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Coordinado por Juan Carlos Galindo

Arantza Portabales, escritora de novela negra: “Es maravilloso encontrar gente que odie tu libro”

Con la tercera novela de su serie policiaca, la escritora se asienta en el género, al que llegó pasados los 40 y desde el relato breve. Un camino distinto y una receta literaria que condensa en esta conversación

La escritora Arantza Portabales, en el madrileño barrio de Chamberí el pasado martes.Claudio Álvarez

“Yo empecé a escribir muy mayor, ya con 40. No es que empezara a publicar tarde, es que no había escrito nada. Hasta entonces era una señora que hacía lasaña en la Thermomix y llevaba a mis hijas a gimnasia rítmica. Bueno, y era interventora de Hacienda. Empecé haciendo microrrelatos para el programa de Francino y eso ha marcado mucho mi estilo”. Habla Arantza Portabales (San Sebastián, 50 años), una escritora que cambió su crisis de mediana edad por una carrera literaria. Recibe a este diario en un restaurante gallego del centro de Madrid para hablar de un periplo peculiar que le ha llevado a...

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“Yo empecé a escribir muy mayor, ya con 40. No es que empezara a publicar tarde, es que no había escrito nada. Hasta entonces era una señora que hacía lasaña en la Thermomix y llevaba a mis hijas a gimnasia rítmica. Bueno, y era interventora de Hacienda. Empecé haciendo microrrelatos para el programa de Francino y eso ha marcado mucho mi estilo”. Habla Arantza Portabales (San Sebastián, 50 años), una escritora que cambió su crisis de mediana edad por una carrera literaria. Recibe a este diario en un restaurante gallego del centro de Madrid para hablar de un periplo peculiar que le ha llevado a descubrir una voz y un estilo presentes en las tres novelas de la serie protagonizada por el inspector Santiago Abad y su compañera Ana Barroso.

La última de ellas, El hombre que mató a Antía Morgade, que acaba de publicar Lumen, es un buen ejemplo de su apuesta por un policial de ritmo muy rápido y personajes bien construidos. En ella, seis amigos se reencuentran en Santiago de Compostela durante el verano de 2021. Todos comparten un origen desfavorecido, eran compañeros en un piso tutelado para jóvenes si padres, y un trauma de aquella época: el suicidio de su amiga Antía después de haber sido víctima de los abusos de un educador. Durante la reunión de viejos amigos, 23 años después, uno de ellos muere y Barroso y Abad tienen que descubrir al asesino y, al tiempo, evitar que caigan los demás. Una escena, la de Antía Morgade en el salón del piso, ensangrentada, une esta novela con la primera de la serie, Belleza roja (2019), donde una joven es hallada en medio de un charco de sangre en su habitación. “Me parecía una imagen muy potente. Quería que estuvieran traumatizados. Y así, en los primeros capítulos, cuando se presenta a los personajes, están todos recordando la escena”, defiende la autora. Son dos momentos duros en unas historias que prefieren sugerir, violentas pero no explícitas, sin descripciones. “¿Te das cuenta lo poco que describo? Ya ves lo mucho que hablo y lo poco que cuento cuando escribo. Hago un ejercicio de contención brutal. Escribo muy poco. No me importa si la gente es rubia o morena, me importa cómo es por dentro”.

8 elementos marca de la casa

1. El manejo del cuento condiciona para bien, y para mal. “Yo acabaría todos los capítulos en alto y a punto de caerme por el precipicio. O con la mecha ardiendo. Y ese vicio también hay que corregirlo. El lector no puede estar al borde del abismo durante 100 capítulos”.

2. La estructura tiene que estar clara desde el principio. “Es como un castillo de naipes que tiene que ser frágil pero resistente para sostener la novela”.

3. No es novela enigma, o no fundamentalmente. “Esta novela es como el Titanic. No quiero saber si se va a hundir o no, eso ya lo sé. Quiero saber cómo se hunde, por qué se hunde y qué sucede mientras está ocurriendo”.

4. Hay que hacer lo que uno sepa hacer. “Me encanta El nombre de la rosa. ¿Tú crees que yo no me quiero levantar una mañana y describir esa portada románica en el monasterio? Claro que sí. Pero yo llego delante de la catedral de Santiago y lo único que me sale es “piedra”. Qué quiero decir con esto: no hagas algo que vas a hacer mal”.

