CRÍTICA ARTE

El arte disecciona la ideología de la conexión

Varias artistas reflexionan sobre cómo la creación de redes estructura lo cotidiano.

La obra 'Anatomy of Pleasure' (2017), de Saelia Aparicio.PABLO BRECHA

Imagen de una cartografía contemporánea. Visualicen un territorio urbano que parece constituirse de interconexiones, como el cerebro o el ordenador. La distancia física que nos separa de un lugar no tiene nada que ver con el acceso real a ese lugar. Es el cruce de las redes el que regula las distancias. Algunas son físicas. Para ir a la izquierda desde la autopista, a menudo hay que girar a la derecha. Y una ciudad de los suburbios parisienses puede resultar más lejana de París que Bruselas, por el hecho de que es accesible más fácilmente. ¿Se puede imaginar una geografía que tenga en cuenta l...

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Imagen de una cartografía contemporánea. Visualicen un territorio urbano que parece constituirse de interconexiones, como el cerebro o el ordenador. La distancia física que nos separa de un lugar no tiene nada que ver con el acceso real a ese lugar. Es el cruce de las redes el que regula las distancias. Algunas son físicas. Para ir a la izquierda desde la autopista, a menudo hay que girar a la derecha. Y una ciudad de los suburbios parisienses puede resultar más lejana de París que Bruselas, por el hecho de que es accesible más fácilmente. ¿Se puede imaginar una geografía que tenga en cuenta las redes gracias a las cuales nos desplazamos de un punto a otro? ¿Una geografía que fuera tan legítima como el mapa físico?

Mucho de eso tiene que ver con el arte contemporáneo, donde las redes se apilan y se solapan, como si estuvieran en una mesa de edición alternativa que reorganiza las formas sociales y culturales del presente. Un vasto catálogo de tramas narrativas donde el artista vive en la suspensión de la espera y la obra se transforma en algo así como una cinta, una banda pasante, un escenario capaz de mezclar el capitalismo brutal, el turismo invasivo y la especulación rampante. Es el resultado de pensar sobre los tiempos dispersos, siempre al filo de lo borderline: lo que aún cuesta asimilar porque tiene muchas aristas. Todo eso que atañe a la contemporaneidad.

El cuerpo es una fuente maleable de asombro y horror al mismo tiempo, fascinado y temeroso. Roto y recompuesto

Por ese terreno se mueve Saelia Aparicio (Ávila, 1982) y el trabajo que ha desplegado en el nuevo espacio que The Ryder ha abierto en Madrid, tras afianzarse también en Londres. No difiere de las Prótesis para invertebrados que estuvieron en Generaciones 2019 ni del proyecto comisariado recientemente por la Serpentine Gallery, la película Green Shoots. Su estética es particular, una especie de sociología bajo el concepto de abyección en la que, desde una perspectiva anatómica, se muestran analogías biológicas y sociales. Son obras que parten del lenguaje y cómo este nos hace entender o influye sobre lo que vemos. Piezas escultóricas que conceptualmente abarcan varios términos opuestos a la vez. Como Planta, alzado, raíz, que da título a esta exposición.

Seguramente una de las cosas más interesantes de su trabajo es que remite a micromundos muy concretos, hábitats que son autónomos aunque tangenciales, y de los que se puede imaginar muchas cosas detrás de lo que se ve. Retrata bien un mundo amorfo y mutante, viscoso y programable, muy acorde a la estética de la francesa Laure Prouvost, apocalíptica y nihilista, que mira a la utopía de reojo con cierto descrédito. Paisajes ficticios llenos de cristal soplado, zapatos de plástico, ajo y aceite, polvos de metal, sombra de ojos, lejía sobre guata, prótesis de cadera o rejilla de estufa. Ahí en medio, el cuerpo es una fuente maleable de asombro y horror al mismo tiempo, fascinado y temeroso. Roto y recompuesto.

Una exposición que funciona como si mirásemos por un microscopio. Aunque lo que veamos parezca sólido, es absolutamente alterable. Un estado de vacilación oscilante en el que, aun cuando no te mueves, todo se dispersa.

Muy cerca del trabajo de Saelia Aparicio está el de Marian Garrido (Avilés, 1984), que encontramos en otra exposición melliza en título y tono, Corazón, pulmones, hígado, una colectiva que engloba los proyectos de los artistas que han pasado por las residencias artísticas de Matadero. En la base de su trabajo hay también colapso histórico, varios ejes narrativos convergentes y esa relación con la tecnología que analiza cómo construye cultura mediante el desgaste estético. Es una hater desde el humor, dice. Una de las mejores cabezas en eso de pensar el capital de esa cultura mutante que se acumula en barbecho en la red.

Planta, alzado, raíz. Saelia Aparicio. The Ryder. Madrid. Hasta el 15 de febrero.

Corazón, pulmones, hígado. Centro de residencias artísticas. Matadero. Madrid. Hasta el 2 de febrero.

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