entrenamiento, y ha acabado en los Juegos. Es la única española en gimnasia artística y está feliz.

Se la ha visto este domingo al terminar su primer ejercicio de suelo, muy mejorado en el último año. La gimnasta no podía parar de sonreír, de saludar a la grada, donde la aplaudían orgullosos sus padres, su abuel...

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Hace cuatro años Ana Pérez, Anita para todos, era una gimnasta de club. Se entrenaba tres horas diarias en Sevilla y disfrutaba de su deporte como tantas niñas. Pero le propusieron ir a Madrid, al Centro de Alto Rendimiento, a la residencia Blume, a un régimen de doble sesión de entrenamiento, y ha acabado en los Juegos. Es la única española en gimnasia artística y está feliz.

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Se la ha visto este domingo al terminar su primer ejercicio de suelo, muy mejorado en el último año. La gimnasta no podía parar de sonreír, de saludar a la grada, donde la aplaudían orgullosos sus padres, su abuela, su familia, de repetir una y otra vez el mismo saludo a la cámara, exultante.

“Fue increíble”, ha dicho después a la agencia Efe; “he disfrutado mucho compitiendo”. Seguro que sonreía porque si algo distingue a esta gimnasta de 18 años es su facilidad para la sonrisa, en un deporte tantas veces marcado por gestos serios de concentración.

Antes de viajar a Río, Ana Pérez contaba que los primeros meses en Madrid, a principios de 2014, fueron “muy duros” porque echaba de menos Sevilla, a su familia y a sus amigos. Que hace dos años sufrió una lesión de tobillo pero que se recuperó superrápido. Optimismo puro.

Este año olímpico ha tenido que trabajar más que nunca. Ha mejorado la dificultad de todos sus ejercicios y ha cambiado la coreografía del suelo porque quería llegar a los Juegos, pero además quería hacerlo bien en el escenario más imponente. Incluso en las paralelas, el aparato que menos le gusta —“es el que me exige más concentración”, explicaba en el acto de despedida— y en el que ayer logró la mejor nota de las cuatro (13,633 puntos). “Y eso que he estado a puntito de caerme”, admitía después. El total fue de 54,299 puntos, lejos de las mejores pero sin fallos estrepitosos. Por el momento, esta fuera de la final individual, que era su objetivo.

La historia de Ana Pérez es una historia bonita en lo personal, por el esfuerzo que la ha llevado hasta aquí, por el tesón y porque esta chica disfruta tanto de la gimnasia que merece un premio, dicen los que la conocen y la han visto superarse cada día.

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