5. Novela de gentes más que de lugares. “Muchos me dicen: es que no sale Galicia, es que no sale Santiago. Y yo siempre respondo: pero salen gallegos”.

6. Todo en la cabeza. “Me paso seis meses planeando todo antes de empezar a escribir. La novela me ronda. Es como ir buscando Manderley y de repente sale el haz de luz y la ves a lo lejos. Luego escribo poquito cada día. Me preguntan ¿no se te olvida? Qué va”.

7. Personajes incómodos. Santiago Abad es un policía que fue maltratador, que lucha cada día por no volver a serlo. Carlos Morgade, hermano de Antía en esta novela, y uno de los seis protagonistas, es un ser lastimero e incapaz de superar su trauma. “Cuidado, es que los personajes no son como queramos que sean”.

8. Autodefinición de sus novelas en tres adjetivos: “Adictivas, honestas y contemporáneas”.

Doble vida

El camino de Portabales ha sido claro, que no sencillo. De los microrrelatos pasó a la novela por entregas en La voz de Galicia (de la que salió Sobreviviendo, 2015 en gallego, 2022 en español) y de ahí al policial que le ha dado estatus y confianza. Entre medias, una novela diferente, Deje su mensaje después de la señal, un libro publicado por Galaxia en gallego en 2017 y que supuso su salto definitivo. “Cuando hice Belleza Roja venía de hacer una novela intimista que encima había triunfado y lo fácil era seguir por ahí. Pero me dije: ‘Quiero hacer una novela como cuando yo tenía 12 años y lo más importante del mundo era llegar al sofá para leer; quiero hacer una novela como las que leía sin buscar el sentido de la vida, porque la vida me importaba un carajo. Y luego ya aprovecharé yo para hablar de lo que quiero hablar y el lector listo me seguirá. Y el lector que no le interese profundizar lo habrá pasado bien”.

El inicio de las peripecias de Barroso y Abad (este no aparece hasta el quinto episodio del primer libro, pero enseguida gana terreno) coincidió en el mercado con dos colosos de las ventas como Reina Roja, de Juan Gómez Jurado, y La novia gitana, de Carmen Mola. Su marcha fue lenta, la serie no despegaba, pero al final funcionó el boca a boca. Algo presentía Portabales porque a su grupo de amigas, sus lectoras cero, les enganchó según iban leyendo cada capítulo. Querían más Abad y Barroso, dos personajes que han explotado al máximo su tensión dramática. Así los defiende su creadora: “Me gustan porque no se comportan prototípicamente. Hay un momento de este libro en el que dicen: primero fuimos pareja, después fuimos amantes y ahora somos amigos. Ojalá lo hubiéramos hecho todo al revés. Hemos hecho estallar todo por los aires, todas las etapas canónicas de una relación y a mí me interesaba que ellos se comportaran así”. ¿Hasta cuándo puede aguantar esa tensión? ¿Hasta dónde puede llegar la serie? Portabales ve posibilidades siempre que consiga hacer “algo que merezca la pena”.

Llegada a Santiago con 13 años, la autora escribe indistintamente en gallego y castellano, pero nunca son traducciones, sino versiones paralelas. Sueña, asegura, con una excedencia que le sirva para cuidarse, viajar más, vivir mejor, pero sigue con su doble vida, que le da la “libertad” de no pensar en la literatura como una profesión, fiscalizando cuentas en la Xunta por la mañana y escribiendo o pensando en la escritura el resto del tiempo. “Soy esa señora insoportable que cuando vive solo piensa en su novela. Eso me hace mucho peor persona en muchos ámbitos de mi vida, pero quizás me hace ser mejor escritora. Al final lo mío es surrealista. Este año cambié la ruta para llevar a mi hija al instituto. Ahora paso todos los días debajo de la casa de Abad y miro para arriba como si lo fuera a ver asomarse a la ventana”.

Autora entusiasta, no entiende su labor sin el otro lado, “el del escritor feriante”, el de la promoción, el contacto con los lectores, las firmas, las presentaciones (“con el sitio lleno o con tres lectores, hay que torear en todas las plazas”) y eso hasta las últimas consecuencias: “Creo que es maravilloso encontrar gente que odie tu libro. Estadísticamente, no le voy a gustar a todo el mundo. Si te odian mil es que estás vendiendo cien mil”.

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