POESÍA

Crítica y emoción

La antología de Isabel Pérez Montalbán muestra la vigencia plena de las poéticas “de la conciencia”

Un soldado de EE UU en la guerra de Irak.getty images

En la década de los noventa, en un contexto poético caracterizado por la diversidad de estéticas, comenzó a apuntarse, con fuerza, una línea radicalmente crítica. Proyectos como Alicia bajo Cero, nacido en Valencia por iniciativa de Enrique Falcón o Antonio Méndez Rubio, o el encuentro anual Voces del Extremo, surgido en Moguer bajo el impulso de Antonio Orihuela, ocuparon un espacio alternativo y renovaron la poesía social. En paralelo a ello, nació la poesía de Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964). Publicó sus tres primeros libros en 1992 (No es precisa la muerte), 1996...

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En la década de los noventa, en un contexto poético caracterizado por la diversidad de estéticas, comenzó a apuntarse, con fuerza, una línea radicalmente crítica. Proyectos como Alicia bajo Cero, nacido en Valencia por iniciativa de Enrique Falcón o Antonio Méndez Rubio, o el encuentro anual Voces del Extremo, surgido en Moguer bajo el impulso de Antonio Orihuela, ocuparon un espacio alternativo y renovaron la poesía social. En paralelo a ello, nació la poesía de Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964). Publicó sus tres primeros libros en 1992 (No es precisa la muerte), 1996 (Puente levadizo) y 1999 (Cartas de amor de un comunista) y, con ellos, acotó su territorio sin eufemismos y con una opción inequívoca: poesía crítica sustentada en una mezcla de memoria y conciencia, nutrida de apuntes autobiográficos y de una identificación rotunda, de base marxista, con los “humillados y ofendidos”.

La antología El frío proletario es un recorrido por toda su obra hasta 2018. El propio título, procedente del poema homenaje al padre ‘Clases sociales’ —“se acordaba del frío proletario / (porque era ya sustancia de sus huesos)”—, define y sitúa el trasfondo. Esos tres primeros libros, escritos con un lenguaje directo pero de una enorme ductilidad para acoger el giro y la metáfora y para acercarnos a la esencia de la vida difícil, muestran ya a una poeta que tiene muy claro que no hay poesía crítica que no sea, ante todo, poesía. Es decir, lenguaje revelador, búsqueda de sentidos inéditos, deslumbramiento, emoción. Con el nuevo siglo, Pérez Montalbán consolidó esa apuesta con dos libros identitarios: Los muertos nómadas (2001), incursión en las raíces familiares y en el origen de la conciencia, y Siberia propia (2007), texto collage en el que reivindica un acarreo cultural y literario proteico y diverso a través de una dificilísima construcción basada en títulos de obras clave de la historia literaria universal. Después vendrán las grietas del presente en Animal ma non troppo (2008), con las tragedias del siglo a través de los medios de comunicación (desde la guerra de Irak o el 11-S hasta los niños sicarios de Medellín o el 11-M) y la recapitulación sobre la propia memoria sentimental (personal, también colectiva) de la muchacha que fue niña en los setenta y maduró en unos ochenta duros y esperanzadores de Un cadáver lleno de mundo (2010).

La autora ha optado por una ordenación no sustentada en la fecha de publicación de sus libros, sino en una cronología emocional que nace en la evocación de los antepasados, transita por la historia y las crisis ideológicas, se interna en la formación literaria, y retorna, como cerrando un círculo existencial, a los orígenes, a las intimidades de infancia y adolescencia. Una antología necesaria que muestra la vigencia plena de las poéticas “de la conciencia” en un mundo cargado de amenazas.

El frío proletario (Antología 1992–2018). Isabel Pérez Montalbán. Visor, 2018. 291 páginas. 14 euros.

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