Columna

Nick Cave

Existió una época muy lejana en la que músicos que tenían algo que contar y un lenguaje virtuoso para expresarlo poseían un hueco en la televisión

Nick Cave en una actuación en Londres el pasado verano.Getty Images

En una canción memorable, como tantas suyas, el casi siempre encabronado y volcánico juglar Léo Ferré le daba las gracias a Satanás por revolucionarias razones pero también por no aparecer jamás en la televisión. Intuyo que tampoco tiene el menor interés en aparecer en ella un músico hondo y genial llamado Nick Cave. Y existió una época muy lejana en la que músicos que tenían algo que contar y un lenguaje virtuoso para expresarlo poseían un hueco en esa cosa cuadrada o rectangular, pero la melomanía en las televisiones generalistas sospecho que ahora se limita a los emotivos concursos para que...

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En una canción memorable, como tantas suyas, el casi siempre encabronado y volcánico juglar Léo Ferré le daba las gracias a Satanás por revolucionarias razones pero también por no aparecer jamás en la televisión. Intuyo que tampoco tiene el menor interés en aparecer en ella un músico hondo y genial llamado Nick Cave. Y existió una época muy lejana en la que músicos que tenían algo que contar y un lenguaje virtuoso para expresarlo poseían un hueco en esa cosa cuadrada o rectangular, pero la melomanía en las televisiones generalistas sospecho que ahora se limita a los emotivos concursos para que compitan joveznos prometedores.

Creyendo que mi cadena de música estaba irreparablemente dañada y acorralado por la desidia hasta el extremo de no precisar de música, algo que siempre alimentó mi alma, llevaba tiempo sin escucharla en mi casa. Un amigo descubre que si esta no suena es porque soy un zoquete integral y ancestral, que tocando un par de botones el tocadiscos vuelve a funcionar. Y atravieso desde hace días, sin prisas y sin pausas, con emoción renovada, una experiencia inolvidable, catártica, con capacidad para humedecerme esos ojos que siempre están secos, comparable a la primera vez que vi la película Léolo. Es el último disco, vómito poético, belleza para amortiguar el dolor y el vértigo de la pérdida, sensibilidad extrema, conexión íntima y estremecedora con cualquier oyente que posea corazón y paladar, que ha publicado Nick Cave. Se titula Ghosteen. Una obra maestra, algo para guardar el resto de tu vida.

Un chaval de 15 años se tiró por un acantilado después de meterse un tripi. Era el hijo de Cave. ¿Cómo cauterizar ese inimaginable dolor y culpa? Ojalá Ghosteen le ayude. La música se lo agradecerá siempre. Nosotros, también.

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